El
Dr. Cide Ben Trovato nos envía un informe que ha elaborado recientemente,
sintetizando de acuerdo a su observación los diversos síndromes, desviaciones y
enfermedades que a su criterio suelen cundir en las filas tradicionalistas católicas,
llevando a distorsionar –por exceso o defecto- el verdadero sentido de la
Tradición católica.
Nos
aclara el Dr. Trovato que ningún católico de la Tradición está totalmente
inmune a la posibilidad de contagiarse alguno o varios de estos síndromes -de
hecho hay varios que actúan combinados y se retroalimentan-, pero también nos
tranquiliza diciendo que padecer de vez en cuando de alguno de estos síntomas
no equivale a haber contraído la enfermedad, en tanto los síntomas no se hayan
vuelto dominantes en la persona. Pero el mayor peligro reside en que una vez
que uno de estos síntomas ha dominado a un católico, a éste le resulta muy
difícil darse cuenta de ello, por lo que se debe estar atento a las primeras
señales. La atención, señala el Dr. Trovato, es fundamental no sólo en esto, ya
que la vida del católico es un combate permanente contra enemigos de afuera
pero, mucho más peligroso, es el enemigo de adentro.
Agrega
también nuestro amigo –y nosotros con él- que en todos los caracterizados hay
actitudes dignas y sentido de la nobleza, y no están exentos de verdades y, a
veces, esfuerzos personales. Son hombres valiosos que dividen fuerzas en un
combate atroz. Aunque todo ello no basta para sobreponerse a un contagio
generalizado que cada vez parece extenderse más y que a través del engaño y la
confusión puede desviarlos del buen camino hasta costarles muy caro, habiendo
muchos que actualmente rinden las armas y buscan negociar con el enemigo o se
vuelven cómodos y burgueses bajo el plácido “paraguas” de la Nueva FSSPX.
No
podíamos, finalmente, dejar de pedirle al Dr. la “vacuna” contra todas estas
afecciones, pero muy prudentemente el Dr. nos dice que no siendo él sacerdote,
sólo se permite dar una sencilla opinión, aunque puede estar equivocado. Dice
él que algunos caen porque su oración no da frutos, pues no se mortifican.
Otros, se han vuelto puramente exteriores en su religiosidad, y aunque tienen
muchas devociones, han perdido el amor a la verdad y ya no odian el error.
Otros, conocen la verdad pero no son humildes, lo cual los termina desviando
del camino. Pero para reconocer la verdad se requiere la humildad porque la
primera verdad es acerca de sí mismo. “Explorar la verdad en toda su
complejidad, necesita de momentos en que confesemos nuestra ignorancia, en los
que francamente admitamos estar equivocados, no haber sido francos o estar
dominados por los prejuicios. Tales admisiones son penosas, pero realmente
enriquecen el carácter, tanto como lo empobrecen nuestros contactos con la falsedad”
(Mons. Fulton Sheen). El orgullo es lo que nos hace caer en la irrealidad, en
la oscuridad “luminosa” de las fantasías. Y lo mismo ha ocurrido a nivel
institucional. Como dice Monseñor Straubinger: “El orgullo no es solamente
la ruina de las virtudes sino también de
los reinos. El orgullo, dice el Papa Inocencio III, derribó la torre de Babel,
confundió las lenguas, derrotó a Goliat, levantó el cadalso de Amán, dio muerte
a Nicanor, hirió a Antíoco, sumergió a Faraón y mató a Senaquerib”. Y dice
Santa Teresita: “Jesús no pide grandes obras, sino solamente abandono y
agradecimiento”. Pero hay sacerdotes que hablan y disertan sobre esta pequeña
gran santa y luego muestran su orgullo institucional y su acomodamiento con una
situación que parecería lujosa para cualquier santo. ¡Ah, si imitáramos a los
santos, más que hablar de ellos! Amor a la mortificación, al desdén, al rechazo
de los hombres que Dios nos da porque entonces eso nos libera para recibir y
reconocer la verdad. El que deja de mendigar a Dios –porque ya se empieza a
sentir que es “rico” de algo- ése está preparado para caer si no toma pronto
recaudos. Todas las herejías, todas las faltas, todas las caídas vienen por el
orgullo. Pero si somos humildes seremos verdaderos y “la verdad nos hará libres”.
Entonces nuestras excentricidades serán notas de nuestra santidad, y no de esa
extraña forma de confusión y locura que hoy cunde por todas partes.
Listado
general: Burbujismo (o Trumanismo) - Conviccionitis
– Dimondismo - Felleísmo - Legalismo – Politicalismo - Primacionismo – Valenticosis.
Burbujismo
(o Trumanismo):
Corresponde a los que bien pueden ser llamados “tradis de burbuja”. Son fieles,
seminaristas y sacerdotes muy jóvenes que nacieron en familias de la Tradición
católica y siempre vivieron y se movieron en ese ambiente. Protegidos de todo
contacto con el resto del mundo –a la manera del protagonista de la película
“The Truman Show”- para ellos todo funciona bien en la “Frater” y sólo deben
obedecer a “Papá Fellay”. Como no han tenido que luchar por la verdad en sí
mismos, ni convertirse, y todo lo han recibido en bandeja, esa facilidad y
sobreprotección los ha “blindado” para mal, manteniéndolos como en una burbuja
fuera del contacto con la realidad donde podrían haber conocido las acechanzas
del error y de ese modo verse obligados a revisar y pulir su propia forma de
vivir la fe. Su natural bondad es posible que deforme en bonachería porque no
está fogueada ni ha pasado la fragua de la contradicción. De allí que sean los
más irascibles contra los disidentes de la Resistencia que les señalan verdades
que no se animan o no pueden ver, pues tienen una visión idealizada del mundo
de la Tradición y sus superiores que nadie puede hacerles variar, excepto una
gran catástrofe o un sincero deseo de la verdad (pero este último no les ha
sido inculcado nunca). Les falta la “mujer” que ayudó a abrir los ojos a Truman
de la película para, conociendo la verdad, al fin escapar de su mundo de ensueños.
¿Será al fin la Sma. Virgen? Conforman la línea-media
de la Fraternidad San Pío X. Su Trumanismo
los ha hecho caer en el Felleísmo
y por lo tanto están resabiados de Liberalismo.
Conviccionitis:
Los que padecen esta enfermedad son quienes levantan y despliegan las banderas
de sus convicciones (de sus buenas convicciones católicas) en todo tiempo,
lugar y circunstancia, así sea en el desayuno o al hablar con un niño pequeño.
Hacen ostentación de un exhibicionismo orgulloso y si nadie los sigue, peor
para los demás, ellos allá se van solos con sus “banderas” porque “no pueden
hacer concesiones”. Les encantan las imágenes de caballeros con armadura,
escudo y espadas que van a las cruzadas. Deberían recordar de vez en cuando a San
Pedro que presumió de fiel y duro y al fin terminó acobardado por una mujer. Confunden
discreción o sentido de la oportunidad con entreguismo, y no conocen otra forma
de la comunicación más que el énfasis. Suelen hacer comentarios en los foros de
internet con textos en letras enteramente mayúsculas (como si estuvieran
gritando). Les gusta declamar su convicción a los cuatro vientos. Creen que la
dureza exterior es sinónimo de convicciones inquebrantables. Poseen agudeza
mental para ver rápidamente lo que está mal, pero no para todas las cosas. No
cuentan con el tiempo (que es de Dios): ellos no pueden esperar. Algunos
confunden valentía con bravuconería. Padecen juntamente de Valenticosis. Algunos son Sedevacantistas.
Otros se han marchado de la FSSPX, aunque vale aclarar que no todos los que la
han dejado padecen de este defecto, y muchos se han librado del Liberalismo gracias a su salida. No
debe generalizarse, entonces, acerca de esta salida, ya que ha habido distintas
formas y motivos para dejar la FSSPX. Muchos se vuelven sectarios y, como
tales, en constante beligerancia con quienes no se adhieren –con el mismo
prepotente entusiasmo- a la estrechez de sus miras y a sus definitivas y para
ellos indiscutibles conclusiones.
Dimondismo:
Los seguidores de los “Hnos. Dimond” no son numerosos pero se hacen notar por
su virulento fanatismo. Son antiliberales pero a la vez caen en la herejía
porque interpretan a su gusto la doctrina católica de la Iglesia (no aceptan el
Bautismo de sangre y deseo como siempre ha enseñado el Magisterio). Son
furiosos Sedevacantistas y
desprecian a quienes no lo son. Pueden ser llamados Puritanos, aunque tienen sus contradicciones. También tienen
influencia gnóstica.
Felleísmo:
Los que padecen libremente de esta enfermedad son liberales en distinto grado, algunos abiertamente acuerdistas, otros no, pero coinciden
todos en dar un respaldo injustificado y sólo basado en la obediencia ciega o
razones subjetivas a Monseñor Fellay y sus cómplices en la Nueva FSSPX. La gran
mayoría padecen también de Burbujismo.
Su principal característica es que siguen en todo a Mons. Fellay sin analizar
lo que hace, lo que dice o lo que piensa y expresa a través de sus
comunicaciones y entrevistas. El doble lenguaje de Fellay se les ha contagiado,
llevando a los Felleítas al
“doble-pensar” y la aceptación de la dialéctica hegeliana. No aceptan un
razonamiento claro y frontal: lo rechazan ipso
facto. Dan argumentos retorcidos y laberínticos para excusar la traición de
su Jefe. La obediencia ciega los ha convertido en línea media, algo de lo que antes se jactaban de no ser.
Probablemente esa jactancia tan orgullosa es lo que los haya hecho caer,
algunos gravemente en el Fariseísmo,
llegando a cometer faltas a la caridad y en algunos casos muy graves. Como
dijimos, muchos de ellos son Trumanianos
y otros, Legalistas. Suelen ser
estos los que acusan de “Opinionitis” a los fieles que osan reflexionar y
verter su opinión en temas donde debería reinar la libertad de opinión.
Legalismo:
Son acuerdistas indisimulados. Dentro o fuera de la FSSPX, son los que buscan,
esperan o sueñan con un acuerdo para el reingreso de la Fraternidad (y por la
tanto la Tradición) a la Roma conciliar (ellos no la llaman así) y se fundamentan
en cuestiones leguleyas: Roma le dio a la FSSPX lo que pedía y entonces ya no
hay “estado de necesidad”. Creen ingenuamente (debido a su resabio de Liberalismo) que la FSSPX puede ayudar
a Roma a volver a ser del todo católica. Son muy pro-Benedicto XVI y apoyaron
desde la primera hora las engañosas medidas como el Motu proprio y el
levantamiento de las excomuniones. Como los Felleítas, suelen citar a Monseñor Lefebvre antes de 1988. No hay
razonamiento que acepten para entender la actual situación catastrófica de la
Fraternidad y de Roma, y para todo se valen, como los Felleítas, de argumentos rebuscados, improcedentes e irreales pero
que fundamentan en cuestiones legales. Son Liberales
que se ven a sí mismos como tradicionalistas. Suelen acusar a los resistentes
(a quienes llaman recalcitrantes, rebeldes u otras cosas semejantes) de mala
intención o estrechez mental, aunque nunca son capaces de rebatir sus
argumentos y sus pruebas.
Politicalismo
(Peronistas,
Disandristas, Nacionalistas, etc): Los hay en
la línea media conservadora de la Iglesia oficial y los hay en la línea media
de la FSSPX. Los primeros son más firmes difusores de la doctrina política pero
en su mayoría son papólatras, aunque con Francisco se han dividido bastante.
Los segundos son en gran parte sedevacantistas, y suelen subordinar la religión
a la política o sus sentimientos y convicciones vinculados a ésta. No les hace
mucha mella la actual crisis que atraviesa la FSSPX y no suelen tomar partido.
Hay también algunos que son acuerdistas. Todo lo refieren en términos de
estrategia y táctica política. Gustan de esgrimir con sus “espadas flamígeras”
en las mesas de café.
Primacionismo:
Los Primacionistas siempre se ubican
en los de la “primera hora”. Si hubo un desvío o una traición en la FSSPX a la
obra de Mons. Lefebvre, ellos fueron sin dudas los primeros en advertirlo y, en
consecuencia, sospechan de todo aquel que no advirtió las cosas a la vez que
ellos. Su “primogenitura” les da “derechos”, en este caso a criticar lapidariamente
a los recién llegados –o recién huidos-, convencidos de la incuestionabilidad e
impecabilidad de su juicio. La menor mota de polvo o mancha en una declaración
de los “recientes” los torna sospechosos de traición, de blandura o de
imbecilidad. Comparten asiento con algunos “super-tradis” que confunden
gravedad o seriedad con solemnidad o agresividad hirientes. El sentido del
humor no es su fuerte y cuando quieren recurrir a él muestran la saña venenosa
que a nadie divierte. Algunos son también Sedevacantistas.
Generalmente son los mismos que se ven afectados de Conviccionitis.
Valenticosis:
Quien la padece confunde hormonas con valentía. Cree que ser militante equivale
a ser “pendenciero”; imagina que ser guerrero equivale a ser “guapo”. Para ampliar
ver Conviccionitis y Primacionismo, con quienes comparte
características.