«Chesterton,
paradoja a paradoja, construye una imagen de la realidad porque la realidad es
una suma de paradojas. Pero hay veces que tanto malabarismo con las fórmulas
agota al lector y le deja con una sensación de desasosiego intelectual. El
lector ve con tanta claridad la brillantez de Chesterton, que no percibe su
profundidad. En el ballet de sus frases no siempre reconocemos la sencillez de
vida que deseaba que tuviéramos... Sin las paradojas, los chistes y los
toboganes retóricos, Chesterton habría sido quizá un filósofo más claro, pero
no sería Chesterton. Con frecuencia se
supone que no es serio porque es gracioso y, en realidad, es gracioso porque es
serio. Seguro como está de su verdad, se puede permitir bromear... La certeza
produce serenidad».
André Maurois