Una muestra.
Marcelo González de Panorama Caótico Internacional.
“El católico simplemente resabiado de
Liberalismo se conoce en que, siendo hombre de bien y de prácticas
sinceramente religiosas, huele no obstante a Liberalismo en cuanto habla o
escribe o trae entre manos. Podría decir a su modo, como Mad. Sevigné: “No soy
la rosa, pero estuve cerca de ella y tomé algo de su olor”. El buen resabiado
discurre y habla y obra como liberal de veras, sin que él mismo, pobrecito, lo
eche de ver. Su fuerte es la caridad: este hombre es la caridad misma. ¡Cómo
aborrece él las exageraciones de la prensa ultramontana! Llamarle malo a un
hombre que difunde malas ideas, parécele a ese singular teólogo pecado contra
el Espíritu Santo. Para él no hay más que extraviados. No se debe resistir ni
combatir; lo que se debe procurar siempre, es atraer. “Ahogar el mal con la
abundancia del bien”: ésta es su fórmula favorita, que leyó un día en Balmes
por casualidad, y fue lo único que del gran filósofo catalán se le quedó en la
memoria. Del Evangelio aduce únicamente los textos que saben a miel y almíbar.
Las invectivas espantosas contra el farisaísmo, diríase que las tiene él por
genialidades e intemperancias del divino Salvador. A bien que sabe usarlas él
mismo muy reciamente contra los irritables ultramontanos, que con sus
exageraciones comprometen cada día la causa de una religión que es toda paz y
amor. Contra éstos anda acerbo y duro el buen resabiado, contra éstos es amargo
su celo y agria su polémica y agresiva su caridad. Por él exclamó el P. Félix
en un discurso célebre, a propósito de las acusaciones de que era objeto la
persona del gran Veuillot: “Señores, amemos y respetemos hasta a nuestros
amigos”. Pero no; el buen resabiado no lo hace así: guarda todos sus tesoros de
tolerancia y de caridad liberal para los enemigos jurados de su fe. ¡Es claro,
como que el infeliz los ha de atraer! En cambio, no tiene más que el sarcasmo
y la intolerancia cruel para sus más heroicos defensores. En suma: al buen
resabiado, aquello de la oposición per diametrum del Padre San Ignacio en sus
Ejercicios espirituales, nunca le pudo entrar. No conoce más táctica que la de
atacar por los flancos, que en religión suele ser la más cómoda, pero no la
más decisiva. Bien quisiera él vencer, pero a trueque de no herir al enemigo ni
causarle mortificación o enfado. El nombre de guerra le alborota los nervios;
más le acomoda la pacífica discusión. Está por los Círculos liberales en que
se perora y delibera, no por las Asociaciones ultramontanas en que se dogmatiza
e increpa. En una palabra, si por sus frutos se conoce al liberal fiero y al
manso, por sus aficiones principalmente es como al resabiado de Liberalismo se
le ha de conocer.”
R.P. Félix Sardá y Salvany, “El
Liberalismo es pecado”, cap. XVIII.