Nos llegan los rezongos de algunos fieles de la capilla porteña de la Neo-FSSPX, molestos porque en
tiempos de grave crisis, en tiempos de injusticias dentro de la congregación,
cuando sus autoridades se han vuelto ambiguas y farisaicas, cuando los fieles
están cada vez más descontentos y algunos se alejan de la congregación,
mientras se amenaza con no dar los sacramentos a alguien por simpatizar con
Mons. Williamson, mientras Francisco hace y destruye a sus anchas, mientras
abundan las profanaciones a iglesias en Argentina, y en una semana en que la
judería parece apretar más que nunca en diversos campos pero en especial en
Roma y Buenos Aires, al Prior de la City porteña no se le ocurre mejor cosa
que, tras haber juntado unos dinerillos con una venta de bebidas y comestibles,
salir de excursión deportiva rumbo a los Andes para hacer andinismo, en una
onerosa expedición.
¿Pero cómo no comprenden estos fieles que
lo que allí se está llevando a cabo es un apostolado distinto a los
habitualmente conocidos?
Allí en la quietud de las montañas, a
cientos de metros del nivel del mar, disfrutando de un imponente paisaje, bajo
el planear de los cóndores, se adquieren nuevas fuerzas para volver al llano selvático
de la ciudad, y así poder negar mejor la crisis de la Fraternidad, y callar
frente a la iniquidad de la judería neo-franciscana, para así entonces hacer el
renovado apostolado de los panes y las cervezas que se multiplican a medida que
la próxima expedición andinista cobre fuerza.
Eso se llama apostolado.
¡Vivan los años '50!
¡Vivan los años '50!