Por Miguel Sanmartín Fenollera
«De
una broma a un asunto serio no hay más que un paso».
Alphonse
Allais
El
humor es, y siempre ha sido, una medicina espiritual necesaria, muy necesaria.
En palabras de nuestro Juan Valera —escritas hace más de un siglo, pero que
siguen siendo muy actuales—: «Hoy, que vivimos en una época triste, en
una sociedad revuelta y algo desquiciada, y con los espíritus llenos de
melancolía a causa, en gran parte, del aliento malsano que nos propinan los
pensadores y filósofos pesimistas, lo jovial y alegre es más de desear que
nunca como remedio para aquel mal». Por esta razón, he decidido
traerles en estas fechas estivales un poco de este remedio, tan precioso, pero
a la vez, tan escaso.
Para
ello, me he aprovisionado en gran parte del producto cultivado en estos lares,
a pesar de que, como afirmaba Wenceslao Fernández Flórez en su discurso de
ingreso en la RAE: «En la literatura española no hay humor, sino mal
humor», con la honrosísima excepción, como recalca él, del Quijote,
pues —en sus propias palabras—: «Jamás el humor fue llevado a semejante
altura, ni abarcó tantas y tan trascendentales cuestiones, ni tampoco sacudió
con tan prolongada risa el pecho de los humanos». No obstante de entre
este «malhumorismo», del que también hablaba Miguel de
Unamuno, podemos, como verán, rescatar algunas muestras patrias que no están
nada mal.
La
huelga general. Giovannino Guareschi (1908-1968)
Uno
de los divertidos 347 cuentos ambientados en el Mundo Piccolo de
Guareschi, en la ciudad imaginada de Ponteratto, pequeña localidad emiliana
entre el Po y los Apeninos, donde el autor narra las humorísticas aventuras del
sacerdote rural Don Camilo, en eterna lucha con su amigo-enemigo, el alcalde
comunista Peppone. En este caso, durante una huelga comunista, Don Camilo y
Peppone hacen de tripas corazón y trabajan codo con codo por el bien común del
pueblo. Incluido en Don Camilo, Planeta, 1975.
La
nariz desagradecida. Miguel Mihura (1904-1977)
El
autor, como de costumbre, juega con el absurdo y su ingenio, esta vez sobre el
telón de fondo de dos maestros: nuestro Quevedo y su soneto nasal, y el
relato rinófilo del ruso Gógol. El resultado, un relato
disparatado, lleno de desatino y gracia. Incluido en Antología, Mihura (1927-1933),
editada por Prensa Española, 1978.
El
crimen de la calle de la Perseguida. Armando Palacio
Valdés (1853-1938)
El
asturiano recoge la narración de un amigo que confiesa a otro un asesinato que,
sin serlo, lo parece, y las penurias que tal estado le trae consigo sin
merecerlo. Una nuestra del típico humor con personajes cotidianos y muy humanos
del autor, con la ingenuidad inocentona del protagonista como hilo
conductor. Incluido, con otros relatos, en el libro del mismo título
editado por Bruguera, Club Joven, 1982.
La
bonita y la fea. Julio Camba (1882-1962)
El
Camba viajero y cosmopolita se regodea brevemente, entre las páginas de su
libro Londres (1916), en las fisonomías de las hijas de Eva de
la Gran Bretaña, con su habitual gracia y maestría con la palabra.
Divertidísimo, y en mi modesta opinión, muy cierto.
De
las vicisitudes desagradables de un viaje en tren.
Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964)
Otro
gallego universal, el coruñés Fernández Flórez, nos trae aquí un gracioso y
casi esperpéntico episodio de uno de sus libros más divertidos, El
hombre que compró un automóvil (1932). Visto lo visto, la RENFE de hoy
parece sentir nostalgia de aquellos tiempos y querer volver a las andadas.
Un
medio como cualquier otro. Alphonse Allais. (1854-1905)
Allais,
es un literato desconocido que merece la pena conocer; para Umberto Eco, «uno
de los maestros del relato», de humor aparentemente ligero y a menudo
sarcástico, aunque a veces no se note. En esta brevísima historia, el francés,
con «El cuento de la buena pipa», un oyente impertinente y
ansioso, y un relator pausado y paciente, compone una delicia que ya no se
estila. Incluida en, Vivir de risa. La Compañía de Los Libros,
2022.
La
célebre rana saltarina del condado de Calaveras. Mark
Twain (1835-1910)
Saltando
al otro lado del océano, uno de los relatos más divertidos de un siempre
divertido Twain. El autor toma una anécdota mínima —una carrera de ranas— y la
eleva a lo absurdo: un personaje obsesionado entrena a su rana como si fuera un
atleta olímpico, asegurando que puede saltar «más que cualquier otra
rana en todo el condado». La desmesura hecha humor. Incluido
en El hombre que corrompió a Hadleyburg, y otros relatos (El
Club Diógenes), de Valdemar (2010).
Fanático. Alberto
Moravia (1907-1990)
El
primero de los relatos de su libro Cuentos Romanos, donde en medio
del agobiante ferragosto romano, el autor nos entretiene con
una suave sátira sobre una delincuencia paupérrima e incompetente, en la que lo
patético anula el drama. El absurdo de la situación y las inesperadas
reacciones de los protagonistas —impropias de su papel en el
relato— dotan de una evidente comicidad a esta historia.
El
método Schartz-Metterklume. Saki (H.H. Munro) (1870-1916)
Con
su habitual formalidad hilarante, el autor escocés nos presenta a una peculiar
y aristocrática mujer que es confundida con una institutriz, y que decide
seguir sacar partido al malentendido con sus anfitriones, educando a los niños
de la casa con un método «revolucionario» que incluye recrear
con ellos en el jardín famosos episodios de la historia. Incluida en Animales
y más que animales, de Valdemar, 2003.
La
carrera del «Gran Sermón». P. G. Wodehouse (1881-1975)
Para
acabar, un Wodehouse. En esta ocasión, los amigos de Bertie apuestan sobre qué
vicario pronunciará el sermón más largo. Como de costumbre, se desata el caos
con sobornos, sabotajes y un vicario que no para de hablar; pero, también como
de costumbre, nadie puede con Jeeves. Incluida en la obra El
inimitable Jeeves (1924).
Espero
que con estas lecturas se echen unas risas y que les hagan bien. Porque, como
dice la cita de Carlyle con la que cierra el citado discurso Wenceslao
Fernández Flórez:
«El
humor verdadero, el humor de Cervantes o de Sterne, tiene su fuente en el
corazón más que en la cabeza. Diríase el bálsamo que un alma generosa derrama
sobre los males de la vida, y que solo un noble espíritu tiene el don de
conceder».
https://delibrospadresehijos.blogspot.com/2025/08/de-nuevo-el-humor-en-pequenas-dosis.html
