¡RECUPEREMOS EL SENSUS
ECCLESIAE CON FRANCISCO!
“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor
de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.
Nicolás Gómez Dávila
“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.
Padre Leonardo Castellani
sábado, 30 de abril de 2016
Tutto è una grande truffa
Ver acá
Es decir, una estafa, un timo, una truchada. O sea, una
bergogliada.
La historia de Bergoglio, el libro, la película, los
autores. Por eso han aprendido bien la lección y llevaron la estafa hasta donde
pudieron. Ahora pelean por la “mosca”, la “guita”, el dinero.
Llámenlo estafa.
Compinches en la destrucción de la Argentina
Eduardo Duhalde: "El papa Francisco me dijo que tenía
una visión de sangre en Argentina"
El ex presidente reveló detalles de una
charla que mantuvo con el papa Francisco durante una visita que hizo a Roma, el
año pasado. Aquellas palabras lo conmovieron y lo preocuparon. El Sumo
Pontífice le expresó su preocupación por la situación económica y social del
país
"Francisco dijo que tenía una visión de sangre en
Argentina y que yo podía ayudar", contó el dirigente político. Así veía el Papa la
realidad del país un mes antes de las elecciones, en las que finalmente se
impuso Mauricio Macri.
En declaraciones a Radio Del Plata,
Duhalde aseguró que el Papa "está preocupado" por la grieta, que
divide el pensamiento de los argentinos en torno a las políticas del gobierno
anterior y al actual.
"El Papa está preocupado por el
odio que hay en el país" y se pronunció a favor de "bajar los
decibeles" de las disputas políticas. Según
dice Duhalde, Francisco encuentra en él a esa persona capaz de reconciliar a
los argentinos por ser "un hombre de diálogo, de consenso y de acuerdos".
"Todo lo que yo pueda hacer para
que este odio, que sale de ambos lados, termine, lo voy a hacer. Hay que bajar
los decibeles y eso requiere el esfuerzo de todos", enfatizó el ex
mandatario en tono conciliador.
MAFIA
(Hombres de diálogo, consensos y acuerdos)
C. S. Lewis: Cartas del diablo a su sobrino
Rústica
Nota:
Sumergidos en -o rodeados por- una sociedad liberal abúlica, confortable,
hedonista, inmoral, indecente, lujuriosa, soberbia,cómoda, impía, vanidosa y
materialista, uno llega a la conclusión de que lo único que podría despertar a
algunos –no a todos- para que sean capaces de mirarse en el espejo de su
vergüenza y saber al fin qué es ser un hombre, para de tal modo buscar al fin a
Dios, sería una catástrofe o una guerra que diera por tierra con toda la
falsedad de una impostura que la sociedad liberal individualista masónica ha
construido, creando una realidad virtual a través de sus sofisticados medios de
comunicación que no hacen otra cosa que repetir –libertad religiosa mediante- que
no hay Dios porque el hombre es dios ya que sólo debe seguir lo que le dicte su
conciencia para creer en la religión que se le ocurra o en ninguna pues da
igual (¿eh, Francisco?). Una guerra que ponga en la palestra que esta vida es
una milicia y no una conversación, una paseo o un pasatiempo, que sacuda los
innumerables imbéciles discursos de los que hablan continuamente de “paz, paz”
pero blasfeman de Nuestro Señor. Realmente no vemos otro camino y de hecho las
Escrituras nos muestran que no se ha valido de otra cosa sino de grandes castigos
la Misericordia de Dios para rescatar y volver al orden a sus criaturas y hacer
la purificación y rectificación que debe hacer. Para entonces, que Dios nos
encuentre en su Gracia, sometidos filialmente a su dulce yugo y trabajando por
su Gloria desde nuestra insignificancia.
Sobre este tema habla
Lewis en esta carta de su magnífico libro.
†††
Mi querido Orugario:
Es un poquito decepcionante esperar un informe detallado de tu trabajo y
recibir, en cambio, una tan vaga rapsodia como tu última carta. Dices que estás
"delirante de alegría" porque los humanos europeos han empezado otra
de sus guerras. Veo muy bien lo que te ha sucedido. No estás delirante, estás
sólo borracho. Leyendo entre las líneas de tu desequilibrado relato de la noche
de insomnio de tu paciente, puedo reconstruir tu estado de ánimo con bastante
exactitud. Por primera vez en tu carrera has probado ese vino que es la recompensa de todos nuestros esfuerzos —la angustia
y el desconcierto de un alma humana—, y se te ha subido a la cabeza. Apenas
puedo reprochártelo. No espero encontrar cabezas viejas sobre hombros jóvenes.
¿Respondió el paciente a alguna de tus terroríficas visiones del futuro? ¿Le
hiciste echar unas cuantas miradas autocompasivas al feliz pasado? ¿Tuvo
algunos buenos escalofríos en la boca del estómago? Tocaste bien el violín,
¿no? Bien, bien, todo eso es muy natural. Pero recuerda, Orugario, que el deber
debe anteponerse al placer. Si cualquier indulgencia presente para contigo
mismo conduce a la pérdida final de la presa, te quedarás eternamente sediento
de esa bebida de la que tanto estás disfrutando ahora tu primer sorbo. Si, por el
contrario, mediante una aplicación constante y serena, aquí y ahora, logras
finalmente hacerte con su alma, entonces será tuyo para siempre: un cáliz
viviente y lleno hasta el borde de desesperación, horror y asombro, al que
puedes llevar los labios tan a menudo como te plazca. Así que no permitas que
ninguna excitación temporal te distraiga del verdadero asunto de minar la fe e
impedir la formación de virtudes. Dame, sin falta, en tu próxima carta, una
relación completa de las reacciones de tu paciente ante la guerra, para que podamos estudiar si es más
probable que hagas un mayor bien haciendo de él un patriota extremado o un
ardiente pacifista. Hay todo tipo de posibilidades. Mientras tanto, debo advertirte que no esperes demasiado de una guerra.
Por supuesto, una guerra es entretenida. El temor y los sufrimientos inmediatos
de los humanos son un legítimo y agradable refresco para nuestras miríadas de
afanosos trabajadores. Pero ¿qué beneficio permanente nos reporta, si no
hacemos uso de ello para traerle almas a Nuestro Padre de las Profundidades? Cuando veo el sufrimiento temporal de
humanos que al final se nos escapan, me siento como si se me hubiese permitido
probar el primer plato de un espléndido banquete y luego se me hubiese denegado
el resto. Es peor que no haberlo probado. El Enemigo, fiel a Sus bárbaros
métodos de combate, nos permite contemplar la breve desdicha de Sus favoritos
sólo para tantalizarnos y atormentarnos..., para mofarse del hambre insaciable
que, durante la fase actual del gran conflicto, su bloqueo nos está imponiendo.
Pensemos, pues, más bien, cómo usar que
cómo disfrutar esta guerra europea. Porque tiene ciertas tendencias inherentes
que, por sí mismas, no nos son nada favorables. Podemos esperar una buena
cantidad de crueldad y falta de castidad. Pero, si no tenemos cuidado, veremos a millares volviéndose, en su
tribulación, hacia el Enemigo, mientras decenas de miles que no llegan a tanto
ven su atención, sin embargo, desviada de sí mismos hacia valores y causas que
creen más elevadas que su "ego". Sé que el Enemigo desaprueba
muchas de esas causas. Pero ahí es donde es tan injusto. A veces premia a
humanos que han dado su vida por causas que Él encuentra malas, con la excusa
monstruosamente sofista de que los humanos creían que eran buenas y estaban
haciendo lo que creían mejor. Piensa también qué muertes tan indeseables se
producen en tiempos de guerra. Matan a
hombres en lugares en los que sabían que podían matarles y a los que van, si
son del bando del Enemigo, preparados. ¡Cuánto mejor para nosotros si todos los
humanos muriesen en costosos sanatorios, entre doctores que mienten, enfermeras
que mienten, amigos que mienten, tal y como les hemos enseñado, prometiendo
vida a los agonizantes, estimulando la creencia de que la enfermedad excusa
toda indulgencia e incluso, si los trabajadores saben hacer su tarea, omitiendo
toda alusión a un sacerdote, no sea que revelase al enfermo su verdadero
estado! Y cuán desastroso es para
nosotros el continuo acordarse de la muerte a que obliga la guerra. Una de nuestras mejores armas, la
mundanidad satisfecha, queda inutilizada. En tiempo de guerra, ni siquiera
un humano puede creer que va a vivir para siempre. Sé que Escarárbol y otros
han visto en las guerras una gran ocasión para atacar la fe, pero creo que ese
punto de vista es exagerado. A los partidarios humanos del Enemigo, Él mismo
les ha dicho claramente que el sufrimiento es una parte esencial de lo que Él
llama Redención; así que una fe que es
destruida por una guerra o una peste no puede haber sido realmente merecedora
del esfuerzo de destruirla. Estoy hablando ahora del sufrimiento difuso a
lo largo de un período prolongado como el que la guerra producirá. Por
supuesto, en el preciso momento de terror, aflicción a dolor físico, puedes
coger a tu hombre cuando su razón está temporalmente suspendida. Pero incluso
entonces, si pide ayuda al cuartel general del Enemigo, he descubierto que el
puesto está casi siempre defendido. Tu cariñoso tío, ESCRUTOPO
Cuentos perdidos por ahí
LOS REYES SON DE VERDAD
Antonio
Macía Serrano
Entre
los verdes tímidos que anunciaban una prometedora primavera, blanqueaba una
casita. El campo parecía inmenso bajo el fanal azul del cielo. Ni un disparo
quebraba la paz en las improvisadas trincheras. Los soldados comentaban aquella
calma.
—Es
que ni chistan.
—Tienen
miedo a que empiece el avance.
—
¡Y con las ganas que yo tengo de que vuelva a empezar!
—Pero,
¡hombre!, Pedro, ¿cómo dices eso?
—¿No
sería mejor que se rindieran?
—Si
fuera ahora mismo, sí. Si no... Mira, Juan, ¿tú ves aquella casa allá, junto al
repecho por el que sube una senda?...
Pedro
no pudo acabar. Juan, el cabo de la escuadra, tiró de él bruscamente,
diciéndole, gritándole:
—
¡Pero, vamos, hombre, tú estás chalado! ¡Túmbate, que te van a dar!
En
el suelo y mirando al frente, señalándole con su brazo extendido y el índice
como una flecha; los ojos húmedos y la boca seca, continuó:
—¿Tú
ves aquella casa?
—Claro
que sí. Con estos ojos.
—Aquella
casa es la mía. De allí pude escapar y pasarme a este lado, al de España. Allí
quedaron mi mujer, los abuelos y mi hijo, un niño de seis años. ¡Más de dos
años sin verle! ¡Ya será casi un hombre! ¿Y qué habrá sido de ellos?
Un
breve silencio cortó el diálogo, llevándose el hondo respirar del soldado.
—No
les habrá pasado nada. Y, desde luego, no estarán ahí, se habrán ido para la
retaguardia.
—Eso
si que no —interrumpió Pedro—. Al abuelo no hay quien lo arranque de ahí. Está
muy pegado a la tierra y, además, hemos avanzado tan rápidamente... ¡Sí, están
copados! Con cinco kilómetros más de avance y ya estaría con ellos —y acabó
suspirando y mirando al cielo.
—Amigo,
órdenes son órdenes... Y si has esperado dos años, menos te queda por esperar.
Pronto llegaremos.
Pedro
no le escuchaba. Sólo miraba aquel cielo azul, cándido y tenso, por el que
llegaba un villancico:
El Niño Jesús
- se marchó a la viña.
¿Qué recogerá?
- ¿Qué recogería?
El Niño Jesús
- marchó a la colina.
¿Qué recogerá?
¿Qué recogería?
martes, 26 de abril de 2016
La cólera
De
no ser por el incesante avance de la ciencia, el hombre jamás hubiera podido
conocer la enorme cantidad de energía encerrada en el corazón de la materia.
Una reacción atómica en cadena podría traer como consecuencia la destrucción
total del universo.
Del
mismo modo, en el corazón del hombre, lo mismo que en el átomo, puede llegar a
desencadenarse una terrible tempestad, la cólera, expresión cabal de una
energía digna de un mejor empleo.
Nada
hay tan desagradable como vivir junto a esa clase de gente de mal carácter,
propensa a la ira y a los malos modales. Cuando un hombre se encoleriza,
ciertas cosas suceden automáticamente en su naturaleza: el corazón late con
mayor rapidez; el ritmo de la respiración se acelera; la presión de la sangre
aumenta; una mayor cantidad de adrenalina se vierte en la sangre, y hace que el
corazón vibre con mayor rapidez y que ciertos vasos sanguíneos se contraigan.
Por otra parte los pulmones incorporan una mayor cantidad de oxígeno; el
hígado recibe un mensaje para abrir su almacén y liberar más glucosa, que es el
azúcar combustible de la sangre. Al mismo tiempo la sangre se retira de los
órganos digestivos, y enriquecida con oxígeno, es enviada a toda marcha a los
músculos.
Toda
esta serie asombrosa y complicada de sucesos, constituyen un mecanismo de
supervivencia que nos es común con los animales.
A
la primera señal de peligro y de un modo instantáneo y maravilloso, nos
encontramos preparados para luchar defendiéndonos, o para huir.
Este
mecanismo de defensa lo encontramos en el hombre de las cavernas y en nosotros,
hombres del siglo XX, y nos estimula a actuar, a movernos, a hacer algo; claro
que ese algo muchas veces se concreta en una explosión de ánimo que alcanza a
los que nos rodean. Se ha desencadenado un proceso en nuestro interior, es
decir dentro de nosotros y fuera de nosotros.
Más
de una vez, cuando estallamos en cólera, no pretendemos herir, pero de hecho
herimos, hacemos daño a quienes nos rodean; sin querer hacerlo, pero lo
hacemos; y lo peor del caso es que la mayoría de las veces los demás no tienen
nada que ver.
La
explosión del corazón humano suele provocar en el ámbito de lo social, las
mismas consecuencias que la explosión de una bomba de hidrógeno.
Por
vivir en este mundo necesariamente nos encontramos en medio de una cadena de
sucesos cuya extensión depende de nosotros mismos. Recibimos el impacto de los
malos modales de los demás, y podemos adoptar una de estas dos posturas:
1°)
Cortar la cadena, y evitar la transmisión del mal humor a los demás.
2°)
Encolerizarnos nosotros y provocar la reacción en cadena del mal humor.
El diablo y el posadero
Robert Luis
Stevenson
El diablo paró
una vez en una posada donde nadie lo conocía, porque se trataba de gente cuya educación
era escasa. Tenía malas intenciones y todos le prestaron oído durante mucho
tiempo. El posadero lo hizo vigilar y lo sorprendió con las manos en la masa.
Tomó una soga y
le dijo:
-Voy a darte de
azotes-
-No tienes
derecho a enojarte- dijo el diablo- Sólo soy el diablo y mi naturaleza es obrar
mal.
-¿Es verdad?-
preguntó el posadero.
-Te lo aseguro-
dijo el diablo.
-¿No puedes
dejar de obrar mal?- preguntó el posadero.
-Ni en lo más
mínimo- dijo el diablo- Sería inservible y cruel dar azotes a una cosa tan pobre
como yo.
-Es verdad-
dijo el posadero.
Hizo un nudo y
lo ahorcó.
-Ya está- dijo
el posadero.
martes, 19 de abril de 2016
"Ahuyentadores"
Hay
que desconfiar, por encima de todo, de esa categoría de “fariseos”, jóvenes o
viejos, que no saben más que perorar. Campeones puramente verbales de la
ortodoxia. Pero que, por poco que se les observe, tienen los mismos gustos,
obedecen a las mismas modas, son sensibles a los mismos slogans, están devorados
por las mismas ambiciones, están penetrados del mismo espíritu materialista o
hedonista, que el del mundo que pretenden reformar. Su ortodoxia no es más que
un simple juego de ingenio, cuando no una simple ideología de clase o de
ambiente.
Lejos
de ser apóstoles, estas gentes no son más que “ahuyentadores”. Jamás se dirá
bastante el daño que hacen. En muchos lugares, su suficiencia, su facundia, su
incapacidad en presentar la verdad si no es de forma desagradable, han
arruinado por largo tiempo todo espíritu de conquista.
Nuestra
labor ya no es tan fácil y tan agradable. Interesa tanto más realizarla con esa
“alegría de la verdad” de que habla San Agustín. Si es cierto que los santos
tristes son tristes santos, se puede decir que los animadores dolientes y
ceñudos no merecen ni siquiera el nombre de animadores. San Francisco de Sales
deseaba que su “Philothea” fuera la más alegre, y hasta... la mejor vestida
del grupo. Pensamos que un deseo análogo, debe manifestarse en lo que respecta
a nuestra lucha.
Es
ciertamente muy legítimo regocijarse mucho sabiendo reír de la absurdidad y de
la estupidez. Única ventaja que se puede sacar de ello.
Jean Ousset, “La
acción”, Ediciones del Cruzamante, Buenos Aires, 1979.
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Si Ud. Pertenece a la FALSA
RESISTENCIA…
Tiene motivos para estar preocupado.
Porque Ud. está siendo observado por los observadores
del “Observatorio de la Falsa Resistencia”, cuya sede central, ubicada en la rama de un árbol de un rincón de la
selva brasileña, recibe información sobre cada una de sus herejías, heterodoxias, apostasías, sofismas y crímenes de lesa humanidad.
Lo estamos observando.
Lo estoy observando.
Los estamos observando.
Te estamos observando.
Vigilancia las 24 hs.
Nada se nos escapa.
Fue un mensaje de:
Super Resistente
sábado, 16 de abril de 2016
miércoles, 13 de abril de 2016
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