"En
el Venerable Colegio Inglés de Roma, donde se formaron muchos de los mártires
ingleses, Chesterton, el infatigable, daba una conferencia sobre Mis impresiones de Italia como había
dado otra en el Escocés sobre El carácter
de Escocia y su religiosidad. Después del five o'clock tea lo rodean y lo acribillan a preguntas los seminaristas.
El gran escritor se defiende paternalmente, oportuno e incisivo. Tenía que
salir el Padre Brown. ¿De dónde ha sacado usted al Padre Brown? Sonríe.
-Les
voy a decir un secreto. ¿Conocen al Padre O’ Connor, irlandés, de Bradford, a
quien está dedicada la 4° parte? Es mi confesor. Es un hombre inteligentísimo
y humilde, tan sencillo que un tonto lo puede tomar por tonto. Es un tipo chic. Claro que yo exageré la nota de la
simplicidad exterior para hacerlo más romancesco; pero la nota de la
inteligencia intuitiva y fulmínea no la he exagerado. Es muy listo. El es quien
me convirtió. Es decir, remotamente a mí me convirtió Newman, pero...
—¿Cómo
fue su conversión, please, Mr.
Chester? —interrumpe uno.
—Mi
conversión fue como mía, paradojal. Yo abjuré mis errores y fui recibido en el
seno de mi madre la Iglesia Católica de Roma (el escritor hace una pausa
reverente) ¡en el tercer piso de una Pub! (Pub: café o pulpería en la jerga
londinense.) En el hamlet donde
estábamos no hay iglesia y el Padre O’Connor se alojaba en una Pub. Y entonces,
cuando se acabaron los exorcismos y me desnudé del hombre viejo, bajamos al
primer piso a tomar cerveza."
P.
Leonardo Castellani, Sherlock Holmes en Roma, Crítica literaria.