“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


sábado, 19 de octubre de 2013

“Non lo sapevate un corno”


El Papa es infalible, pero no en todo... Cuando declara solemnemente las cosas de la fe, cosa que hace pocas veces, por cierto; pero pretender como hace muchísima gente aquí que todos los Papas o tal Papa particular son maravillas de inteligencia y de rectitud, hasta llegar a renunciar al propio sentido moral, cerrar los ojos ante un error y una iniquidad manifiesta, y dar como anticatólico, o poco católico, o no católico al que no puede cerrar los ojos así, al que no puede renunciar a su sentido moral, eso es inventar un nuevo dogma, eso es rendirse a una superstición, eso es morar en plena exterioridad.

Los romanos, que son muy religiosos y veneran mucho al Papa, también son muy inteligentes, inventaron una anécdota sobre la infalibilidad que se la colgaron a Pío XI. Contaban que el Papa se dormía por la mañana porque trabajaba de noche; y que buscó un viejito del Asilo San Michele para que le hiciera de sereno y lo despertara por la mañana a las ocho. Así que el primer día el viejito abrió la puerta y dijo: "Santísimo Padre, son las ocho y hay buen tiempo"; y el Papa contestó "Giá lo sapevo" (Ya lo sabía) y se levantó, Al otro día lo mismo: "Son las ocho y hay buen tiempo." "Giá lo sapevo." El tercer día ocurrió que el viejito mismo se durmió, — se levantó muy apurado y fue corriendo a despertar al Papa; y con el apuro y la costumbre le dijo la misma fórmula: "Santísimo Padre, son las ocho y hay buen tiempo" y el Papa dijo: "Giá lo sapevo." Y entonces el viejo le dijo:

Non lo sapevate un corno: sono le dieci e piove a finimondo ("No lo sabía un cuerno: son las diez y está diluviando.").

En otros tiempos, cuando el Papa se equivocaba, los Santos de aquel tiempo le decían tranquilamente: "Non lo sapevate un corno"; y el Papa mismo rogaba que se lo dijeran. Había más caridad. Había comunión. Había espíritu franciscano. El Papa Pío XII, v.gr., dijo: "El mundo actual necesita una inyección de espíritu franciscano; y también los franciscanos."


Padre Castellani, San Agustín y Nosotros, págs. 256-257, Ed. Jauja, 2000.



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