“Y ahí andaban ellos, haciendo fiesta y
grandes discursos, prodigándose adulaciones y zalamerías unos a otros,
excitando a todos a la defensa de la religión contra la impiedad saducea, es
decir, a la defensa de ellos: retrancados,
duros, implacables, cerrados de mollera, hostiles a la vida y a la belleza; metidos
en todo, orgullosos, rencorosos, ilusos, astutos, tortuosos, solemnes,
aparateros, floripóndicos, atrevidos, presuntuosos, caraduras, olvidados de
Dios y temidos de los hombres como el Evangelio nos los muestra; llevando a
un pueblo entero a la catástrofe, pueblo que había de caer con ellos por esa
misteriosa solidaridad social, que hace que un pueblo tenga malos jefes
solamente cuando puede tenerlos. Las gentes de los campos de Galilea y los
pescadores y pequeños artesanos andaban como "ovejas que no tienen
pastor"; pero las gentes de las ciudades y los que daban la "tónica
social" en todas partes tenían malos pastores, lobos con piel de oveja,
que los emborrachaban con palabrería sublime centrada en torno de un ideal
halagüeño radicalmente falso. No se pudre el agua si no es estancada; los
gusanos sólo prosperan en la carne muerta”.
“El fariseísmo es el abuso y corrupción
de lo religioso: y si lo religioso es el remedio de las corrupciones ¿con qué
remedio se remediará la corrupción del remedio? De suyo, no tiene remedio la
corrupción del remedio”.
Padre Leonardo Castellani