Pero, qué lástima, ya no
podremos escuchar los insultos ceriánicos en nuestra radio…
Qué tristeza embargará las almas…
Para combatirla tendremos que poner la
victrola y
escuchar un poco de alegre música…
escuchar un poco de alegre música…
Mientras al cerebro
maléfico se le va la chinche…
Pues seguro que con su
banda seguirá tramando algo…
Y
a propósito de tempestades.
Un
anónimo ha enviado dentro de un artículo más morigerado (¿a causa de la
tormenta?), que parece ahora duda (seguramente gracias al Padre Castellani
citado por los blogs “fláccidos e impotentes”) del “dogma salettiano” sobre el
que el P. Méramo ha fundado su sedentarismo estilita, estas palabras, acaso
aleccionado por la tormenta justiciera:
Y las lluvias de bendiciones caen como
un manantial de Gracias para vivir en paz la tierra.
También le dio el poder de desatar…
tempestades… si quería.
Hágase la analogía, y verán las lluvias
de maldiciones. Y si no…, abran los sellos…
(…)
Si este hombre es un apóstata, pero es
verdadero Papa y tiene el poder de desatar, y está desatando tempestades, como
están haciendo desde Vaticano II…, y en la lista de colaboradores de esas
tempestades estoy yo…, como “fiel” (entiéndase “Fidelidad” entera)… ¡Mejor no
sigamos…!
¿La
culpa del rayo la tendrá también Francisco? Caramba…
Mejor
pensemos y recordemos que “Quien esté de pie, mire de no caer” y “si no hacéis
penitencia, todos pereceréis”.
No
sabemos si escarmentarán los super-tradis, al fin y al cabo el desvariado rabí
continúa su “batalla” personal contra Mons. Williamson, pero, mejor escarmentar en cabeza ajena. Y dar
gracias pues esa impuesta sugerencia de “¿por qué no te callas?” que a la
fuerza se le ha propinado a las malas lenguas de la farisaica radio, debe aleccionarnos a no asomarnos nunca a esos caminos pantanosos del celo amargo,
la soberbia petulante de los “sabios” y
el orgullo que inficiona las palabras y las hace por eso merecedoras del mayor
de los castigos: convertirlas en nada.