“Yo pienso, como lo formulé en
Argentina, que son católicos
en camino hacia la plena comunión”.
¿Alguna objeción a estas palabras por parte de la
comandancia de la Neo-Fraternidad? No. Francisco devuelve a Mons. Felé las
flores que éste le viene arrojando hace tiempo. Dime quién te alaba…
« Mons.
Fellay es un hombre con el que se puede dialogar. Este no es el caso de otros
elementos un poco extraños, como Mons. Williamson, u otros que se han
radicalizado”.
Francisco, idem.
Pero también con sus declaraciones Francisco deja bien
descolocados a maliciosos calumniadores que vienen gritando desaforadamente sin
el menor fundamento –excepto el de sus personales problemas pasionales- que Mons. Williamson y la Resistencia están en
la misma posición que la Neo-Fraternidad, y que buscan lo mismo y que van al
mismo lado y que quieren acordar con Roma, etcétera. Francisco acaba de dejar
en claro en su declaración que con el que sí se puede dialogar es con Mons.
Felé. Y vaya si este lo demostró en la última entrevista al cáustico periodista
Sebastian de DW Televisión. En cambio Mons. Williamson representa a los
extraños y radicalizados, con quien no puede haber no ya entendimiento, ni
siquiera diálogo. ¿Por culpa de quién? De Francisco, desde luego, que profesa la
herejía modernista. “¿Cómo entenderse con esa gente?”, diría Mons. Lefebvre.
Esto nos hace pensar en un texto que bien podría titularse “POR
QUÉ NO VOY A ROMA” y dice así:
No
voy a Roma porque no me invitan.
No
me invitan porque según Francisco soy un personaje extraño y radicalizado con
el que no se puede hablar.
Para
ir a Roma debería ser un personaje con el que se pueda hablar, como Mons. Felé,
que es tan simpático, tan gentil, tan comprensivo, tan tolerante y tan normal.
En
Roma saben que no soy así. Saben que no soy así porque no pienso así, como
Mons. Felé. Saben que no quiero estar en plena comunión…con la iglesia
conciliar.
Eso
no me convierte en sedevacantista, eclesiavacantista o como quieran llamarle.
Si
me llamaran a Roma sin ser yo “reconciliante” como Mons. Felé, con quien se
puede hablar, sería una trampa. La mejor forma de deshacer esa trampa sería
decir la verdad de frente a Francisco. Pero Francisco no acepta sino “verdades
blandas” como diría Gómez Dávila de los liberales, o sea, verdades manchadas,
enturbiadas o perfumadas con una sonrisa como la de Mons. Felé. Por eso
Francisco no convoca a personajes extraños o radicalizados, sino a ecumenistas,
a diplomáticos y a tolerantes con los herejes, apóstatas y cismáticos. Y a judíos,
por supuesto. Qué duda cabe.
Por
eso no voy a Roma. Porque soy (dicho esto sin pedantería pero sin ambages) “excomulgado”, “retrógrado”, “troglodita”, “pelagiano
restauracionista” e “indeseable”. O sea,
católico antiliberal intragable.