PARÁBOLAS
DEL INICIO DE LA IGLESIA
(Mt.
IX, 14; Mc. 11,18; Le. V, 53)
R.
P. Castellani
-"¿Por qué tus
Discípulos no ayunan como ayunan los de Johanan y también los Fariseos?" Jesús
respondió con tres cortas parábolas que están en los Tres Sinópticos; en Lucas
más largas. Hizo el escudo de armas, o el "emblema" de la Iglesia que
Él fundaba: era una cosa "nueva", como el vino nuevo; y era una cosa
festiva, fiestera, festejera, como unas Bodas. No había venido solamente a
continuar la Sinagoga, sino a cambiarla; y la predicación de Juan era sólo una
vigilia, una preparación a las Bodas. "El hombre debe echar el vino
nuevo en odres nuevos". Los que beben el vino viejo no quieren el
nuevo, y dicen: "El viejo es mejor".
Los rasgos de la
nueva sociedad religiosa que surgía, alegre y diferente, puestos en emblema...
El lenguaje de los emblemas, símbolos y cifras es la lengua "de los héroes",
de la edad épica de los pueblos, y eso son las parábolas: comenzaba la gran epopeya
cristiana, después de cinco siglos de pesado estancamiento, en que la Sinagoga había
ido hundiéndose lentamente, como en un pantano; en que Israel había ayunado de profetas,
de sabios y de santos. Rompía una aurora nueva fresca y belicosa y un idioma nuevo.
El filósofo
Giambatista Vico divide la vida de los pueblos en tres estadios: la edad de los
dioses, la edad de los héroes y la edad de los hombres, caracterizadas por tres
lenguajes diferentes; después viene la degeneración y la muerte. La edad de los
dioses, o religiosa, tiene un lenguaje sagrado que no entiende el pueblo; la
edad de los héroes, o épica, se expresa por símbolos o emblemas, como por
ejemplo los blasones y escudos de armas medievales; la edad de los hombres, o
democrática, tiene un lenguaje llano para todos igual, un "dialecto".(1) Es curioso que en tiempo de Cristo los tres lenguajes
subsistían en Palestina: el hebreo antiguo, que conocían solamente los
sacerdotes y letrados; el dialecto arameo (que algunos dicen no era dialecto
sino lengua, pase) que hablaba el pueblo y habló Cristo; y el lenguaje poético
simbólico de la enseñanza profética y rabínica, de que Cristo hizo las
"parábolas". Esto parecería indicar que estamos aquí en un momento
histórico que es el principio y el fin; en que, como en una semilla, se contiene
todo: la "plenitud de los tiempos".
A la pregunta de:
¿por qué no ayunaban? Jesucristo respondió: Ya ayunarán a su tiempo; ahora es
tiempo festivo; porque YO estoy aquí: "¿Cómo queréis que ayunen los invitados
al convite de bodas mientras está con ellos el Esposo? Vendrán días en que el Esposo
les será quitado; y entonces ayunarán, perded cuidado". Y ayunaron
¡altro! Los ingleses dicen que
buen matrimonio es aquel que supera el fracaso de la luna de miel. Después de
la luna de miel, que necesariamente fracasa, viene lo serio: por de pronto hay que
pagar la miel... y la confitería. Los italianos dicen que la mujer tiene
solamente dos días felices: el día que sale de la Iglesia para la casa de su
esposo; y el día que sale de la casa de su esposo para la Iglesia, con los pies
por delante, para ir al cementerio. Los españoles dicen: "Madre ¿qué es
casar? - Hija, empreñar, parir y llorar". No es tanto como eso; pero algo
hay. Los Apóstoles estaban como en luna de miel; y no les ocultó lo serio que
venía después, cuando se retirara el Esposo. Ayuno; y esfuerzo y trabajo y cruz
y persecución y muerte; y sin embargo, alegría para cubrir y ahogar todo esto,
tomada de la reserva de la primera alegría: porque el Esposo retirado
invisiblemente estaría con ellos: alegría secreta.
Los Puritanos del
siglo XIX achacaron a la Iglesia que era demasiado fiestera; y los Paganos de
nuestro siglo le achacan que es demasiado ayunadora; y ambos tienen razón.
Los Papas ayunaron e
hicieron su Ciudad hermosa;
Los Puritanos
fiestearon y dejaron sus Ciudades feas, cantó Chesterton
cuando estaba en Roma en 1930; jugando con las palabras "fasted" y
"feasted". Los paganos de nuestros días, Anatole France (o sea el
judío François Thibaud) el tieso y terrible Leconte de Lisle, y la furiosa
Madame Ackermann entre otros, dieron en la flor de acusar de "triste"
a Cristo, solfeando en diferentes modos y tonos el verso del inglés Swinburne:
"Porque has
vencido, Galileo pálido
Y el mundo se ha
hecho triste con tu aliento ...
Mas he aquí que los
discípulos de Juan y los Fariseos, le echan en cara lo contrario. También los
fariseos en otra ocasión le echaron en cara que andaba demasiado de banqueteo
(Ver Evangelio, pág. 197). Nadie en aquel tiempo lo trató de
"triste", ni siquiera cuando dijo: "Mi alma está triste hasta la
muerte". Lo curioso es que estos de ahora, Swinburne, Leconte de LisIe y
Compañía, dicen que Cristo trajo la tristeza al mundo, y ellos no tienen ni
quieren nada que ver con Cristo; y ellos SON TRISTES. "No será triste ni
turbulento" -predijo el Profeta.