"Del
estadio ético se pasa de un salto al estadio religioso —lo mismo que de un
salto se pasa del estado de inocencia al estado de pecado; no hay homogeneidad
entre la inocencia y el pecado, no se puede pasar gradualmente. Adán dio un
salto y adquirió de un golpe el Pecado, la Libertad y la Ciencia. "La
Ciencia es el pecado" ¿Qué ciencia? La ciencia de Hegel, su gran enemigo,
la ciencia objetiva. ¡Qué confusión! Pero más confuso parece todavía decir que
el humor es lo que prepara (no elimina, prepara) el salto de lo ético a lo
religioso. ¿Qué tiene que ver la ironía y el humor, con estas cosas morales y teológicas?
¿No son cosas literarias el humor y la ironía? Gran admiración me produjo cuando
leí
que la ironía
era la transición
de lo estético
a lo ético;
y el humor, de lo ético a lo
religioso. Ha llegado el momento de explicarlo un poco.
¿No
es la misma cosa la ironía y el humor? No, son distintas: la ironía es una cosa
más directa y el humor una cosa más amplia, sutil y profunda; aunque nada
impide que a veces anden mezclados. La ironía es expresar una cosa diciendo su
contraria —dicen los preceptistas; el humor ¿sería pues expresar una cosa alta
diciendo su inferior; insinuar lo excelso hablando de lo común?
El
humor es lo que llama Kirkegor "el estilo indirecto". Pero ninguna
definición puede apresar bien estos dos fenómenos: acudamos a un ejemplo cualquiera,
el más cercano.
No
hace mucho he hecho una ironía y un "humorema" seguidos. Fui a
visitar al Obispo de San Juan —no que yo sea muy obispador u obispable, sino
por cortesía; y me dirigió una frase un poco maligna que me picó:
una ironía. Yo no estaba preparado, me tomó de sorpresa, y no contesté nada.
Pero la próxima vez ya sabía que era cordobés, que tenía la lengua un poco
maligna. Lo encontré de nuevo en una gran misa que se hacía en los Salesianos
por la salud del Dr. Fernando Cruz, Rector de la Universidad de Cuyo.
—
“¿Ud. aquí, qué anda buscando por aquí?
—Monseñor;
es Domingo y aunque uno sea sacerdote y aunque sea Obispo puede también ser
cristiano... —le contesté
—¿Cómo
le ha ido en San Juan?
—Bien.
Llegué mal y acabé bien.
—Como
Don Quijote...
—Como
Don Quijote y otros
—¿Cuáles
otros?
—Todos
los santos.
En
definitiva, la ironía surge de la indignación o del enfado, y el humor del
desapego; y es el cansancio o el enfado o el desapego de las cosas sensibles lo
que hace crecer nuestra interioridad, nos prepara al "salto" famoso.
Désormais le
Sage, puni
Pour avoir trop aimé les choses,
Rendu
prudent a l'infini,
Mais franc
de scrupules moroses, [...]
Il ira,
calme, et passera
Dans la
férocité des villes,
Comme un mondain a l'Opéra,
Qui sort
blasé de danses viles.
En
adelante el Sensato, castigado
por
haber amado demasiado las cosas,
prudente
ya hasta lo infinito,
mas
sin melancólicos escrúpulos, [...]
Irá,
tranquilo, y pasará
por
la ferocidad de las ciudades
como
el elegante por la Opera,
que
sale estragado de danzas viles.
El hombre mundano
cansado de los placeres es un blasé
para los franceses, que podríamos traducir como hastiado o ahíto o
despechado; y el blasé es siempre ironista. ¿Por qué? Porque está a la puerta
del orden moral. Ningún ejemplo más exacto que ese gran blasé que fue
Henri Lavedan. No se puede marcar mejor el salto del plano estético al plano
ético con la ayuda de la ironía que con esas dos comedias magistrales y tan
desenfadadas que llegan al cinismo, que marcan la conversión al Cristianismo de
Henri Lavedan, el refinado aristócrata parisino: "Le nouveau jeu" y “Le
vieux marcheur". Son dos pequeñas obras maestras tan parisinas que no
sufren traducción
ninguna, que a la vez satirizan y describen la vida "estética" —en
realidad enteramente libertina— de la alta sociedad francesa del 900. Es
imposible juntar tanta repulsión al vicio y
tanta gracia ligera y aérea a la
vez: una condenación tan austera de una cosa que nos hace tanta gracia. Kirkegor
las hubiese citado en su libro sobre la ironía, si no fueran posteriores.
En
cambio, el humor es el desapego de las
cosas y de sí mismo; pero no se puede despegar uno de sí
mismo, si no tiene un asidero más arriba.
Cuando leí que el humor marca la transición hacia eI plano religioso me puse a
recorrer los santos, y no encontré que los santos hayan sido precisamente
humoristas excepto San Felipe Neri y San Francisco de Asís. Pensé en Jesucristo
y lo encontré
terriblemente serio. Pero mirándolo bien, hay una especie de humorismo
trascendental en el Evangelio; en las palabras, en las parábolas
y hasta en los hechos de Jesucristo. Claro que Jesucristo no necesitó
pasar del estadio ético al
estadio religioso, en el cual estuvo instalado toda la vida de rondón, a priori; pero en su predicación usó
ciertamente lo que llama Kirkegor "el estilo indirecto". Chesterton,
que es un gran humorista, notó que hay humorismo en las parábolas
de Cristo, que hay unas ciertas desarmonías,
desmesuras, fugas gigantescas: que no son composiciones al gusto de la retórica
greco-latina: que están llenas de camellos que pasan por el ojo de una aguja,
de montañas que se Ievantan y se echan en el mar, de reyes raros y absolutistas
que mandan matar a unos convidados porque no vienen a su banquete de bodas; de
mayordomos estafadores y listos, de hermanos mayores justos y dóciles
que hacen un mal papel al lado del hermano corneta, el hijo pródigo.
Lo que hay en Cristo es como una alusión
continua a algo enorme que hay detrás de las cosas comunes, y esa alusión
continua es estrictamente una especie de humorismo. El infinito está detrás de
las cosas comunes; pero el infinito no puede ser insertado en el lenguaje
común, porque simplemente no cabe; y entonces, es aludido por
ciertas resquebraduras o súbitos vuelos de las cosas, que dan una especie de
choque a la retórica y a la mente; por cierto a veces el choque de lo sublime.
"No
está bien el pan de los hijos echarlo a los perros..."
"¿Por
qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios..."
"Deja
que los muertos entierren a los muertos..."
Los
predicadores austeros nos dicen que Cristo lloró varias veces, pero no rió
ninguna vez. Yo creo que debe haber reído, aunque no conste en el Evangelio;
pero en el Evangelio consta que sonrió muchas veces. Muchas de sus respuestas a
sus hidrófobos adversarios, e incluso al procurador Pilatos, están subrayadas
por una fina sonrisa. "¿Con qué autoridad haces estas cosas? —Decidme
vosotros primero: ¿qué autoridad tenía Juan el Bautista? —No lo sabemos—. Pues
yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas." En lo cual se lo
estaba diciendo; pero con humor, "como es propio del hombre
magnánimo" —dice Aristóteles. Cuando fue a buscar higos a una higuera
porque no era tiempo de higos, no había higos: maldijo a la higuera y la
higuera se secó. Bernard Shaw dice que es un rasgo de ferocidad, en realidad
puede mirarse como un gesto de humorismo. Es una parábola en acción: una
parábola que ostenta ese rasgo de desmesura o asimetría que tienen también las
parábolas en palabras. ¿Por qué maldijo Cristo a la higuera si no era tiempo de
higos? ¿Qué culpa tenía la higuera? Para significarnos que Dios puede pedirnos
lo imposible. Justamente el hombre
religioso es el que cree que Dios puede hacer lo imposible: cree en el milagro
y vive en el misterio. El misterio y el milagro injertados en la propia vida,
ésa es la característica del hombre religioso. Y el milagro injertado en un
pobre macaco humano, es humorístico.
Llegamos
por fin al estadio religioso, que para Aristóteles es la vida contemplativa,
que está bajo el signo de la contemplación; y Kirkegor dice duramente bajo el
signo del sufrimiento. Aquí entra la acusación de "religiosidad sombría y
luterana", de "concepción del mundo inhumana" de Sciacca, Fabro
y Jolivet. "¡Esto no es el Cristianismo auténtico!" —exclama Sciacca;
creerá que el Cristianismo auténtico es el democristianismo de Gasperi, Scelba
y el Mariscal Badoglio. Y en último caso, aún concediéndole a Kirkegor la
santidad, "la santidad de Kirkegor
es una santidad sombría; eso no quiere decir que toda santidad tiene que ser
sombría"...-dicen. Bueno, si no quieren espantar a las almas
pusilánimes o tiernas, digan que Kirkegor fue un caso de "drama
religioso", una de esas cosas "admirables y no imitables" que
dicen los predicadores; lo que no hay derecho a decir, pero de ninguna manera,
es que fue un hereje, o un luterano, o un descarriado, o un perverso, o un
ateo; y muchísimo menos un macaneador. Él decía que no era un hombre religioso,
que no sabía si él era o no un hombre religioso; que era quizá solamente el
poeta de la religión.
Por
tercera vez quiero repetir que la religión puede ser bajada al plano estético;
y lo es, y en proporciones enormes en nuestros tiempos. No está en el plano
religioso un hombre por el hecho de tener religión (como dicen ahora), por
tener devociones o por hacer poemas devotos, aunque sean buenos, como los de
Bernárdez. El poeta puede imitarlo todo; y el hombre puede falsificarlo todo.
El poeta lo mima todo, es un mimo especializado. Un poeta puede representar muy
bien a un santo, para lo cual debe entenderlo, en parte al menos; puede hacer
un drama, comedia o tragedia, como Lope de Vega, con la vida de San Isidro o la
de San Segundo de Ávila, y puede ser un buen drama, pintar bien al santo; pero
es un santo pintado. El poeta ha bajado la santidad al plano estético, como es
su oficio (lo temible sería que en su vida hiciese lo mismo, como Lope), como
yo puedo hacer un drama sobre Julio César o Juan Manuel de Rosas, mimándolos. Cierto que para pintar bien el amor, hay
que estar enamorado; pero el que está bien
bien enamorado, ya no pinta más.
Justamente
una de las tentaciones más peligrosas de un poeta es transformar en material
poético las gracias que Dios le da para su vida —lo
que llaman los téologos "gracias actuales"— como un pintor que dejara
pudrir sobre su mesa lo que necesita para comer con el pretexto de pintar un
bodegón. Hay una poesía juvenil de Alfredo de Musset que es evidentemente una
"gracia actual" — una moción religiosa a su corazón, transformada en
un poema, en un mal poema por cierto. Este es un fino trabajito del diablo, que
hizo temer y temblar a Kirkegor toda su vida. Tenía un miedo continuo, que a
veces llegaba a la angustia, de no ser el caballero
de la fe sino solamente el poeta de
la fe. Su amigo Boesen le escribía con mucha amistad: "Tú
no eres un poeta religioso, eres el poeta
de lo religioso, y por tanto eres más que un poeta…Justamente porque
sientes dolorosamente que no eres más que
un poeta, por eso hay entre tú y Dios una buena inteligencia. Tú no eres ni
reformador, ni profeta, ni santo, ni taumaturgo, ni apóstol; tu melancolía y tu
poesía te expatrian de esas regiones; pero tú comprendes tanto al Apóstol, que
poco a poco te vas transfigurando en Apóstol. Si no llegares nunca, paciencia;
pero la verdad es que, volcando toda tu facultad poética en lo religioso con
una continua insatisfacción, eres más que poeta por el mismo hecho de ser tan
poeta”. Es la palabra misma de Claudel: “Los grandes poetas son los que desprecian
un tanto la poesía”, con un desprecio especial bien entendido, no con el
desprecio de la zorra a las uvas, sino con el desprecio del águila a las uvas;
y la gran palabra de Pascal: “Los verdaderos filósofos se burlan de la
filosofía”…¡Natural! Un gran poeta y un gran filósofo es ante todo un
existente; y la existencia es siempre más que la representación de la
existencia. ¿Oh, quién le enseñará todo esto a la capillita de la revista Sur!”.
Padre
Leonardo Castellani, San Agustín y
Nosotros.