“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


miércoles, 18 de mayo de 2016

Resistencia


Católicos, ¡al combate!


“Hacia la plena comunión…”




“Yo pienso, como lo formulé en Argentina, que  son católicos
 en camino hacia la plena comunión”.

Francisco, acá


¿Alguna objeción a estas palabras por parte de la comandancia de la Neo-Fraternidad? No. Francisco devuelve a Mons. Felé las flores que éste le viene arrojando hace tiempo. Dime quién te alaba…

« Mons. Fellay es un hombre con el que se puede dialogar. Este no es el caso de otros elementos un poco extraños, como Mons. Williamson, u otros que se han radicalizado”.

Francisco, idem.

Pero también con sus declaraciones Francisco deja bien descolocados a maliciosos calumniadores que vienen gritando desaforadamente sin el menor fundamento –excepto el de sus personales problemas pasionales-  que Mons. Williamson y la Resistencia están en la misma posición que la Neo-Fraternidad, y que buscan lo mismo y que van al mismo lado y que quieren acordar con Roma, etcétera. Francisco acaba de dejar en claro en su declaración que con el que sí se puede dialogar es con Mons. Felé. Y vaya si este lo demostró en la última entrevista al cáustico periodista Sebastian de DW Televisión. En cambio Mons. Williamson representa a los extraños y radicalizados, con quien no puede haber no ya entendimiento, ni siquiera diálogo. ¿Por culpa de quién? De Francisco, desde luego, que profesa la herejía modernista. “¿Cómo entenderse con esa gente?”, diría Mons. Lefebvre.

Esto nos hace pensar en un texto que bien podría titularse “POR QUÉ NO VOY A ROMA” y dice así:

No voy a Roma porque no me invitan.
No me invitan porque según Francisco soy un personaje extraño y radicalizado con el que no se puede hablar.
Para ir a Roma debería ser un personaje con el que se pueda hablar, como Mons. Felé, que es tan simpático, tan gentil, tan comprensivo, tan tolerante y tan normal.
En Roma saben que no soy así. Saben que no soy así porque no pienso así, como Mons. Felé. Saben que no quiero estar en plena comunión…con la iglesia conciliar.
Eso no me convierte en sedevacantista, eclesiavacantista o como quieran llamarle.
Si me llamaran a Roma sin ser yo “reconciliante” como Mons. Felé, con quien se puede hablar, sería una trampa. La mejor forma de deshacer esa trampa sería decir la verdad de frente a Francisco. Pero Francisco no acepta sino “verdades blandas” como diría Gómez Dávila de los liberales, o sea, verdades manchadas, enturbiadas o perfumadas con una sonrisa como la de Mons. Felé. Por eso Francisco no convoca a personajes extraños o radicalizados, sino a ecumenistas, a diplomáticos y a tolerantes con los herejes, apóstatas y cismáticos. Y a judíos, por supuesto. Qué duda cabe.
Por eso no voy a Roma. Porque soy (dicho esto sin pedantería pero sin ambages) “excomulgado”, “retrógrado”, “troglodita”, “pelagiano restauracionista”  e “indeseable”. O sea, católico antiliberal intragable.
  

¡Cuidado con los rateros!






Julio Camba
“etc., etc.”, Editorial Plus-Ultra, Madrid


Cuando el moderno ratero internacional quiere trabajar en medio de una muchedumbre cual­quiera, lo primero que hace es colocar en sitio bien visible un letrero que diga: «¡Cuidado con los rateros!». Instintivamente, todo el que lleve consigo algo de valor—reloj, cartera, portamonedas o alfiler de corbata—se lo palpa con mayor o menor disimulo al ver la advertencia, y el ratero, entonces, ya sabe a qué atenerse respecto a sus posibles víctimas.

-Aquel lechuguino que está en primer término —se dice el concienzudo profesional— tiene muchas pretensiones, pero, seguramente, no lleva encima ni para tabaco. El gordo de la derecha, en cambio, se muestra muy inquieto y no hace más que acariciarse el bolsillo trasero del pantalón. No perdamos el tiempo y caigamos sobre él...

Los modernos rateros internacionales son unos grandes psicólogos. Quizá hayan seguido algún curso de Psicología práctica en esas Universidades donde se enseña de todo, o quizá un buen día, pillando desprevenido a algún ilustre profesor, le hayan extraído la psicología del bolsillo, así como hubieran podido extraerle la cartera; pero esto es lo de menos. Lo importante es que, por esos mundos de Dios, los rateros trabajan siempre con arreglo a los últimos adelantos de la psico­logía experimental, y que, cuando uno piensa en el método, estrictamente científico, con que podría ser despojado en otros países de su reloj o de su portamonedas, no le quedan ganas ningunas de dejarse arrebatar estas prendas en el suyo por unos profesionales que, pese a toda su habilidad manual, están todavía en la infancia del arte...

¡Cuidado con los rateros!... La advertencia, como ve el lector, no suele ser tan desinteresada ni tan generosa como parece a primera vista. Generalmente, claro está, es la Policía quien la hace, pero algunas veces la hacen los propios rateros, convencidos de que si el público ignora su presencia no tomará ninguna medida para li­brarse de ellos, y de que si el público no toma ninguna medida para librarse de ellos, tendrá muchísimas más probabilidades de librarse que si toma alguna. A esta convicción, tan poco hala­güeña para todos los que en unas ocasiones o en otras formamos parte de ese monstruo social que se llama el público, les llevó su profundo conoci­miento del alma colectiva. Como digo, el ratero moderno es un psicólogo, y, especializado en la psicología de las muchedumbres, sabe que éstas hacen casi siempre, exactamente, lo contrario de lo que deben hacer.


Rústica y actual moraleja:

Hay quien sale a gritar
“¡Cuidado con el ratero!”,
vestido de mosquetero,
o de cura colosal.
Cuidado con escuchar
agitadores alpedo,
el zorro acecha el gallinero
simulando la piedad.
No hay que dejarse embaucar
por spots de macaneo
de quien no es un hornero
sino ave de rapiñar.
Haciendo mentira de la verdad
dan alarmas cual bomberos
con farisaicos blogueros
mientras hurtan fe y paz.
Hay mucho que rezar
permaneciendo despiertos,
pues serpea en todo huerto
quien te acosa el calcañar.

   

Firmeza casi plena






Fotografía de gente anglosajona que la FSSPX de Sudamérica (o sea, de Chile, Perú, Argentina, Bolivia, Colombia, etc.) usa en su portal de internet para ilustrar un artículo sobre “Familia y adolescencia”. ¡Al menos tuvieron el tino de cortar la imagen, para no mostrar a la jovencita a la última moda mostrando su ombligo!

La publicidad sigue cambiando el estilo de la Neo-Fraternidad, unificando hasta extremos ridículos sus sitios web. ¡Hay que ponerse a tono con la “liberación” propiciada por Francisco! 

jueves, 12 de mayo de 2016

Hay que seguir la guerra


Contra los monstruos modernistas




Y quizá hice el estrambote
También por burlarme algo-
Anque poco y nada valgo
Tengo un tris de pundonor-
Dicen que tener humor
Es seña de ser hidalgo.


Límites




"El juego de ponerse límites a sí mismos es uno de los secretos placeres de la vida."


"La madurez hace al hombre más espectador que autor de vida social."


"La iglesia no es la asamblea de los puros, sino el hospital de los pecadores."


"La gente, por lo general, riñe porque no sabe discutir."


"El criminal peligroso es el criminal culto."


“El verdadero soldado no lucha porque odie lo que tiene delante, lo hace porque ama lo que tiene detrás”.



G. K. Chesterton

La polémica





De acá

“Aquellos que conocen la verdad tienen el deber de definirla duramente cuando sus enemigos la defor­man hábilmente. Deben tener el orgullo de defender­la” (Pío XII, 26 de agosto de 1947).

Para definir la verdad y para defenderla, sin duda la tranquila exposición de la verdad es, en sí, preferible; nuestros ilustres predecesores lo han decla­rado muchas veces. Sin embargo la necesidad de los tiempos los precipitó a ellos mismos, frecuentemente, en la controversia. Cuando se leen sus obras se reconoce que la polémica figura en la mayor parte” (Car­denal Pie).

La polémica no es entonces el único medio de proclamar y defender la verdad. Pero es un me­dio lícito, legítimo, eficaz. Muchos Padres de la Iglesia, muchos santos la han utilizado... Aún el docto y tranquilo Santo Tomás y el dulce San Bernardo.

Sin duda, puede darse un abuso de la polémi­ca. Pero el desprecio de toda polémica es una manifestación de liberalismo práctico incons­ciente. Y el sentido común está de acuerdo con San Francisco de Sales, que escribía:

“Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser censurados censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar «al lobo» cuando un lobo se infiltró en medio del rebaño, e incluso en cualquier lugar que se lo encuentre.

Para atacar el error, ¿no es necesario haber reci­bido un mandato de la autoridad eclesiástica?

De ninguna manera. “¿De qué serviría la regla de la fe y de las costumbres si en cada caso particular el simple fiel no pudiera hacer él mismo la inmediata aplicación?”(Sardá).

Por el bautismo y la confirmación que ha reci­bido, el simple fiel tiene el deber de defender la fe y esforzarse por hacérsela conocer a los otros.

“El simple fiel puede así desconfiar, a primera vis­ta, de una doctrina nueva que le es presentada, en la medida en que la vea en desacuerdo con otra doctrina definida” (Sardá).

Para atacar el error, ¿no es necesario que la Iglesia ya se haya pronunciado?

“Sin duda, solo la Iglesia posee el supremo magis­terio doctrinal de derecho de hecho. Su soberana autoridad se personifica en el papa, es la única que puede, definitivamente y sin llamamiento, calificar abstractamente las doctrinas y declarar que están con­cretamente contenidas en tal o cual libro, o profesadas por tal o cual persona. Pero al simple fiel le es perfectamente lícito tener a tal doctrina por diversa o como perversa; señalarla como tal a los otros bajo su res­ponsabilidad; lanzar el grito de alarma y tirar los pri­meros golpes. El fiel laico puede hacer todo eso, lo hi­zo en todos los tiempos con el aplauso de la Iglesia” (Sardá).

¿Conviene, combatiendo el error, combatir y desacreditar a la persona que lo sostiene?

“Sí, muchas veces conviene y no solamente con­viene, sino que también es indispensable y meritorio delante de Dios y de la sociedad, que sea así” (Sardá).

En efecto, las ideas no podrían, reducidas a ellas solas, causar todo el mal que sufre la socie­dad.

“Son semejantes a las flechas y a las balas, que no causarían heridas a nadie, si no se las lanzara con el arco o el fusil; entonces es al arquero o al fusilero a quienes se debe atacar primero” (Sarda).

Los Padres dan la prueba de estas tesis. Las obras de San Agustín, por ejemplo, llevan casi todas, a la cabeza, el nombre del autor de la he­rejía que combaten: contra Fortunatum, contra Felicem, etc.

G. K. y la llave



Neo-FSSPX: Lágrimas en la lluvia








Un sánguche


Imagen aparecida en el sitio web de la FSSPX de USA, junto con banderitas rosas frente a puertas santas (acá).


¿Es que la Neo-Fraternidad es un sánguche a medio comer por la iglesia conciliar? ¿Está Francisco a punto de engullir el resto del emparedado? 



Cuentos perdidos por ahí

EL CONDE LUCANOR
EJEMPLO XII
De lo que acaeció a un zorro con un gallo




Don Juan Manuel



El conde Lucanor hablaba una vez con Patronio, su consejero, de esta manera:

-Patronio, vos sabéis que, loado sea Dios, mi tierra es muy grande y no está toda junta. Tengo muchos lugares que son muy fuertes, y algunos que no lo son tanto, además tengo lugares que están muy apartados de la tierra en que yo tengo mayor poder. Y cuando tengo contienda con los señores o con los vecinos más poderosos que yo, muchos que se me dan por amigos y otros que se me hacen consejeros, métenme grandes miedos y espantos y aconséjanme que de ningún modo me quede en aquellos lugares apartados, sino que me refugie y esté en los lugares muy fuertes y que están bien en mi poder. Y porque yo sé que vos sois muy leal y sabéis mucho de cosas como és­tas, os ruego que me aconsejéis lo que os parece que me conviene hacer en esto.

-Señor conde Lucanor -dijo Patronio-, en los grandes hechos y muy temibles son muy peligro­sos los consejos; pues en los más de los consejos no puede el hombre hablar con certeza, pues na­die está seguro de a qué podrán llegar las cosas; que muchas veces vemos que el hombre piensa una cosa y después resulta otra, pues lo que el hombre piensa que es mal a las veces se vuelve bien; y lo que piensa que es bien a veces se trueca en mal. Y por tanto, el que ha de dar con­sejo, si es hombre leal y de buena intención, se ve en gran apuro cuando ha de aconsejar; que si el consejo que da lleva a bien, no recibe otras gracias sino que hizo su deber en dar buen conse­jo; y si el consejo no resulta bien, siempre queda el consejero avergonzado. Por lo tanto, este con­sejo en que hay muchos temores y muchos peli­gros, agradaríame en el alma si pudiese evitar de darlo. Mas pues queréis que os aconseje y no lo puedo evitar, os digo que mucho quisiera que su­pieseis lo que aconteció a un gallo con un zorro.
El conde le preguntó cómo había sido aquello.

-Señor conde -dijo Patronio-, un hombre te­nía una casa en la montaña, y entre las otras cosas que criaba en su casa, criaba muchas gallinas y muchos gallos. Sucedió que uno de aquellos ga­llos andaba un día alejado de su casa por un cam­po y andando muy descuidado, lo vio un zorro y vino muy escondidamente pensando tomarlo. Sin­tiólo el gallo y subióse a un árbol que estaba muy alejado de los demás. Cuando el zorro entendió que el gallo estaba a salvo, le pesó mucho porque no lo podía tomar y discurrió de qué manera po­dría arreglárselas para cogerlo. Entonces se fue al árbol, y empezó a rogarle y halagarle y asegurarle que bajase a andar por el campo como solía. El gallo no lo quiso hacer. Cuando el zorro se dio cuenta de que con ningún halago lo podría enga­ñar, comenzó a amenazarlo diciéndole que pues de él no se fiaba, él se las compondría de manera que le ocurriese algún daño. El gallo, entendiendo que estaba a salvo, no hacía caso de sus amena­zas ni de sus seguridades.

Cuando el zorro vio que por todos estos me­dios no lo podría engañar, se fue contra el árbol y empezó a roer con los dientes y a dar en él gran­des golpes con la cola. El gallo tomó miedo sin razón, no entendiendo que aquel miedo que el zorro le metía no le podía dañar. Se espantó en balde y quiso huir a los otros árboles en que creía estar más seguro. No pudo llegar al monte, mas llegó a otro árbol. Y cuando el zorro entendió que tomaba miedo sin razón, fue tras él, y así lo hizo volar de árbol en árbol hasta que lo sacó del monte, lo cogió y se lo comió.

Y vos, señor conde Lucanor, ya que tantas gran­des cosas habéis de pasar y para ello debéis estar preparado, es menester que nunca toméis miedo sin razón, ni os espantéis en balde por amenaza ni por dichos de nadie ni fiéis en algo de que os pueda sobrevenir gran daño ni gran peligro. Luchad siempre por defender los lugares más aleja­dos de vuestra tierra y no creáis que un hombre como vos, teniendo gente y víveres, por no hallar­se en lugar muy fortificado podría correr peligro alguno. Pues si con miedos y con recelos baldíos dejáis los lugares más apartados de vuestra tierra, tened por seguro que así os irán llevando de lugar en lugar, hasta que os hagan salir del todo; pues cuanto vos y los vuestros mayor miedo y mayor desmayo mostrareis dejando vuestros lugares, tan­to más se esforzarán vuestros contrarios por toma­ros lo vuestro. Y cuando vos y los vuestros veáis a vuestros contrarios más esforzados, tanto más desmayaréis; y así irá yendo el asunto hasta que no os quede nada en el mundo. Mas si bien porfiáis al principio, seguro estaréis, como estuvo el gallo si se hubiera quedado en el primer árbol. Y aun creo que convendría a todos los que tienen forta­lezas que supiesen este ejemplo, pues no se es­pantarían sin razón cuando les metiesen miedo con artificios, con cavas, con castillos de madera o con otras cosas semejantes pues nunca lo hacen sino por espantar a los sitiados. Y aun más os diré, para que veáis que os digo verdad: nunca se pudo ganar ningún lugar sino subiendo por el muro con escaleras o socavando el muro. Pero si el muro es alto no podrán llegar allá las escaleras; y para socavarlo, bien sabéis que necesitarán mucho tiem­po los que han de socavar. Así, todos los lugares que se toman es por alguna debilidad que tienen los sitiados o por miedo sin motivo. Y ciertamen­te, señor conde, los que son como vos, y aun los otros que no son de tan gran estado antes de empezar el asunto lo debéis pesar, e ir a él con mucho cuidado, sin poder ni deber evitarlo. Mas cuando en el pleito estuviereis, es menester que de nada cobréis espanto ni miedo sin razón, aun­que sólo debáis hacerlo porque es cierto que de los que se hallan en peligro, muchos más se sal­van defendiéndose que huyendo. Observad en que si un perrillo cualquiera, al que quiera matar un perro grande, se está quedo y regañando, muchas veces se salva; y por grande y fuerte que sea un perro, si huye, luego es cogido y muerto.

Al conde le agradó mucho todo esto que Patronio le dijo, hízolo así y se halló muy bien.

Y porque don Juan juzgó que era éste buen ejemplo, hízolo poner en este libro y compuso estos versos que dicen así:


No te espantes por algo sin razón;
mas defiéndete bien como varón.



Lo Paródico




“Lo Paródico no es hecho adrede: resulta de una degeneración o descenso de Lo Serio, como respecto de la religión, ese “descenso de una mística en política” que teorizaron Bergson y Péguy. De ahí que Lo Paródico no se puede atacar directamente sin peligro de lastimar lo que está detrás de esa corteza o ese tejido adiposo. Hay que usar las emanaciones radiactivas del humorismo”.


(P. Leonardo Castellani, Lo paródico, “Seis ensayos y tres cartas”, Ediciones Dictio, págs. 83-83)

El amor a los enemigos...



Los frutos del árbol del Vaticano Segundo



Hay ciertas regiones de África donde los animales comen una fruta llamada marula, que cae de los árboles y se fermenta, por lo cual su contenido de alcohol tiene efectos embriagadores (también se prepara un licor y una cerveza con esa fruta) para los animales que ingieren grandes cantidades.
Los frutos que se caen del Vaticano II caen podridos y suelen tener estos efectos, previos a la muerte de los que no han sido capaces de ir a comer frutos de otro árbol más sano.

Enredos de palabras


Este es el nivel de entendimiento que podrían tener un católico de la tradición y un conciliar o modernista, de ponerse a discutir.
“¿Cómo podemos entendernos con esa gente?” (Mons. Lefebvre)

Poniendo estaba la gansa



La gansa es Ingrid Beck, periodista judía directora de esa bazofia inmunda llamada “Barcelona”, pasquín del mismo estilo que “Charlie Hebdo” que pretende ser satírico pero que en verdad no es otra cosa que un fermentado de suciedad grasienta, pornografía, anticatolicismo purulento, chistes cloacales e izquierdismo resentido. En entrevista que le hizo la periodista judía Olga Jeczmyk, dijo esta miserable escriba: “Se puede hacer sátira con todos los temas. No hay límites. Nosotros no nos ponemos límites”. Se recuerda aún la ridiculización que en directo le propinó otro periodista, el judío (están en todas) Feinmann. Ahora, “Barcelona” acaba de perder un juicio que le inició la Sra. Cecilia Pando, activista que defiende los derechos de los militares que pelearon contra el terrorismo marxista en los años ’70 y hoy sufren la venganza de los politiqueros demócratas y progresistas. A raíz de esto la prensa masiva, defensora de la sacrosanta “libertad de expresión” ha puesto el grito en el cielo. Pero esto sienta un buen precedente y es un agradable golpe propinado hacia un pasquín que debería ser quemado en una plaza pública y con televisación en directo, para escarmiento de los “librepensadores” o más bien “libres prensadores” que persiguen a los que defienden la libertad de la verdad.


Pensamientos despeinados – Stanislaw Jerzy Lec






La estupidez no dispensa de pensar.

¡Ojalá tuviera tantos oyentes como escuchas!

Al derribar las estatuas, respetad los pedestales. Siempre pueden ser útiles.

¿Quieres ahogar la voz de tu corazón? Conquista el aplauso de la multitud.

Cuando griten: “¡Viva el progreso!”, pregunta siempre: “¿El progreso de qué?”.

Algunos ven por los ojos como por una mirilla.

Lleva un estandarte con colores de camuflaje.

Habla sabiamente, el enemigo escucha.

El mundo no está loco en absoluto, aunque no está hecho para la gente normal. Está hecho para los normalizados.

En la selva llevan cascos cubiertos con una red de camuflaje con hojas trenzadas. Yo llevo gorro frigio cosido con cascabeles de bufón.

Cada clase tiene su propia burguesía.


No debes aserrar la rama sobre la que te sientas, a menos que quieran colgarte de ella.

Hasta su silencio tenía errores de lenguaje.

viernes, 6 de mayo de 2016

Cuentos perdidos por ahí


EL CONDE LUCANOR
EJEMPLO XXVI
De lo que aconteció al árbol de la Mentira




Don Juan Manuel



Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo así:

-Patronio, sabed que estoy muy disgustado y dolido con unos hombres que me malquieren y son tan revoltosos y embusteros, que nunca hacen otra cosa sino mentir a mí y a todos los de­más con quienes han de hacer o decidir algo; y las mentiras que dicen las saben tan bien adornar y aprovecharse de ellas que me causan gran daño. Ellos aumentan su poderío y enfurecen a la gente contra mí. Bien podéis creer que si yo quisiera obrar de la misma manera, lo sabría hacer tan bien como ellos; mas porque yo sé que la mentira es de mala condición nunca me pagué de ella; y aho­ra, por el buen entendimiento que tenéis os ruego que me aconsejéis qué actitud he de tomar con estos hombres.

-Señor conde -dijo Patronio-, la Mentira y la Verdad se unieron en compañía y después que estuvieron así un tiempo, la Mentira, que es más acuciosa, dijo a la Verdad que sería bueno que plantasen un árbol del que tuviesen frutos y pudiesen estar a su sombra cuando hiciese calor. Y la Verdad, como es cosa sencilla y de buena vo­luntad, dijo que le agradaba.
Cuando el árbol estuvo plantado y empezó a crecer, dijo la Mentira a la Verdad que cada una de ellas tomase su parte de aquel árbol. La Menti­ra, dándole a entender con vivas y compuestas razones que la raíz es lo que da la vida y sostén al árbol y que es mejor cosa y de mayor provecho, aconsejó a la Verdad que tomase las raíces del árbol que están bajo tierra. Que ella se aventuraría a tomar aquellas ramillas que iban a salir y están sobre tierra, aunque era muy peligroso, porque estaban expuestas a ser cortadas u holladas por los hombres, roídas por las bestias o destrozadas por las aves con sus picos, con sus garras o con sus patas. Podía secarlas el gran calor o quemarlas la helada; y que de todos estos peligros no tenía que sufrir ninguno la raíz. Cuando la Verdad oyó todas estas razones, como en ella no hay mucha astucia y confía y cree mucho, se fió en la Mentira, su compañera, y tuvo por verdad lo que le decía, creyendo que la Mentira la aconsejaba bien y que recibía muy buena parte. Tomó la raíz del árbol y quedó muy contenta con aquella parte. Después que la Mentira hubo llevado esto a cabo, quedó muy alegre por el engaño que había hecho a su compañera, diciéndole mentiras hermosas y com­puestas.

Maçã pura



La verdad objetiva de una neo secta tradi-resistente




Nueva secta obtiene victoria en México


Misión cardocista: foto grupal.

Una Radio muy seria




De vez en cuando Radio Cerianidad hace una pausa en sus devotísimas devociones para expeler a manera de catarsis algunos artículos de los columnistas destacados y exclusivos de su elenco estable. Es el caso del tal Osko, a quien nos ha bastado leer alguna que otra vez en el pasado para no gustar de repetir la experiencia. Es que el agitado columnista escribe muy mal, vivamente excitado por sus aversiones que lo aquejan y perturban su mollera, al punto de hacerle arrojar violentamente por la pluma (más bien por el teclado) su contenido estomacal, por cierto que muy pródigo. De manera tal que no nos sumergimos en el análisis del contenido –faltos como estamos de barbijos- de la nota que mentamos. Alguien nos dice que se trata otra vez del sedevacantismo, que resuelve todas las paradojas y oscuridades del misterio de iniquidad de un plumazo, desde luego, con arrogancia y jactancia, pues francamente no conocemos sedevacantistas "moderados", sino más bien fanáticos que tratan de imponer sus "inobjetables" opiniones a todo el mundo ignorante que los rodea. Pero en fin, lo que sí queremos dar es un indicativo acerca de la “seriedad” de la tal Radio y sus artículos, pues a pesar de sus fervorosas “ironías” pretende ser muy seria, y de lo que decimos –su falta de seriedad- da cuenta la imagen que reproducimos, donde se pretende ilustrar el artículo con fotos de Francisco y Benedicto ambos haciendo con sus manos los diabólicos cuernitos.

Pues bien, la fotografía de Francisco con tal gesto es verdadera, pero la fotografía de Benedicto es falsa. Y no es que queramos hacer la defensa de un papa modernista como Benedicto, sino que simplemente no creemos que se deba hacer uso de la falsedad por más buena que sea la causa por nosotros defendida. Debajo podemos ver la verdarera foto de Benedicto, sin el trucaje de Photoshop realizado por quienes son en realidad los enemigos del Papado, sin importales quién sea el pontífice. Esa imagen ha sido muy utilizada en su momento por los protestantes y pseudo-conspiranoicos. Desde luego, ahora con Francisco no necesitan de truco alguno pues éste facilita su labor destructiva. Pero sería bueno que quienes se dedican a defender supuestamente la causa católica, y se dicen portadores de la espada de la verdad, se valgan realmente de la verdad, y no de todo lo que sirva para sus fines, creyendo que el fin justifica los medios.

Ahora que si quieren dedicarse al humor, deberían avisar, así ningún despistado los lee creyendo que son verdaderamente serios…


 Foto sin trucos.

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