¿Son sordos los feligreses que oyen los sermones del cura
Méramo?
Si no lo son, ¿por qué les grita?
¿No le llevan el apunte? ¿No lo entienden? ¿Se duermen? ¿Cabecean?
¿Se distraen?
¿O los bramidos son la volcánica erupción de quien debe
diferenciarse del resto de los “fláccidos” curas, no sólo por mostrar una alfanje que lo identifica, sino por una prédica cortante e indómita como la de un fundamentalista árabe?