De acá
Tal
vez, uno de estos días, será verdad: Gandalf mandará todo a la mierda.
Empezará por allí y terminará por allá. ¡Ay de esos días!
Empezará por allí y terminará por allá. ¡Ay de esos días!
Será un día cualquiera. Y no será un día de furia, no será un relato salvaje.
Será otra cosa.
Claro que muy probablemente habrá un periodista. Pero si es un periodista, será como saliva de Saruman o de Sauron, que caerá de la boca babeante de cualquiera de ambos, mientras paladean su obra. Una pestilencia, sí. Pero no mucho más que saliva, aunque haya mucha saliva...
Y llegará. Y eso será un signo. Será el día en que ya no se entienda nada de lo que dice Gandalf: absolutamente nada. Y cualquiera de las cosas que diga no será solamente la diferencia entre el mundo tradicional y el de esos días, que en tanto son nuestros días.
Y no pasará que solamente sea por espíritu trivial de los que deberían ser graves, o por frivolidad de la masa informe.
Será porque Saruman primero y Sauron al final habrán logrado que la estupidez sea la maldad y que buena parte de la maldad sea la estupidez.
Un mar de perversiones y perversidades: de eso hay y crece, claro que sí. Y será difícil respirar ese aire. Y lo es.
Pero mucho antes que eso, no es tanto que haya perversidades y perversiones de cosas altas, buenas y grandes. Sino el embotamiento de la mente y del corazón, la desertificación de la inteligencia, el desprecio de lo alto; y hacer romo lo punzante, nauseabundo lo fragante, insípido lo sabroso, odioso lo amable. Y el terror, el miedo pánico. Los gritos de los Nazgûl, los espectros de un poder tan invisible como presente, helando el corazón estepado de seres esclavos de cosas innobles y rastreras.
Y entre los grandes malos y estúpidos habrá gentes peores y más altas que Grima y que Bill Helechal, habrá más que Gollum. Después de todo, cualquiera de ellos es simplemente un peón y no el rey. El rey es otro. Es el Otro. Uno que no es rey y que querrá hacerse rey y se hará rey y tendrá su corte y sus ejércitos. Y tendrá sus profetas y sacerdotes. Y ya los tiene.
Esto es una humorada, una sátira. Los hispanos la conocen (y entienden algunos guiños para hispanos, claro...)
Pero, créame: en esta comedia hay mucho más. Y ella misma -sin quererlo el bueno de Jordi...- es un símbolo de cosas mucho más altas y mucho más hondas.