“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


viernes, 11 de diciembre de 2015

De buenos y malos frutos de … Radio Cerianidad



Enemistades, pleitos, celos, enojos, riñas, disensiones,
 envidias, etc. Algunos de los malos frutos radiales.


¿Cómo es eso de buenos frutos radiales? ¿No era que un mal árbol no puede dar frutos buenos? Es claro que hay que distinguir. Frutos útiles y buenos son los escritos del Padre Castellani, San Alfonso María de Ligorio y demás hombres santos y sabios aprobados por la Santa Iglesia que de vez en cuando allí se incluyen. Esto lo reconocemos. Pero en estos casos se debe decir como se dijo de los fariseos: Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen”. Aclaremos esto de la mano de San Agustín, para ver posteriormente en qué se puede reconocer cuándo un árbol es malo y cuándo es bueno: 

SAN AGUSTÍN – EL SERMÓN DE LA MONTAÑA, LIBRO II, CAPÍTULO XXIV:

78. Hace falta, pues, en este momento tener cuidado sobre todo de aquellos que prometen la sabiduría y el conocimiento de la verdad que no tienen, como son los herejes, los cuales se recomiendan a sí mismos por su escaso número. Y por esta razón el Señor, después de haber dicho que son pocos aquellos que encuentran la puerta estrecha y el camino angosto, a fin de que no se introduzcan con el pretexto de ser un número reducido, rápidamente añade: guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces. Pero éstos no engañan al ojo simple, que sabe distinguir el árbol por sus frutos; así dice: Por sus frutos los conoceréis. Acto seguido añade algunas analogías: ¿Acaso se cogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos; un árbol bueno no puede dar frutos malos, y un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus frutos, pues, los podéis conocer.


79. En este lugar conviene prestar atención sobre todo al error de aquellos que suponen que de los dos árboles son indicadas dos naturalezas. Una de las cuales es la de Dios, y la otra, ni de Dios ni proviene de Dios. Sobre este error ya se ha discutido largo y tendido en otros libros y, si todavía fuese poco, se discutirá en el futuro; ahora se debe demostrar que estos dos árboles no apoyan esta interpretación. En primer lugar está claro que el Señor habla de los hombres, de tal forma que quien haya leído los pasos anteriores y posteriores se maravilla de la ceguera de estos tales. Después hay que atender a lo que dice posteriormente: No puede el árbol bueno dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos, y por esto piensan que no puede suceder que un alma mala se convierta en buena y que una buena se convierta en mala, como si se hubiese dicho lo siguiente: No puede convertirse un árbol bueno en malo, ni un árbol malo hacerse bueno. Sino que se dijo: No puede un árbol bueno dar malos frutos, ni un árbol malo dar buenos frutos. El árbol es la misma alma, es decir, el mismo hombre, y el fruto son las obras del hombre. No puede ser que un hombre malo realice obras buenas, ni el bueno realice obras malas. Pues el malo, si quiere realizar obras buenas, debe hacerse en primer lugar bueno. De esta forma, dice el mismo Señor claramente: O bien haced el árbol bueno, o hacedlo malo. Pues si con estos dos árboles se simbolizasen estas dos naturalezas, no habría dicho: Haced. Pues ¿qué hombre puede hacer una naturaleza? Después también allí, una vez que hizo mención de los dos árboles, añadió: Hipócritas, ¿cómo podéis hablar cosas buenas si sois malos?  Por tanto, mientras que uno sea malo, no puede dar frutos buenos; y si diese frutos buenos, ya no será malo. Con toda razón pudo seguir diciendo: no puede ser caliente la nieve; una vez que comience a calentarse, ya no la llamamos nieve, sino agua. Puede darse que aquello que fue nieve deje de serlo; pero es imposible que la nieve sea caliente. Así puede suceder que quien fue malo no siga siéndolo, pero no puede ser que quien es malo obre el bien. Y si en alguna circunstancia se hace útil, no lo realiza él, sino que proviene de él con la intervención de la divina Providencia, como se dijo de los fariseos: Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen. Esto mismo de decir cosas buenas y lo que decían, lo oían y practicaban útilmente, no era obra de ellos, porque el Señor dice: Se sientan en la cátedra de Moisés. Por la providencia divina, predicando la ley de Dios, pueden ser útiles para los oyentes, aunque no lo sean para ellos. De estos tales se ha dicho por el profeta en otro lugar: Sembráis trigo y recogéis espinos, porque enseñan cosas buenas, pero hacen el mal. Quienes les escuchaban y hacían lo que les decían, no recogían uvas de los espinos, sino recogían las uvas de la vid a través de los espinos. Es como si uno metiese la mano a través de un vallado y cogiera un racimo de la viña que está rodeada del vallado; ese racimo no es fruto de los espinos, sino de la vid.

Los frutos de buenas obras implican rectitud de intención
80. Con justo criterio, ciertamente, se pregunta a qué frutos debemos atender para que podamos conocer el árbol. Muchos consideran como frutos algunas cosas como el vestido de las ovejas y así son engañados por los lobos, como son los ayunos, las oraciones, las limosnas. Si todo esto no pudiera ser realizado por los hipócritas, no habría dicho anteriormente: guardaos de practicar vuestra justicia ante los hombres para ser vistos por ellos. Al proponer esta enseñanza se tienen en cuenta estas tres cosas: la limosna, la oración y el ayuno. Muchos, en efecto, distribuyen a los pobres muchas cosas, no por misericordia, sino por vanagloria; otros muchos oran, o parece que oran, deseando no que los vea Dios, sino agradar a los hombres; y otros muchos ayunan y ostentan una admirable abstinencia ante aquellos a quienes parecen muy difíciles estas obras y las juzgan muy dignas de honor. Y les atraen con fraudes de esta categoría, aparentando una cosa para engañar y otra para robar y para matar a aquellos que no pueden llegar a descubrir los lobos bajo estos vestidos de ovejas. Estos no son los frutos por los cuales se amonesta conocer el árbol. Si todo esto se hace con buena intención según la verdad, esto es propiamente el vestido de las ovejas; si se realiza con intención mala en el error, no cubren otra cosa que lobos. Pero no por esto las ovejas deben odiar su vestido, aunque muchas veces bajo este vestido se oculten los lobos.

Cuáles son frutos de malas y buenas obras
81. El Apóstol enseña cuáles son los frutos, por los que una vez reconocidos, reconocemos al árbol malo: Son bien conocidas las obras de la carne: fornicaciones, deshonestidades, lujurias, idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, enojos, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías y cosas semejantes; sobre las cuales os prevengo, como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios. Y acto seguido enseña cuáles son los frutos por los cuales podemos reconocer al árbol bueno: Al contrario, los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia. Se ha de saber que aquí la palabra gozo está puesta en sentido propio; en efecto, los hombres malos no se puede decir propiamente que se alegran, sino que se divierten, como dijimos antes que la palabra "voluntad" se ponía en sentido propio, la cual no la tienen los malos, donde se dijo: Todo lo que queréis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo vosotros con ellos.
Según esta propiedad de las palabras, por la cual el gozo no se da sino en los buenos, también dice el profeta: No hay alegría para los malévolos, dice el Señor. Así también la fe, de la cual se ha hablado, no es una fe cualquiera, sino la verdadera fe, y todos los otros conceptos a los que se ha hecho alusión tienen una cierta apariencia en los hombres malos e hipócritas, de tal manera que engañan al otro si no se tiene el ojo puro y sincero, con el cual se conozcan estos hechos. Por esto, con mucha lógica se ha tratado en primer lugar de la purificación de la visión y después se han ido exponiendo las cosas de las cuales hay que tener cuidado.

Entonces: “Muchos consideran como frutos algunas cosas como el vestido de las ovejas y así son engañados por los lobos, como son los ayunos, las oraciones, las limosnas”. Quizás algunos consideren como frutos con los cuales distinguir al buen árbol la publicación de novenas, devociones pías y grandes declamaciones, que se ven en determinados sitios y blogs como el caso del que estamos hablando en particular. “Pero éstos –dice San Agustín- no engañan al ojo simple, que sabe distinguir el árbol por sus frutos; así dice: Por sus frutos los conoceréis”. Y entonces tenemos aquí el criterio para discernir: “El Apóstol enseña cuáles son los frutos, por los que una vez reconocidos, reconocemos al árbol malo: Son bien conocidas las obras de la carne: fornicaciones, deshonestidades, lujurias, idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, enojos, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías y cosas semejantes; sobre las cuales os prevengo, como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios”. Claro está que no tienen que darse todos estos frutos, pero ya distinguir algunos de ellos nos permite entender qué clase de árbol tenemos enfrente. Y si algún fruto que nos sirva es capaz de dar, pues nos servimos sabiendo que no debemos adherirnos a ese árbol ni quedarnos a su sombra pues no es bueno. Por eso se deben hacer las debidas discriminaciones para no caer tampoco en la zonzera de los acuerdistas que aceptan el “Jubileo de la Misericordia” de Francisco por las indulgencias que van anexas, cuando ese buen fruto en este caso concreto puede obtenerse sin dificultades de un buen árbol, y no de un mal árbol como es el conciliar (con los compromisos que conlleva con quienes son los administradores de los frutos de ese mal árbol).

Desde luego que el árbol malo puede hacerse bueno, en esto no somos maniqueos y entendemos lo que enseña aquel gran Doctor de la Iglesia. Si el árbol se hace bueno, lo podremos reconocer por estos frutos: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia”. 


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