“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor
de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.
Nicolás Gómez Dávila
“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.
Padre Leonardo Castellani
martes, 9 de agosto de 2016
El ocaso del pensamiento
Entre los disparates
del “Cura que no se equivoca”, de los que nos hemos ocupado abundantemente en
nuestro blog, ahora presenta otro, con su acostumbrada ponzoña. Como el “Cura
que no se equivoca” no se anima a blanquear su sedevacantismo –aunque la Radio Cerianidad
de a poco lo va haciendo, ahora hasta incluso tiene “blogs amigos” (¡!), bueno
son nada más que dos, pero uno de los cuales se define sedevacantista…y el otro
es obra de Ceriani-, se dedica a atacar a Mons. Williamson por sostener la
misma posición que sostuvo Mons. Lefebvre ante Roma, después de mayo de 1988. O
sea, ni sedevacantista ni acuerdista; ninguna intención de ser parte de la
estructura oficial de Roma, pero tampoco de formar parte de los delirantes
grupos de orgullosos sedevacantistas que se terminan configurando en una suerte
de “protestantes tradicionalistas” a la deriva.
Con su acostumbrado
método el “rico cura” retuerce las cosas y termina con esto (acá):
“Ya el Padre Rioult nos ha advertido, respecto del digno Arzobispo
(Lefebvre), que tuvo que hacer frente casi solo a una situación
inaudita, hasta el punto de ser más de una vez desconcertado por ella y de
decir o hacer cosas contradictorias.
No sólo debemos imitarlo
en su magnánima gesta, sino también debemos evitar incurrir en sus
comprensibles errores o contradicciones, así como hemos de llevar hasta sus
últimas consecuencias sus aciertos”.
Vemos el
doble estándar utilizado por el P. Ceriani: Mons. Lefebvre podía decir o hacer
cosas contradictorias e incurrir en errores, pero Mons. Williamson no puede hacerlo.
Esto más allá de si el P. Ceriani acierta o no en sus análisis, que no lo hace.
Y si descubre errores en Mons. Williamson –por ej. en una traducción que
alguien realizó- eso es señal de traición. Vemos bien cómo acusa a Mons.
Williamson volviendo siempre al pasado para agarrarse de una cita, y ni pensamos
lo que diría si Mons. Williamson hubiese firmado un acuerdo con Roma, para
después deshacerlo. No tendría perdón y seguiría siendo siempre el blanco de
sus sopechas. Pero en cambio a Mons. Lefebvre –eso dice- hay que comprenderlo.
Claro que hoy se dedica a atacar sin reparos a sus discípulos más consecuentes.
Por su parte, el Emile Cioran de la Radio demuestra que
en verdad la “impotencia” de que acusa a otros se le ha contagiado, pues con cinismo
y acritud profesionales admite en voz alta que lo único que queda por hacer es
huir…Claro que en ese huir no incluye el callar: ah, para eso no se debe huir
puesto que el ego es el ego y hay que mantener el personaje en escena. Así termina
con un disfrazado lamento su “Breviario de podredumbre”:
“Dicen (sobre todo los
neocones, pero también los sectores conservadores y muchos grupos tradis) que
Bergoglio le está haciendo mucho mal, mucho daño, a la Iglesia y que se está
cargando lo poco que quedaba.
Yo no creo.
Como venimos diciendo
desde hace mucho tiempo, donde está Bergoglio no quedaba nada de aquello que
conocimos como Iglesia Católica desde mucho antes de que llegara Bergoglio,
sólo que casi nadie se dio cuenta.
Pero, entonces… ¿Qué
hacer?
Frente a esa pregunta,
reiterar que tenemos delante de nosotros sólo dos alternativas.
Huir, o… ¡ GO !, a cazar
pokemones”.
Caramba.
Este sujeto no huye ni caza “pokemones”, sino que lanza escombros sobre los
católicos que resisten al modernismo y la apostasía actuales. Hombre “de
palabra”, sin dudas…
Super tradis ultra hiper resistentes
Así se ven a sí mismos: firmes y dignos con la espada de la verdad cual implacables defensores de la verdad aunque duela (etcétera)
Pero la realidad los ignora, dejándolos con sus ínfulas y fantochadas grandilocuentes de fariseos de pacotilla.
miércoles, 3 de agosto de 2016
Bolicheros
Super resistentes
Gatos resistentes practican para demostrar que son más y mejores y
auténticos resistentes.
Dinero y libertad
De acá
Juan Manuel De Prada
En un pasaje particularmente
luminoso de su obra, Leonardo Castellani vincula directamente la
obsesión de la libertad propia de nuestra época con la hegemonía alcanzada por
las fuerzas económicas descontroladas. Señala el gran escritor argentino
que esta obsesión por la libertad habría logrado mantener a las masas
enzarzadas como monos que se disputan en una jaula una damajuana de
aguardiente, mientras el Dinero se dedicaba tan pichi a hacer de las
suyas, actuando discrecionalmente, sin vigilancias ni cortapisas.
Castellani, en definitiva, nos propone que toda esa olimpiada de derechos y
libertades que saboreamos como si fuesen una golosina no serían sino cebos (¡y
placebos!) que el Dinero nos arroja para mantenernos entretenidos, como se arrojan
algarrobas a los puercos, mientras el Dinero se concentra y multiplica en unas
pocas manos, mientras circula libremente con destino a paraísos fiscales,
mientras asegura su intangibilidad (e impunidad) mediante entelequias
jurídicas.
Se trata de una tesis
extraordinariamente sugestiva. Si volvemos la vista atrás, descubriremos
que la ‘espiritualización’ del Dinero (esto es, el momento en que deja
de ser un símbolo que representa el valor de los bienes, para convertirse en
una niebla de las finanzas, desligada de los bienes que en principio
representaba) coincide en el tiempo con el ocaso de la libertad como medio concreto
para alcanzar un fin concreto y su sustitución por una libertad abstracta que
es un fin en sí misma y enardece a las masas con ideales utópicos,
enzarzándolas en una demogresca aturdidora y esterilizante. Las
libertades antiguas estaban ligadas a los oficios de las gentes, a la tierra
que les brindaba sustento, a la defensa de sus familias y sus formas de vida.
La libertad abstracta llenó a las gentes la cabeza de ideas mentecatas y
exaltantes que, a la vez que les impedían mantener los pies en el suelo (obligándolas
a abandonar su oficio, su tierra y su familia), las ensoberbecían de tal modo
que ya nunca volvieron a elevar la vista al cielo, pues su única religión a
partir de entonces fueron los sucesivos reclamos que la libertad abstracta les
suministraba. Y, mientras estas gentes que se habían quedado sin tierra, sin
oficio y sin familia se entretenían, absortas en sus desdichados ideales
utópicos, el Dinero se dedicó a completar el despojo, sabiendo que sus
latrocinios pasarían inadvertidos; y, si en alguna ocasión tales latrocinios
resultaban demasiado ostentosos, el Dinero auspició nuevas declaraciones de
derechos y libertades, o ‘amplió’ las ya existentes, de tal manera que la
golosina que garantizaba su hegemonía adquiriese una mayor variedad, hasta
convertirse en una fastuosa tienda de chuches.
Y así el Dinero
inventó una forma fantasmática de reproducción que le permitía multiplicarse
exponencialmente, mediante birlibirloques bursátiles y sistemas bancarios de
reserva fraccionaria. Con la particularidad de que, cada vez que ese
Dinero fantasmático quería hacerse corpóreo, tenía que esquilmar los bienes
reales, sangrando a las pobres gentes que ni siquiera se percataban del
latrocinio, porque seguían en su jaula, disputando como monos. El Dinero
inventó también el abuso de la persona jurídica y el principio de
responsabilidad limitada, que quebraba los conceptos tradicionales de propiedad
y sociedad, ligados indisolublemente a la responsabilidad personal de sus
titulares, para propiciar la conversión de la propiedad en un ente con vida
propia que, mientras crece, reparte beneficios, pero que cuando se declara en
quiebra deja a salvo el patrimonio de sus titulares. El Dinero, en fin,
inventó la libertad de circulación de capitales, que le permitía -a la
vez que daba cínicamente lecciones de patriotismo a los monos de la jaula- abandonar
como una rata el barco que se hundía, escapar a la vigilancia del fisco,
emboscarse detrás de testaferros, crear sociedades offshore en
paraísos fiscales, fundirse en una niebla de las finanzas indiscernible.
Y todo ello mientras los
monos en la jaula pedíamos chillones que nos diesen más libertad de expresión,
o más derechos de bragueta. Y el Dinero, del mismo modo que en otro tiempo les
dio periódicos (que él mismo financiaba) y aborto a granel (que le permitía
pagar sueldos miserables, pues a menor descendencia menos ímpetu en la lucha
por un sueldo digno), hoy nos da Twitter y cambio de sexo, para que nos
desfoguemos en la cochiquera virtual (que el Dinero ha aderezado muy
lindamente, como quien adereza un jardín de infancia) y nos refocilemos sin
peligro de multiplicación. Porque la única multiplicación que el Dinero ve con
buenos ojos es la propia; a los monos siempre nos quedará el consuelo de
emborracharnos de libertad.
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