Metáforas sexuales y cada
vez más agresiones: ¿a dónde apunta la escalada del discurso de Milei?
La Nación
2 de agosto de
2025
El sábado de la semana pasada Javier Milei estaba exultante. Su discurso en La Rural para anunciar la baja de retenciones acababa de ser ovacionado cuando él se sentó en el estudio vidriado que Radio Mitre montó en el predio de Palermo para dar una entrevista. “Contento, haciendo el mejor gobierno de la historia”, se ufanó apenas Marcelo Polino le preguntó cómo estaba. Luego, pidió que sacaran la reja para que la gente pudiera acercarse. La charla era amable. Sin embargo, el tono de Milei pronto comenzó a escalar. “Pelotudos, imbéciles, ignorantes”, disparó contra los que desconfían de la capacidad de innovación del campo. Nadie lo contradecía, ni lo seguía en su diatriba, pero el Presidente fue aún más allá. A los diez minutos ya estaba hablando de “degenerados hijos de puta” y a los 20 lanzó la primera de sus metáforas sexuales: “le rompimos el culo”. En las casi dos horas y media de entrevista, Milei usó siete veces la imagen de “romper el culo” como sinónimo de dominio sobre sus adversarios políticos. “No quiero ser grosero con la respuesta, porque como le dicen la pastelera, la pastelera le llenó de crema…”, dijo para responder sobre su hermana Karina. Además de la gente que sintonizaba la radio, del otro lado del vidrio lo escuchaba una multitud de familias con niños de paseo en una soleada mañana de vacaciones de invierno. Los insultos no son una estrategia nueva en Milei. Fueron su carta de presentación en los programas de televisión con los que se hizo famoso, formaron parte de la retórica contra la casta con la que accedió a la presidencia y se mantuvieron durante su primer año de gobierno. En sus primeros 12 meses en la Casa Rosada, el Presidente lanzó 4149 insultos y descalificaciones. Lejos de amedrentarse, este año Milei aumentó su retórica belicosa: en los últimos 100 días dio 28 entrevistas y discursos en la Argentina en los que incluyó 611 insultos. Lo novedoso es que, en esta escalada, el Presidente también se volvió más chabacano: 57 de esos insultos utilizaron términos sexuales. Analistas del discurso político coinciden en que las diatribas de Milei tienen la virtud de que se perciben como auténticas, no impostadas, y en que operan como útiles distractores, pero advierten que funcionan sólo por un tiempo.
En términos del
politólogo y consultor político Pablo Touzón, el discurso de Milei es como “una
droga, que requiere que se vaya aumentando su dosis para provocar el mismo
efecto”. Touzón sostiene que “la narrativa genera su propia inflación” y que si
se mantiene igual, hay un efecto aburrimiento. “Solo queda subir. Y ya no queda
mucho”, dijo. El año pasado las referencias sexuales eran esporádicas y por lo
general, metafóricas. En los últimos tiempos, sobre el ya generalizado
“mandriles”, se impone la versión más explícita de “culo rotos”. Y no sólo son
más directos, los insultos sexuales también son más. La tasa de insulto sexual
pasó de 0,70 por hora en su primer año de gobierno a 1,62 por hora en los
últimos 100 días. Casi todas son metáforas alrededor de la idea del coito anal
como elemento de sometimiento. Milei tuvo un estilo similar al de La Rural
durante su trasnochada de seis horas en el programa de streaming de Daniel
Parisini, el Gordo Dan, el 8 de mayo, donde lanzó 175 insultos. 35 de ellos
fueron de índole sexual. Algo parecido ocurrió en su excéntrica visita a El
troncal de las mascotas, un programa de Neura. El Presidente apareció con un
mameluco de YPF y acompañado de Conan, uno de sus perros. Esa tarde disparó 80
insultos. El “lenguaje cloacal” que
recurre con insistencia a “la concepción del coito como un recurso de sometimiento
y humillación impuesto a quienes disienten” -en los términos de Santiago
Kovadloff-, es un discurso inédito en la historia de los presidentes
argentinos, excepcional a nivel mundial e incluso llamativo como parte del
lenguaje de un hombre de 54 años, coinciden los especialistas. Esta
excepcionalidad dispara una serie de preguntas. ¿Por qué habla así? ¿Es
desborde o método? ¿Le resulta eficaz en su esquema de construcción de poder?
¿Qué efecto genera en la sociedad? ¿A la gente le resulta gracioso? ¿Es un
recurso que, por reiteración, puede agotarse?
¿Los insultos son efectivos
como estrategia política?
El insulto fue
parte medular de la estrategia que en apenas dos años catapultó a Milei de los
paneles de televisión a la Casa Rosada. Después, carente de los resortes
institucionales tradicionales que garantizan la gobernabilidad (un núcleo
significativo de legisladores, gobernadores y un partido político sólido), la
retórica del Presidente -con sus hipérboles, sus demonizaciones, sus metáforas
bíblicas y también sus insultos- se convirtió en una herramienta central de su
construcción de poder y, por el momento, mantiene un alto índice de adhesión
entre sus simpatizantes.
Nota del blog:
Ahorramos al
lector el resto del largo artículo típicamente impostado de “profundidad” de La Nación diario (el que quiera, en el
link encontrará la execrable voz del presidente insultador). Liberales y
libertarios, entre unos y otros destrozan una Argentina que parece maldita y no
se sabe si sigue siendo un país o una parodia. Castigo de Dios, indudablemente,
porque lo hemos expulsado de la vida pública y privada. Este es un artículo que
no tiene nada de gracioso, pero dejamos constancia de que a este energúmeno
libertario y los imbéciles –sobre todo los católicos- que lo apoyaron y aún
apoyan, hay que combatirlos sin tregua y siempre que se puede, apalearlos.