Enemistades, pleitos, celos, enojos,
riñas, disensiones,
envidias,
etc. Algunos de
los malos frutos radiales.
¿Cómo
es eso de buenos frutos radiales? ¿No era que un mal árbol no puede dar frutos
buenos? Es claro que hay que distinguir. Frutos útiles y buenos son los
escritos del Padre Castellani, San Alfonso María de Ligorio y demás hombres
santos y sabios aprobados por la Santa Iglesia que de vez en cuando allí se
incluyen. Esto lo reconocemos. Pero en estos casos se debe decir como se dijo
de los fariseos: “Haced
lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen”. Aclaremos esto de la mano de San Agustín,
para ver posteriormente en qué se puede reconocer cuándo un árbol es malo y
cuándo es bueno:
SAN
AGUSTÍN – EL SERMÓN DE LA MONTAÑA, LIBRO II, CAPÍTULO XXIV:
78. Hace falta, pues, en este momento
tener cuidado sobre todo de aquellos que prometen la sabiduría y el
conocimiento de la verdad que no tienen, como son los herejes, los cuales se recomiendan a sí mismos por
su escaso número. Y por esta razón el Señor, después de haber dicho que son
pocos aquellos que encuentran la puerta estrecha y el camino angosto, a fin de
que no se introduzcan con el pretexto de ser un número reducido, rápidamente
añade: guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces. Pero
éstos no engañan al ojo simple, que sabe distinguir el árbol por sus frutos;
así dice: Por sus frutos los conoceréis. Acto seguido añade algunas
analogías: ¿Acaso se cogen uvas de los espinos o higos de las zarzas?
Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos y todo árbol malo da frutos
malos; un árbol bueno no puede dar frutos malos, y un árbol malo darlos buenos.
Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus frutos,
pues, los podéis conocer.
79. En
este lugar conviene prestar atención sobre todo al error de aquellos que
suponen que de los dos árboles son indicadas dos naturalezas. Una de las cuales
es la de Dios, y la otra, ni de Dios ni proviene de Dios. Sobre este error ya
se ha discutido largo y tendido en otros libros y, si todavía fuese poco, se
discutirá en el futuro; ahora se debe demostrar que estos dos árboles no apoyan
esta interpretación. En primer lugar está claro que el Señor habla de los
hombres, de tal forma que quien haya leído los pasos anteriores y posteriores
se maravilla de la ceguera de estos tales. Después hay que atender a lo que
dice posteriormente: No puede el árbol bueno dar frutos malos, ni el
árbol malo dar frutos buenos, y por esto piensan que no puede suceder que
un alma mala se convierta en buena y que una buena se convierta en mala, como
si se hubiese dicho lo siguiente: No puede convertirse un árbol bueno en malo,
ni un árbol malo hacerse bueno. Sino que se dijo: No puede un árbol
bueno dar malos frutos, ni un árbol malo dar buenos frutos. El árbol es la
misma alma, es decir, el mismo hombre, y el fruto son las obras del hombre. No
puede ser que un hombre malo realice obras buenas, ni el bueno realice obras
malas. Pues el malo, si quiere realizar obras buenas, debe hacerse en primer
lugar bueno. De esta forma, dice el mismo Señor claramente: O bien
haced el árbol bueno, o hacedlo malo. Pues si con estos dos árboles se simbolizasen
estas dos naturalezas, no habría dicho: Haced. Pues ¿qué hombre
puede hacer una naturaleza? Después también allí, una vez que hizo mención de
los dos árboles, añadió: Hipócritas, ¿cómo podéis hablar cosas buenas
si sois malos? Por tanto,
mientras que uno sea malo, no puede dar frutos buenos; y si diese frutos
buenos, ya no será malo. Con toda razón pudo seguir diciendo: no puede ser
caliente la nieve; una vez que comience a calentarse, ya no la llamamos nieve,
sino agua. Puede darse que aquello que fue nieve deje de serlo; pero es
imposible que la nieve sea caliente. Así
puede suceder que quien fue malo no siga siéndolo, pero no puede ser que
quien es malo obre el bien. Y
si en alguna circunstancia se hace útil, no lo realiza él, sino que proviene de
él con la intervención de la divina Providencia, como se dijo de los
fariseos: Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen.
Esto mismo de decir cosas buenas y lo
que decían, lo oían y practicaban útilmente, no era obra de ellos, porque el
Señor dice: Se sientan en la cátedra de Moisés. Por la providencia divina, predicando la
ley de Dios, pueden ser útiles para los oyentes, aunque no lo sean para ellos. De
estos tales se ha dicho por el profeta en otro lugar: Sembráis trigo y
recogéis espinos, porque
enseñan cosas buenas, pero hacen el mal. Quienes les escuchaban y
hacían lo que les decían, no recogían uvas de los espinos, sino recogían las
uvas de la vid a través de los espinos. Es como si uno metiese la mano a través
de un vallado y cogiera un racimo de la viña que está rodeada del vallado; ese
racimo no es fruto de los espinos, sino de la vid.
Los frutos
de buenas obras implican rectitud de intención
80. Con
justo criterio, ciertamente, se pregunta a qué frutos debemos atender para que
podamos conocer el árbol. Muchos consideran como frutos algunas cosas como el
vestido de las ovejas y así son engañados por los lobos, como son los ayunos,
las oraciones, las limosnas. Si todo esto no pudiera ser realizado por los
hipócritas, no habría dicho anteriormente: guardaos de practicar
vuestra justicia ante los hombres para ser vistos por ellos. Al
proponer esta enseñanza se tienen en cuenta estas tres cosas: la limosna, la
oración y el ayuno. Muchos, en efecto,
distribuyen a los pobres muchas cosas, no por misericordia, sino por
vanagloria; otros muchos oran, o parece que oran, deseando no que los vea Dios,
sino agradar a los hombres; y otros muchos ayunan y ostentan una admirable
abstinencia ante aquellos a quienes parecen muy difíciles estas obras y las
juzgan muy dignas de honor. Y les atraen con fraudes de esta categoría,
aparentando una cosa para engañar y otra para robar y para matar a aquellos que
no pueden llegar a descubrir los lobos bajo estos vestidos de ovejas. Estos no
son los frutos por los cuales se amonesta conocer el árbol. Si todo esto se hace con buena intención
según la verdad, esto es propiamente el vestido de las ovejas; si se realiza
con intención mala en el error, no cubren otra cosa que lobos. Pero no por
esto las ovejas deben odiar su vestido, aunque muchas veces bajo este vestido
se oculten los lobos.
Cuáles son
frutos de malas y buenas obras
81. El
Apóstol enseña cuáles son los frutos, por los que una vez reconocidos,
reconocemos al árbol malo: Son bien conocidas las obras de la carne:
fornicaciones, deshonestidades, lujurias, idolatrías, hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, enojos, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
embriagueces, glotonerías y cosas semejantes; sobre las cuales os prevengo,
como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de
Dios. Y acto seguido enseña cuáles son los frutos por los cuales
podemos reconocer al árbol bueno: Al contrario, los frutos del Espíritu
son: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, continencia. Se ha de saber que aquí la palabra gozo está
puesta en sentido propio; en efecto, los hombres malos no se puede decir
propiamente que se alegran, sino que se divierten, como dijimos antes que la
palabra "voluntad" se ponía en sentido propio, la cual no la tienen
los malos, donde se dijo: Todo lo que queréis que hagan con vosotros los
hombres, hacedlo vosotros con ellos.
Según esta
propiedad de las palabras, por la cual el gozo no se da sino en los buenos,
también dice el profeta: No hay alegría para los malévolos, dice el
Señor. Así también la fe, de la cual se ha hablado, no es una fe
cualquiera, sino la verdadera fe, y todos los otros conceptos a los que se ha
hecho alusión tienen una cierta apariencia en los hombres malos e hipócritas, de
tal manera que engañan al otro si no se tiene el ojo puro y sincero, con el
cual se conozcan estos hechos. Por esto, con mucha lógica se ha tratado en
primer lugar de la purificación de la visión y después se han ido exponiendo
las cosas de las cuales hay que tener cuidado.
Entonces: “Muchos consideran como frutos algunas cosas
como el vestido de las ovejas y así son engañados por los lobos, como son los
ayunos, las oraciones, las limosnas”. Quizás algunos consideren como frutos
con los cuales distinguir al buen árbol la publicación de novenas, devociones
pías y grandes declamaciones, que se ven en determinados sitios y blogs como el
caso del que estamos hablando en particular. “Pero éstos –dice San Agustín- no
engañan al ojo simple, que sabe distinguir el árbol por sus frutos; así
dice: Por sus frutos los conoceréis”. Y entonces tenemos aquí el
criterio para discernir: “El Apóstol
enseña cuáles son los frutos, por los que una vez reconocidos, reconocemos al
árbol malo: Son bien conocidas las obras de la carne: fornicaciones,
deshonestidades, lujurias, idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, enojos, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
embriagueces, glotonerías y cosas semejantes; sobre las cuales os prevengo,
como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de
Dios”. Claro está que no tienen que darse todos estos frutos, pero ya distinguir algunos de ellos nos permite entender qué clase de árbol tenemos
enfrente. Y si algún fruto que nos sirva es capaz de dar, pues nos servimos
sabiendo que no debemos adherirnos a ese árbol ni quedarnos a su sombra pues no
es bueno. Por eso se deben hacer las debidas discriminaciones para no caer
tampoco en la zonzera de los acuerdistas que aceptan el “Jubileo de la Misericordia”
de Francisco por las indulgencias que van anexas, cuando ese buen fruto en este
caso concreto puede obtenerse sin dificultades de un buen árbol, y no de un mal
árbol como es el conciliar (con los compromisos que conlleva con quienes son
los administradores de los frutos de ese mal árbol).
Desde
luego que el árbol malo puede hacerse bueno, en esto no somos maniqueos y
entendemos lo que enseña aquel gran Doctor de la Iglesia. Si el árbol se hace
bueno, lo podremos reconocer por estos frutos: “caridad, gozo, paz,
paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia”.