“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


sábado, 31 de agosto de 2013

MUNDO TRADI




El Dr. Cide Ben Trovato nos envía un informe que ha elaborado recientemente, sintetizando de acuerdo a su observación los diversos síndromes, desviaciones y enfermedades que a su criterio suelen cundir en las filas tradicionalistas católicas, llevando a distorsionar –por exceso o defecto- el verdadero sentido de la Tradición católica.

Nos aclara el Dr. Trovato que ningún católico de la Tradición está totalmente inmune a la posibilidad de contagiarse alguno o varios de estos síndromes -de hecho hay varios que actúan combinados y se retroalimentan-, pero también nos tranquiliza diciendo que padecer de vez en cuando de alguno de estos síntomas no equivale a haber contraído la enfermedad, en tanto los síntomas no se hayan vuelto dominantes en la persona. Pero el mayor peligro reside en que una vez que uno de estos síntomas ha dominado a un católico, a éste le resulta muy difícil darse cuenta de ello, por lo que se debe estar atento a las primeras señales. La atención, señala el Dr. Trovato, es fundamental no sólo en esto, ya que la vida del católico es un combate permanente contra enemigos de afuera pero, mucho más peligroso, es el enemigo de adentro.

Agrega también nuestro amigo –y nosotros con él- que en todos los caracterizados hay actitudes dignas y sentido de la nobleza, y no están exentos de verdades y, a veces, esfuerzos personales. Son hombres valiosos que dividen fuerzas en un combate atroz. Aunque todo ello no basta para sobreponerse a un contagio generalizado que cada vez parece extenderse más y que a través del engaño y la confusión puede desviarlos del buen camino hasta costarles muy caro, habiendo muchos que actualmente rinden las armas y buscan negociar con el enemigo o se vuelven cómodos y burgueses bajo el plácido “paraguas” de la Nueva FSSPX.

No podíamos, finalmente, dejar de pedirle al Dr. la “vacuna” contra todas estas afecciones, pero muy prudentemente el Dr. nos dice que no siendo él sacerdote, sólo se permite dar una sencilla opinión, aunque puede estar equivocado. Dice él que algunos caen porque su oración no da frutos, pues no se mortifican. Otros, se han vuelto puramente exteriores en su religiosidad, y aunque tienen muchas devociones, han perdido el amor a la verdad y ya no odian el error. Otros, conocen la verdad pero no son humildes, lo cual los termina desviando del camino. Pero para reconocer la verdad se requiere la humildad porque la primera verdad es acerca de sí mismo. “Explorar la verdad en toda su complejidad, necesita de momentos en que confesemos nuestra ignorancia, en los que francamente admitamos estar equivocados, no haber sido francos o estar dominados por los prejuicios. Tales admisiones son penosas, pero realmente enriquecen el carácter, tanto como lo empobrecen nuestros contactos con la falsedad” (Mons. Fulton Sheen). El orgullo es lo que nos hace caer en la irrealidad, en la oscuridad “luminosa” de las fantasías. Y lo mismo ha ocurrido a nivel institucional. Como dice Monseñor Straubinger: “El orgullo no es solamente la  ruina de las virtudes sino también de los reinos. El orgullo, dice el Papa Inocencio III, derribó la torre de Babel, confundió las lenguas, derrotó a Goliat, levantó el cadalso de Amán, dio muerte a Nicanor, hirió a Antíoco, sumergió a Faraón y mató a Senaquerib”. Y dice Santa Teresita: “Jesús no pide grandes obras, sino solamente abandono y agradecimiento”. Pero hay sacerdotes que hablan y disertan sobre esta pequeña gran santa y luego muestran su orgullo institucional y su acomodamiento con una situación que parecería lujosa para cualquier santo. ¡Ah, si imitáramos a los santos, más que hablar de ellos! Amor a la mortificación, al desdén, al rechazo de los hombres que Dios nos da porque entonces eso nos libera para recibir y reconocer la verdad. El que deja de mendigar a Dios –porque ya se empieza a sentir que es “rico” de algo- ése está preparado para caer si no toma pronto recaudos. Todas las herejías, todas las faltas, todas las caídas vienen por el orgullo. Pero si somos humildes seremos verdaderos y “la verdad nos hará libres”. Entonces nuestras excentricidades serán notas de nuestra santidad, y no de esa extraña forma de confusión y locura que hoy cunde por todas partes.

Listado general: Burbujismo (o Trumanismo) - Conviccionitis – Dimondismo - Felleísmo - Legalismo – Politicalismo - Primacionismo – Valenticosis.




Burbujismo (o Trumanismo): Corresponde a los que bien pueden ser llamados “tradis de burbuja”. Son fieles, seminaristas y sacerdotes muy jóvenes que nacieron en familias de la Tradición católica y siempre vivieron y se movieron en ese ambiente. Protegidos de todo contacto con el resto del mundo –a la manera del protagonista de la película “The Truman Show”- para ellos todo funciona bien en la “Frater” y sólo deben obedecer a “Papá Fellay”. Como no han tenido que luchar por la verdad en sí mismos, ni convertirse, y todo lo han recibido en bandeja, esa facilidad y sobreprotección los ha “blindado” para mal, manteniéndolos como en una burbuja fuera del contacto con la realidad donde podrían haber conocido las acechanzas del error y de ese modo verse obligados a revisar y pulir su propia forma de vivir la fe. Su natural bondad es posible que deforme en bonachería porque no está fogueada ni ha pasado la fragua de la contradicción. De allí que sean los más irascibles contra los disidentes de la Resistencia que les señalan verdades que no se animan o no pueden ver, pues tienen una visión idealizada del mundo de la Tradición y sus superiores que nadie puede hacerles variar, excepto una gran catástrofe o un sincero deseo de la verdad (pero este último no les ha sido inculcado nunca). Les falta la “mujer” que ayudó a abrir los ojos a Truman de la película para, conociendo la verdad, al fin escapar de su mundo de ensueños. ¿Será al fin la Sma. Virgen? Conforman la línea-media de la Fraternidad San Pío X. Su Trumanismo los ha hecho caer en el Felleísmo y por lo tanto están resabiados de Liberalismo.

Conviccionitis: Los que padecen esta enfermedad son quienes levantan y despliegan las banderas de sus convicciones (de sus buenas convicciones católicas) en todo tiempo, lugar y circunstancia, así sea en el desayuno o al hablar con un niño pequeño. Hacen ostentación de un exhibicionismo orgulloso y si nadie los sigue, peor para los demás, ellos allá se van solos con sus “banderas” porque “no pueden hacer concesiones”. Les encantan las imágenes de caballeros con armadura, escudo y espadas que van a las cruzadas. Deberían recordar de vez en cuando a San Pedro que presumió de fiel y duro y al fin terminó acobardado por una mujer. Confunden discreción o sentido de la oportunidad con entreguismo, y no conocen otra forma de la comunicación más que el énfasis. Suelen hacer comentarios en los foros de internet con textos en letras enteramente mayúsculas (como si estuvieran gritando). Les gusta declamar su convicción a los cuatro vientos. Creen que la dureza exterior es sinónimo de convicciones inquebrantables. Poseen agudeza mental para ver rápidamente lo que está mal, pero no para todas las cosas. No cuentan con el tiempo (que es de Dios): ellos no pueden esperar. Algunos confunden valentía con bravuconería. Padecen juntamente de Valenticosis. Algunos son Sedevacantistas. Otros se han marchado de la FSSPX, aunque vale aclarar que no todos los que la han dejado padecen de este defecto, y muchos se han librado del Liberalismo gracias a su salida. No debe generalizarse, entonces, acerca de esta salida, ya que ha habido distintas formas y motivos para dejar la FSSPX. Muchos se vuelven sectarios y, como tales, en constante beligerancia con quienes no se adhieren –con el mismo prepotente entusiasmo- a la estrechez de sus miras y a sus definitivas y para ellos indiscutibles conclusiones.

Dimondismo: Los seguidores de los “Hnos. Dimond” no son numerosos pero se hacen notar por su virulento fanatismo. Son antiliberales pero a la vez caen en la herejía porque interpretan a su gusto la doctrina católica de la Iglesia (no aceptan el Bautismo de sangre y deseo como siempre ha enseñado el Magisterio). Son furiosos Sedevacantistas y desprecian a quienes no lo son. Pueden ser llamados Puritanos, aunque tienen sus contradicciones. También tienen influencia gnóstica.

Felleísmo: Los que padecen libremente de esta enfermedad son liberales en distinto grado, algunos abiertamente acuerdistas, otros no, pero coinciden todos en dar un respaldo injustificado y sólo basado en la obediencia ciega o razones subjetivas a Monseñor Fellay y sus cómplices en la Nueva FSSPX. La gran mayoría padecen también de Burbujismo. Su principal característica es que siguen en todo a Mons. Fellay sin analizar lo que hace, lo que dice o lo que piensa y expresa a través de sus comunicaciones y entrevistas. El doble lenguaje de Fellay se les ha contagiado, llevando a los Felleítas al “doble-pensar” y la aceptación de la dialéctica hegeliana. No aceptan un razonamiento claro y frontal: lo rechazan ipso facto. Dan argumentos retorcidos y laberínticos para excusar la traición de su Jefe. La obediencia ciega los ha convertido en línea media, algo de lo que antes se jactaban de no ser. Probablemente esa jactancia tan orgullosa es lo que los haya hecho caer, algunos gravemente en el Fariseísmo, llegando a cometer faltas a la caridad y en algunos casos muy graves. Como dijimos, muchos de ellos son Trumanianos y otros, Legalistas. Suelen ser estos los que acusan de “Opinionitis” a los fieles que osan reflexionar y verter su opinión en temas donde debería reinar la libertad de opinión.

Legalismo: Son acuerdistas indisimulados. Dentro o fuera de la FSSPX, son los que buscan, esperan o sueñan con un acuerdo para el reingreso de la Fraternidad (y por la tanto la Tradición) a la Roma conciliar (ellos no la llaman así) y se fundamentan en cuestiones leguleyas: Roma le dio a la FSSPX lo que pedía y entonces ya no hay “estado de necesidad”. Creen ingenuamente (debido a su resabio de Liberalismo) que la FSSPX puede ayudar a Roma a volver a ser del todo católica. Son muy pro-Benedicto XVI y apoyaron desde la primera hora las engañosas medidas como el Motu proprio y el levantamiento de las excomuniones. Como los Felleítas, suelen citar a Monseñor Lefebvre antes de 1988. No hay razonamiento que acepten para entender la actual situación catastrófica de la Fraternidad y de Roma, y para todo se valen, como los Felleítas, de argumentos rebuscados, improcedentes e irreales pero que fundamentan en cuestiones legales. Son Liberales que se ven a sí mismos como tradicionalistas. Suelen acusar a los resistentes (a quienes llaman recalcitrantes, rebeldes u otras cosas semejantes) de mala intención o estrechez mental, aunque nunca son capaces de rebatir sus argumentos y sus pruebas.

Politicalismo (Peronistas, Disandristas, Nacionalistas, etc): Los hay en la línea media conservadora de la Iglesia oficial y los hay en la línea media de la FSSPX. Los primeros son más firmes difusores de la doctrina política pero en su mayoría son papólatras, aunque con Francisco se han dividido bastante. Los segundos son en gran parte sedevacantistas, y suelen subordinar la religión a la política o sus sentimientos y convicciones vinculados a ésta. No les hace mucha mella la actual crisis que atraviesa la FSSPX y no suelen tomar partido. Hay también algunos que son acuerdistas. Todo lo refieren en términos de estrategia y táctica política. Gustan de esgrimir con sus “espadas flamígeras” en las mesas de café.

Primacionismo: Los Primacionistas siempre se ubican en los de la “primera hora”. Si hubo un desvío o una traición en la FSSPX a la obra de Mons. Lefebvre, ellos fueron sin dudas los primeros en advertirlo y, en consecuencia, sospechan de todo aquel que no advirtió las cosas a la vez que ellos. Su “primogenitura” les da “derechos”, en este caso a criticar lapidariamente a los recién llegados –o recién huidos-, convencidos de la incuestionabilidad e impecabilidad de su juicio. La menor mota de polvo o mancha en una declaración de los “recientes” los torna sospechosos de traición, de blandura o de imbecilidad. Comparten asiento con algunos “super-tradis” que confunden gravedad o seriedad con solemnidad o agresividad hirientes. El sentido del humor no es su fuerte y cuando quieren recurrir a él muestran la saña venenosa que a nadie divierte. Algunos son también Sedevacantistas. Generalmente son los mismos que se ven afectados de Conviccionitis.

Valenticosis: Quien la padece confunde hormonas con valentía. Cree que ser militante equivale a ser “pendenciero”; imagina que ser guerrero equivale a ser “guapo”. Para ampliar ver Conviccionitis y Primacionismo, con quienes comparte características.
  
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