Otra
mujer imbécil que manifiesta su orgullo creyéndose “redentora”de los travestis,
y que en vez de ayudarlos a salir de su pecado, los ampara soberbiamente. El
demonio seduce con la tentación de hacer salir del convento a las monjas para
ser “heroínas” que ya aquí abajo obtienen recompensa y reconocimiento.
Sencillamente satánico, como la sonrisa que parecen tener estas mujeres pegadas
a la cara.
La Hermana Mónica: "Le dije al
Papa que la que está haciendo lío soy yo"
De
acá.
La
hermana Mónica Astorga Cremona creó un refugio para mujeres trans en Neuquén y
ayuda a presos en todas las cárceles del país; enterate quién es esta mujer
que, según sus propias palabras, "está haciendo lío"
Por Marina
Herrmann | Revista OHLALÁ!
La
hermana Mónica Astorga Cremona, una monja que pertenece a la Orden de las
Carmelitas Descalzas, atiende el teléfono y sintetiza en pocas palabras la
movilización que generó cuando se dio a conocer su trabajo: "Yo le dije al
Papa, que aunque él le pidió a los jóvenes que hagan lío, la que lo está
haciendo soy yo".
Mónica
salió en las últimas semanas en varios medios de la provincia de Neuquén, donde
vive en un convento de clausura, por la tarea que realiza con un grupo de
mujeres trans. Pero además de este trabajo, desde hace muchos años ayuda a
presos de las cárceles de todo el país.
La
voz de Mónica es fresca, calma, y enérgica, y si una persona desconoce su edad,
apostaría a que no tiene más de treinta y pico de años. Sin embargo, detrás de
esas cuerdas vocales hay 30 años de trabajo en la comunidad, y 50 de edad. Por
eso su necesidad de aclarar que aunque el Papa le habló a los jóvenes, la que
está "haciendo lío" es ella.
¿QUIÉN
ES MÓNICA?
Mónica
se ordenó cuando tenía 20 años, y recuerda que en un primer momento su
preocupación eran los jóvenes de su misma edad que se drogaban y terminaban
borrachos, por eso dedicaba sus oraciones a ellos.
Después,
empezó a trabajar con presos, a los que acompaña hace 20 años a través de
cartas y conversaciones telefónicas que mantiene con regularidad: "Con
los presos siempre me tocan los casos más conflictivos, porque me gustan los
desafíos".
"Todas
las mañanas leo las noticias y los policiales, y muchas veces me encuentro con
que algunos de mis presos se han escapado", dice con una risa tierna, como
la de una madre cuando habla de sus hijos.
"Yo
siento que Dios me pide que acompañe a las personas heridas y por eso me hago
cargo. Muchas veces me dicen que me pongo del lado de ellos, es que siento que
desde ese lugar los puedo comprender. Porque cuando los miramos desde el otro
lado es imposible. Yo me meto a fondo", agrega la hermana.
Y
por este tipo de actitudes es que no sorprende que en diciembre de 2005, cuando
se acercó Romina, una mujer trans, a la Parroquia de Lourdes, el obispo
decidiera que este era un trabajo para ella.
Romina
fue en aquel momento a la Iglesia porque quería donar el diezmo de su sueldo.
"Cuando el sacerdote le preguntó de dónde provenía, ella le dijo de la
prostitución, y le explicó que ese era el único trabajo que podía tener. En ese
momento el sacerdote me llamó y me contó el caso".
"Así
fue como empecé a vincularme con ellas", recuerda Mónica.
LAS
CARMELITAS DESCALZAS
La
orden de las hermanas carmelitas descalzas es una comunidad en la que las
monjas se dedican a la contemplación y viven una vida de clausura en los
conventos. Sin embargo, aunque Mónica vive en el convento y no sale de allí
salvo para tareas muy esporádicas y específicas, encuentra la manera de generar
acción.
"La
primera vez que vino a verme el grupo de mujeres trans les pedí que me cuenten
sus sueños. Una de ellas, Kathy, me dijo que el suyo era tener una cama limpia
para morir", relata Mónica. En ese momento la monja se contactó con un
sacerdote, le contó el caso y consiguió una casa abandonada, que con el tiempo
se convirtió en el refugio de las chicas, como las llama Mónica.
A
medida que empezó a conocer a este grupo de mujeres se enteró de cómo vivían:
que no podían ejercer otro trabajo que no fuera la prostitución porque no las
aceptaban en ningún puesto, que muchas veces no terminaban de estudiar porque
las discriminaban en las escuelas y que en los hospitales las echaban cuando
estaban por morir, por lo que en la mayoría de los casos fallecían solas y
abandonadas.
"Cuando
Romina me empezó a relatar su historia no lo podía creer, y cuando escuché a
las otras chicas fue peor. Cada día descubro más cosas", agrega.
Desde
que Mónica trabaja con este grupo consiguió que tengan un refugio donde pueden
quedarse si están enfermas y donde realizan un taller de costura, e incluso
ayudó a una de las chicas a que pueda abrir una peluquería para trabajar.
Además, convenció a Kathy de que se sumara a Alcohólicos Anónimos, y hace dos
años y medio que no toma.
Mónica
admite que dentro de la propia Iglesia hay opiniones encontradas en cuanto a la
tarea con estas personas, pero asegura que cuenta con el apoyo del Papa Francisco,
y que en su comunidad ya lograron pequeños avances.
"Una
vez, apenas había llegado Romina a la Iglesia, una señora vino a buscarme y me
dijo: "Hay un travestí". Yo le conteste que era una mujer trans, y
luego me pregunto qué hacía ella en la iglesia, a lo que yo le respondí
"¿Qué hacés vos acá?". Al principio me siguió cuestionando la
presencia de Romina, hasta que le pregunté qué pasaría si ese fuera su
hijo", cuenta.
"Después
de un par de días, volvió y me pidió disculpas, y en la misa siguiente fue a
buscar a Romina para darle el saludo de la paz", agrega.
EL
APOYO DEL PAPA Y LOS PROYECTOS
"El
centro de la Iglesia es Jesús, y él no discrimina a nadie", dice Mónica,
cuando explica por qué se dedica a trabajar con grupos de personas que suelen
ser excluidos y rechazados.
Además, afirma que el Papa Francisco
conoce el trabajo que ella realiza con este grupo de mujeres, y que la apoya.
En un correo él le escribió: "En la época de Jesús los leprosos eran
rechazados así. Ellas son los leprosos de la actualidad. No dejes el trabajo de
frontera que te tocó".
Mónica
cree que la sociedad entera debe cambiar para que las mujeres trans puedan
integrarse y tener una vida normal, lejos de la prostitución y las drogas:
"Las chicas hacen un esfuerzo enorme, y contra corriente, hay que
ayudarlas e integrarlas. Ellas son personas capaces e inteligentes, pero son
maltratadas. Somos nosotros mismos los que las llevamos a las calles. Si la
sociedad les abre las puertas y les da una oportunidad, las podemos ayudar a que
salgan de eso. Yo quiero sacarlas de la calle, las drogas y el alcohol".
Para tratar de entender cómo piensa la gente Mónica lee los
comentarios en las notas que se publican online, sobre todo los de las notas
policiales:
"Siempre que los leo pienso quién es esa persona para juzgar así y
enterrar a otra en vida. Nunca sabés lo que te puede pasar mañana. Los
comentarios que veo son terroríficos, pero me ayudan a entender lo que piensa
la gente", agrega.
Con
la ilusión de quien cree que nada es imposible, Mónica confiesa su sueño:
"Quiero hacerles unos monoambientes a las chicas para que tengan una
vivienda digna. Yo siempre les digo que sueño con hacer un edificio. Ya llamé a
un arquitecto y -aunque no tengo un peso- le dije que me gustaría que tenga
unos locales para las chicas, y poder alquilar unas oficinas para ayudar a las
familias carenciadas".
"Las
chicas me contestan que mi sueño es maravilloso, y me dicen: "Seguro no
vas a parar hasta que se haga realidad", agrega con entusiasmo.
Para
finalizar, Mónica se descarga: "Si pudiera le gritaría al mundo que las
respeten y las amen, porque ellas se merecen eso".