Si estáis en compañía, admitid
buenamente los unos el modo de solazarse de los otros. El hombre que nunca bromea,
dice Santo Tomás, que no admite bromas y no favorece el juego o la distracción
ajena, es un incivil y es molesto para su prójimo. Es imposible vivir siquiera
un día con un hombre enteramente taciturno, decía Aristóteles.
A. D. Sertillanges, La vida intelectual