“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


sábado, 13 de septiembre de 2014

Espectáculos

De

Los Tres Tenores


a


Los Tres Pavotes



Gran éxito mediático




GM: –Me parece que esa carencia de diálogo tiene que ver con una característica constitutiva de nuestro ser nacional. Muchas veces pensamos que discutir es pelear y en la mesa, enseguida se levanta el tono de voz. Después, creo que todos los argentinos tenemos que trabajar el tema de la humildad. Es interesante que un argentino como el Papa Francisco sea reconocido por ser humilde, que no es la característica con la que nos miran en el extranjero. En general, nos ven como personas orgullosas, pagadas de sí mismas, y cuando sos orgulloso o tenés mucho amor propio, querés hacer prevalecer tu postura o tu forma de pensar sobre el otro, y no escuchás. Estás pensando cómo imponerte. Y eso va contra la capacidad de entender y enriquecerte con lo que el otro te quiere decir. De nuestra experiencia de diálogo, no hemos salido igual. No somos las mismas personas, yo no soy el mismo católico que antes de conocerlos. Tenemos incorporado algo del otro, de la cultura del otro, hasta de la forma religiosa de ser del otro.


DG: –El diálogo nuestro, a diferencia del filosófico, es que el filosófico insiste en el vencimiento del otro, se concentra en ver cómo convence al otro. En nuestro diálogo no está esa idea. Uno no sale del mismo modo en el que entró porque si no, no hubo diálogo. Ahora hay algo de católico en mi vida y algo de musulmán. No debo negarlo, ni reprimirlo. (…) La experiencia del diálogo nos sirve para entender lo religioso desde otro lugar, porque todo diálogo es religioso: religa, me liga a mí con otro.

OA: Nosotros no hablamos de teología, hablamos de valores.

DG: La pregunta es: ¿cómo hacemos para encontrar lugares comunes en estas tradiciones culturales diferentes? Los espacios comunes son mucho más grandes que las diferencias, pero quizá se te va la vida discutiendo.

OA: –El nuestro es un mensaje humanista. El tema de la creencia es absolutamente privado, tiene que ver con tu interior, pero lo que a cada uno de nosotros nos va a definir son nuestras actitudes, y eso no depende del libro que leas. Nuestro combate es esencialmente contra el fundamentalismo, la intransigencia del pensamiento y las prácticas. Ese es el verdadero enemigo dialógico y es parte de la dicotomía mundial.

DG: –Mientras el fundamentalismo tiene que ver con una cuestión mental, el diálogo tiene que ver con una cuestión cultural. En cada una de las tradiciones existen fundamentalismos, y lo opuesto no es la tolerancia. La primera aproximación tiene que ver con la tolerancia, pero esta es una palabra que también tenemos que erradicar, porque se ejerce desde el poder. El segundo estadio tiene que ver con la coexistencia: yo existo en la medida en que el otro existe. Y el tercero tiene que ver con la convivencia: no existo si no vivo con el otro.

GM: Que las personas se expresen diferente es parte de la democracia. Yo como católico puedo estar frente a un ateo y conversar perfectamente, siempre y cuando el otro no me desacredite, y no intente suprimir mi pensamiento.

DG: –La realidad está hecha de utopías. Recién nos levantamos de una reunión donde había tres musulmanes, tres judíos, tres cristianos. Y te das cuenta de que la convivencia se da porque hay un lenguaje común, una confianza, y la confianza se va construyendo. Están condenados también a ser vecinos, y la vecindad implica el reconocimiento del otro y un sentido de responsabilidad con el otro. El otro no es exactamente lo que desde el prejuicio te dijeron que era. Cada uno de nosotros tiene una subjetividad puesta en sus valores culturales, en sus afectos, en sus parientes. Y entonces, uno no puede ser objetivo, pero sí lo puede ser en pensar en estas utopías y en que cada uno de esos sectores reconozca que la guerra no es buena, que no hay ningún triunfador, y pensar cómo se hace para descubrir caminos de paz.



¡Son de terror!



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