Salmo
de Bernardo
Francisco es mi
pastor, en Roma nada me faltará.
Él me hace reconocer
como católico,
me conduce a
manantiales que reconcilian,
confortando mi
ambición.
Me guía por tortuosos
senderos,
para gloria de su
nombre.
Aunque atraviese
oscuros pasillos,
no temeré ninguna
excomunión,
porque Francisco va
conmigo.
Su bastón y su
sonrisa me infunden confianza.
Para mí él dispone
una prelatura
ante los ojos de los
modernistas.
Unge con elogios mis
oídos,
mi pecho reboza.
Su bondad y misericordia
me seguirán
todos los días de mi
vida
y moraré en nuestra
sede de Roma
hasta que llegue el
Gran Castigo.