Mientras tanto, en la blogósfera folklórico-fellaycista…
Ah, quizá no esté de más repetir, para
gente fácilmente susceptible, carente de sentido del humor y acostumbrada a
enviar con toda ligereza personas al infierno (¡oh, condenadores seriales a un
lado y otro de la blogósfera supertradi!), una vez más que “no existe, como se
imaginan los pacifistas y los necios, la menor inconsecuencia entre amar a los
hombres y combatir contra ellos, mientras se les combata noblemente y por una
causa justa”, como dijo Chesterton. Por
lo tanto no pasan por nuestro rasero del humor sino aquellos –con la intención que
tengan, buena o mala qui lo sá- que
antes a sí mismos se han embromado
afirmando zonceras mayúsculas, sosteniendo incoherencias abismales, o repudiando
el sentido común, y todo eso trayendo como consecuencia el perjuicio para la
Iglesia, para esta Iglesia militante que muchos pretenden transformar bobaliconamente en “dialogante” o “claudicante”.
Por eso no podemos evitar que algún tarambana se acalore y lance palabrotas al
ser chanceado, cuando ponemos en evidencia que aceptarían ponerse bajo el
gobierno de los herejes modernistas, a los que piden tolerancia, pero a
nosotros no nos toleran ni nos “aceptan como somos”. Nobleza obliga, no buscamos ser "aceptados" por quienes están en las antípodas de nuestro pensamiento, mas si se quiere combatirnos que se haga "noblemente y por una causa justa", como decía el genial Chesterton. Desde luego, las causas liberales o donde van mezcladas la verdad con el error están lejos de ser justas. Y la bastardía de la causa difícilmente suscite gestos nobles, o por lo menos una honesta sonrisa que reconozca el mérito ajeno. Pero dejemos que haya graznidos, cacareos o píos y salgamos fuera cargados con su improperio. Muy dentro nuestro nadie puede sacarnos la sonrisa, y el deseo de dar la paz como la da Cristo.