“Tengo
que conseguir mucha madera
Tengo que conseguir de donde pueda
Y cuando mi balsa esté lista partiré hacia la locura
Con mi balsa yo me iré a naufragar”.
Había
un hombre llamado P. Robinson
Crusoe. Vivía en una remota isla de Asia.
La Isla se llamaba Neofraternidad.
El
pobre hombre se sentía muy solo, tanto que había llegado a desesperar en busca
de compañía.
A
lo lejos, en el horizonte, el pobre P. Robinson veía un gran barco llamado
“Roma Conciliar”, cuyo capitán, François Bergoglio, le había enviado un mensaje
invitándolo a ser parte de la tripulación de la nave. Así dejaría de estar tan
solo y aislado.
Es
cierto que el barco estaba apestado, la plaga del SIDA hacía estragos, y viendo
las costumbres promiscuas de la mayoría de sus tripulantes, era difícil que el
P. Robinson pudiera no ser contagiado. Todos los días se veía morir gente sobre
la nave.
Pero
P. Robinson pensó que si había la “Sociedad de los Salvadores” reconocida por François Hollande, ¿por qué
los “neofraternitarios” no podrían estar bajo el amparo de François Bergoglio? ¿Y acaso debería él
pedirle un certificado de sanidad al capitán del barco? Si el capitán estaba contagiado, eso no
significaba que no pudiera transportar a P. Robinson y los solitarios
neo-fraternitarios. Ellos viajarían en un rincón de la nave, permaneciendo tal
como son, mientras el misericordiador Capitán François conducía el timón del
barco por los mares de la periferia del mundo.
Así
fue como, en medio de su desesperada soledad, P. Robinson escribió una larga
carta con todo tipo de razones para que todos apoyaran su deseo de salir de la
isla y ser parte de la tripulación del majestuoso barco romano. En vano se le
informó que no había cura para el SIDA, o que el capitán del barco y los
oficiales no hacían nada por curar la enfermedad, sino que más bien la
propagaban. En vano se le mostró que sobre el barco reinaban el caos, los
abusos, las injusticias, la mentira, la corrupción. P. Robinson no entendía
razones. Él miraba al horizonte y veía siempre al barco, tan imponente, que
parecía estar esperándolo. De hecho, un bote salvavidas fue procurado por el
capitán, y comenzó a acercarse a la isla.
¡Robinson
estaba salvado!
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La
historia verdadera, aún sin el final trágico que se avizora, puede leerse a
continuación:
ARTÍCULO DESCARADAMENTE ACUERDISTA DEL
DISTRITO DE ASIA DE LA FSSPX
LA UNIDAD DE FE CON EL PAPA FRANCISCO Y EL RECONOCIMIENTO CANÓNICO DE LA
FSSPX
FUENTE (comentarios en color rojo añadidos por NP)
En este artículo, publicado con el permiso de la Casa General de la
FSSPX en Menzingen, el P. Paul Robinson aborda la cuestión de si el Papa debe
tener la fe de un tradicionalista [nótese esta expresión “la fe de un tradicionalista”. Esta es
-simplemente- la fe católica] para que sea correcto para la FSSPX recibir de él el
reconocimiento canónico.
Introducción
En el debate acerca de si la FSSPX debe aceptar una prelatura personal
del pontificado del Papa Francisco, algunos han opinado que la FSSPX no debería
considerar si el reconocimiento canónico es oportuno o prudente; sino que más
bien, la verdadera pregunta que debería ser planteada es si la FSSPX y el Papa
Francisco comparten la misma finalidad y tienen la misma fe. De ser así,
entonces y sólo entonces podría ser correcto en principio, permitiéndonos
discernir si también es prudente.
La posición implícita de aquellos que expresan esta opinión, es que el
Papa Francisco no tiene la misma fe o la misma finalidad de la FSSPX, y por lo
tanto sería en principio un error aceptar el reconocimiento canónico bajo el
pontificado del Papa Francisco. No solo eso, sería ilógico, pues “establecer
unidad legal sin unidad real sería… contradictorio”.
Este artículo tratará de mostrar que, en principio, no es un error
aceptar el reconocimiento canónico de un Papa modernista, y también tratar de
determinar un criterio por el cual se puede determinar el grado en que la
colaboración con un Papa modernista es aceptable. Este artículo no considerará
si es prudente, en las circunstancias actuales, aceptar la prelatura personal
del Papa Francisco por parte de la FSSPX.
La Historia de la FSSPX
El primer hecho a destacar acerca de la posición mencionada es que va en
contra del espíritu que anima toda la historia de la FSSPX. Hagamos una breve
reseña de esa historia para ver que tal es el caso.
No parece muy difícil establecer que el Papa Paulo VI tenía fuertes
tendencias modernistas. Aun así la FSSPX fue erigida canónicamente bajo el
pontificado de Paulo VI y fue reconocida como pía unión desde 1970 a 1975. Así,
por lo menos en la mente del Arzobispo, no puede estar mal, en todas las
circunstancias, el colaborar con un Papa modernista al grado de tener una
estructura canónica bajo su autoridad. [El P. Robinson no toma en cuenta que en 1970, año de la
fundación de la FSSPX, la Iglesia recién empezaba a sumergirse en las tinieblas
de la espantosa crisis inaugurada con el concilio Vaticano II. A medida que se
producían los cambios y a medida que se consolidaba y se acentuaba más y más el
proceso de autodemolición en la Iglesia, Monseñor Lefebvre iba endureciendo, progresivamente
también, su postura ante la Roma ocupada por los herejes modernistas]
Los acontecimientos que llevaron a 1988 son tal vez los más ilustrativos
en este sentido. Cuando se entiende que Monseñor Lefebvre estaba esperando
señales de que debía consagrar obispos y que después de recibir dos de esas
señales bajo la forma de escándalos modernistas por parte de Roma, fue entonces
a Roma buscando un reconocimiento canónico; uno debería sacar el principio
general: los escándalos modernistas, por sí mismos, no son un obstáculo para
recibir el reconocimiento canónico de manos de los que perpetraron esos
escándalos. [Si
el P. Robinson tiene razón, Mons. Lefebvre se equivocó cuando escribió esto al
final de su vida y como conclusión de lo relativo al tema de las relaciones con
Roma: “Los sacerdotes que quieren permanecer católicos, tienen el
estricto deber de separarse de la iglesia conciliar, hasta que ella redescubra
la Tradición de la Iglesia y la Fe católica”. (Mons. Lefebvre en
“Itinerario Espiritual”, que es el último libro de Monseñor y, por eso, la
manifestación de su última y definitiva voluntad). Noten, a propósito, que la
expresión “iglesia conciliar” no figura nunca en este texto acuerdista de la
FSSPX. También se equivocó el capítulo general del 2006: "Los
contactos que mantiene la Fraternidad esporádicamente con las autoridades
romanas tienen como único objeto ayudarles a que hagan otra vez suya la
Tradición, de la que la Iglesia no puede renegar sin perder su identidad, y no
para lograr una ventaja para sí misma ni para llegar a un imposible
“acuerdo” puramente práctico"