Robert Luis
Stevenson
El diablo paró
una vez en una posada donde nadie lo conocía, porque se trataba de gente cuya educación
era escasa. Tenía malas intenciones y todos le prestaron oído durante mucho
tiempo. El posadero lo hizo vigilar y lo sorprendió con las manos en la masa.
Tomó una soga y
le dijo:
-Voy a darte de
azotes-
-No tienes
derecho a enojarte- dijo el diablo- Sólo soy el diablo y mi naturaleza es obrar
mal.
-¿Es verdad?-
preguntó el posadero.
-Te lo aseguro-
dijo el diablo.
-¿No puedes
dejar de obrar mal?- preguntó el posadero.
-Ni en lo más
mínimo- dijo el diablo- Sería inservible y cruel dar azotes a una cosa tan pobre
como yo.
-Es verdad-
dijo el posadero.
Hizo un nudo y
lo ahorcó.
-Ya está- dijo
el posadero.