Luego de haberse
hecho el zurdo, mimetizándose con Mujica, Castro, Cristina y Correa; luego de
haber declarado que la fe es revolucionaria; luego de haber dicho que aprendió
mucho de una mujer comunista; luego de haber “beatificado” al cardenal marxista
Romero de El Salvador; luego de haber
elogiado al activista jesuita y zurdo Luis Espinal, etc., etc., Francisco fue incomodado
por el impresentable Presidente de Bolivia, el indígena indigenista Evo Morales.
Tras todos aquellos antecedentes, Evo se “pasó de rosca”, y le encajó
descaradamente a “su Papa” la hoz y el martillo. Puede verse en la filmación a
un Francisco que no sonríe sino muy forzadamente, sin poder controlar la
situación. Inesperadamente aparece el crucifijo blasfemo y sin embargo, para no
contrariar al jumento que lo acababa de condecorar, prefirió blasfemar él
también, compartir la ignominia, la afrenta a Cristo. Debió tragarse ese
inesperado “sapo”, por un energúmeno que al fin y al cabo fue alentado
indirectamente por el propio Francisco a caer en esa actitud. Bergoglio, el
hábil político habituado a tener el control de cada situación, está siendo
llevado a un terreno resbaladizo, donde no hará tan fácilmente pie. Quizás deba
acelerar medidas “revolucionarias” dentro de la secta conciliar. O quizás –y también-
en su ecumenismo hacia uno y otro extremo acelere el reconocimiento a la
Neo-FSSPX, para acabar por la vía de la “libertad” con la Tradición de aquellos
que no osan huir del tornado destructor del Nuevo Orden Mundial. Francisco fue
puesto a prueba. ¿Le regalarán en Yanquilandia una bandera sodomita o algo
inesperado? De Dios nadie se burla.
“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor
de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.
Nicolás Gómez Dávila
“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.
Padre Leonardo Castellani