“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


sábado, 16 de mayo de 2015

El hombre más feliz del mundo



Estudian al “hombre más feliz” para saber cuánto vale la felicidad


Es el monje budista Matthieu Ricard. Los científicos ahora investigan cómo funciona su cerebro.
De acá 

El hombre más feliz del mundo es un monje budista llamado Matthieu Ricard. Empieza el día sentado en una pradera frente a su ermita de Nepal y contempla cientos de kilómetros de picos himalayos que relucen frente a él bajo el sol naciente.

En los últimos 40 años, Ricard ha dedicado más de 10.000 horas a la meditación: es el máximo practicante de lo que ahora se conoce como “mindfulness”, la capacidad intrínseca de la mente de estar presente y consciente en un momento determinado. Cuando no mira las cumbres del Himalaya, es probable encontrar a Ricard en las salas de directorio y las cenas de los ricos y famosos. Desde que fue diagnosticado como el “hombre más feliz” en 2008 –tras días de estudios cerebrales en el Laboratorio de Neurociencias Afectivas de la Universidad de Wisconsin– es motivo de fascinación para los poderosos.

Resolver el problema de la felicidad humana ahora figura firmemente en la agenda de los líderes mundiales gracias a Ricard, los científicos que midieron sus ondas cerebrales y economistas como Richard Layard.

Con sus túnicas marrones y naranjas, Ricard se destaca en las reuniones de enero del Foro Económico Mundial en Davos, donde participa regularmente. Conduce allí sesiones de meditación para los capitanes de la industria, académicos ganadores de premios Nobel y jefes de Estado antes de que comiencen sus deliberaciones, y después se une a ellos para debatir la “Economía de la Felicidad”.

Ricard les interesa a quienes gobiernan el planeta hoy tal como los animales exóticos de las tierras lejanas entusiasmaban a las cortes y los reyes en el pasado. Al igual que esas bestias, su mente fuera de lo común encarna la perspectiva de riqueza y poder nuevos. La felicidad humana, concepto abstracto y tema de debate filosófico desde la época de los antiguos griegos, ahora es un commodity.

Vender ideas de felicidad es parte de la vida moderna y la clave para el marketing de bienes de consumo, desde los suplementos vitamínicos a los autos y los iPhone. Pero hasta ahora, la felicidad en sí es escurridiza por definición. La promesa del trabajo que se hizo espiando el interior del cerebro de Ricard es que la felicidad ya no sea un continente desconocido. Pronto las neurociencias y la psicología, en alianza con la economía social, habrán ubicado, definido y medido la felicidad.

Hasta hace poco, la única herramienta eficaz para medirla –como explica el cientista político Will Davies en un impactante libro nuevo, “La industria de la felicidad”– era el dinero. El valor de un objeto está determinado por la cantidad de dinero que la gente está dispuesta a pagar por él. Lo desagradable de un trabajo –cavar tumbas o recolectar residuos– puede medirse por cuánto hay que pagarle a la gente por hora para hacerlo. Los gobiernos usan estos principios de “medición de la felicidad”.

A ciertos economistas les gusta la simplicidad de reducir el sentimiento humano a consideraciones monetarias. Pero el método era torpe cuando se lo usaba para medir abstracciones como los sentimientos. Ahora, con el progreso de la ciencia de la psicología del comportamiento, aparecen nuevas herramientas. Los economistas, los antropólogos y los psicólogos unieron fuerzas impulsados por el interés de los negocios y la política.

Fuente: The Guardian y Clarín


 Y nosotros que creíamos que “el hombre más feliz del mundo” era Francisco…




Parece que nos equivocamos



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