Los Siete
Ciegos de Ceylán le mandaron sus informes acerca del elefante al Dalai Lama del
Tibet.
.“El Elefante
es como una enorme serpiente boa” -escribió el primero de ellos. Había atrapado la trompa del
animal.
.“El Elefante viene a ser algo así como un suave harapo de terciopelo con forma de flor de baobab” -escribió con precisión el segundo, que había agarrado la oreja.
.“El Elefante, Santísima Excelsitud, es como una espada o una lanza fría y bruñida” -se pronunció el tercero, que había tocado el colmillo.
.“El Elefante es como una gran roca con musgo” -opinó el cuarto, que se había apoyado en la cabeza.
.“El Elefante es tal cual un viejo tronco de árbol” -dijo el quinto, que era un petizón que había abrazado la pata.
.“El Elefante es un muro blando y convexo” -dijo el que se recostó contra la panza.
.“El Elefante es como una cuerda” -dijo el último, que se había prendido de la cola.
El Pontífice
Negro del taoísmo se dijo: “O todos estos santos varones mienten, o el
extraño ente llamado Elefante es un tergiversador: cambia y se muda. Pero como
no es posible que estos lamas mientan…”.
No era un
tergiversador. Ni tampoco los bonzos mentían. Sabían poco solamente. Les
faltaba el órgano para percepción de elefantes.
(Fábula de Leonardo Castellani, Camperas)
Moraleja segunda:
hay tradis y super-tradis a los que les falta el órgano para percepción de la
verdad. Y hay otros que mienten y tergiversan. ¡Cuidado! Esos son capaces de
atropellar sobre elefantes, creyendo ser jinetes en corceles.