“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


lunes, 17 de agosto de 2015

Aceptación 1





 Mientras tanto, en la blogósfera folklórico-fellaycista…



Ah, quizá no esté de más repetir, para gente fácilmente susceptible, carente de sentido del humor y acostumbrada a enviar con toda ligereza personas al infierno (¡oh, condenadores seriales a un lado y otro de la blogósfera supertradi!), una vez más que “no existe, como se imaginan los pacifistas y los necios, la menor inconsecuencia entre amar a los hombres y combatir contra ellos, mientras se les combata noblemente y por una causa justa”, como dijo Chesterton. Por lo tanto no pasan por nuestro rasero del humor sino aquellos –con la intención que tengan, buena o mala qui lo sá- que antes a sí mismos se han embromado afirmando zonceras mayúsculas, sosteniendo incoherencias abismales, o  repudiando el sentido común, y todo eso trayendo como consecuencia el perjuicio para la Iglesia, para esta Iglesia militante que muchos pretenden transformar bobaliconamente en “dialogante” o “claudicante”. Por eso no podemos evitar que algún tarambana se acalore y lance palabrotas al ser chanceado, cuando ponemos en evidencia que aceptarían ponerse bajo el gobierno de los herejes modernistas, a los que piden tolerancia, pero a nosotros no nos toleran ni nos “aceptan como somos”. Nobleza obliga, no buscamos ser "aceptados" por quienes están en las antípodas de nuestro pensamiento, mas si se quiere combatirnos que se haga "noblemente y por una causa justa", como decía el genial Chesterton. Desde luego, las causas liberales o donde van mezcladas la verdad con el error están lejos de ser justas. Y la bastardía de la causa difícilmente suscite gestos nobles, o por lo menos una honesta sonrisa que reconozca el mérito ajeno. Pero dejemos que haya graznidos, cacareos o píos y salgamos fuera cargados con su improperio.  Muy dentro nuestro nadie puede sacarnos la sonrisa, y el deseo de dar la paz como la da Cristo.


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