El hombre escandalizado que se ha rasgado las
vestiduras, ha hecho tronar su voz sapiencial y justiciera, en una serie de
artículos fulminantes (de fondo) que desde su atalaya invencible ha lanzado cual
saetas sobre “el obispo de Kent”.
¡Ay!, pero una vez más el P. Ceriani fracasa en su
supuesta defensa de la verdad. Ceriani fracasa porque su larga exposición no le
sirve para ilustrar a los ignorantes, pues escribe mal y no puede hacer
comprensible para la mayoría de sus lectores un texto que vuelve recóndito y
enmarañado. Fracasa porque no tiene poder de síntesis y necesita explayarse en
una larga serie de artículos, en miles de palabras, en idas y vueltas infinitas
que complican más un tema de por sí difícil. Fracasa porque es incapaz de
adoptar un lenguaje más llano, simple, sin rispideces, pues su soberbia coloca
ripios al mezclar la exposición científica objetiva con ironías, maltratos,
burlas y apodos insultantes para humillar a sus enemigos. Ceriani fracasa
porque hace de la verdad algo odioso y sólo cosa de “eruditos” como él. Un
sabio tiene poder de síntesis y dominio del lenguaje, y aunque el tema sea
difícil, es capaz de volcarlo en un estilo de mayor comprensión. Como los
abstrusos filósofos alemanes tenían ese defecto, proveniente de su propio
pensamiento, por no concebir claramente la verdad, la mirada de Ceriani es de
algún modo la misma, pues en su orgullo no puede someterse del todo a la
verdad, sino que ésta la somete a sí mismo para hacer de ella un medio para su
propio lucimiento y así exponer su “superioridad” ante el enemigo contra quien
compite. Hay allí un fracaso en la comprensión vital de la verdad, que lleva a
manipularla para sus propios egoístas fines. Sin embargo…
Sin embargo puede ser que si la estrategia de Ceriani
fue otra, entonces en algún sentido habrá tenido éxito. Un éxito contra la
verdad, claro está. Pues parece probable que Ceriani se haya trazado esta
estrategia para demoler a su enemigo (que por cierto tiene sus macanas y con
ella contribuye a facilitarle la tarea a este hombre):
1.- Escribir en términos ininteligibles para el 90% de
sus lectores,
2.- con el fin de que queden con la impresión de
que Mons. Williamson ha dicho herejías tremendas,
3.- aunque Ceriani no afirma eso,
4.- pero él logra así la mayor eficacia
difamatoria sin tener que mentir.
No nos vamos a poner a su altura porque
intelectualmente somos pigmeos (impotentes, diría Ceriani), y no nos interesa
discutir. Hay otros (blogs) que de manera más simple han dado pruebas de comprender
mejor este enredado asunto. Pero solamente vamos a ver un punto que él reitera,
el de acusar de “darwinismo teológico” a Mons. Williamson. Allá queden ellos si
desean disputar o esclarecer tal asunto. Lo que sí vemos es que el propio Ceriani
acusador es un darwinista y en más de un sentido. Podemos llamarle “darwinista
social”, pues ha dado muestras de una postura radicalizada cuanto a dividir la
Tradición entre seres superiores
(como él) y seres inferiores a los
que ni siquiera se digna nombrar, a los que sólo menciona mediante apodos,
descalificativos o epítetos denigrativos. También puede ser
llamado “darwinista teológico”, porque antes escribía contra el sedevacantismo
("Contra papólatras y papoclastas") y ahora con Francisco, de buenas
a primeras y sin una buena fundamentación, se ha vuelto sedevacantista, echando
por tierra todo lo anterior. Y también podría ser llamado “darwinista moral”,
pues antes decía cosas como esta: “Hay que
evitar la tendencia enfermiza de ubicarse siempre en la posición más extrema.
Esto es propio de los inspirados por el celo amargo”. (Entrevista en revista Iesus Christus,
Julio/Agosto de 1990) y en cambio ahora se ha dejado llevar por esa posición
que condenaba.
Dijo San Agustín: “Dios mira con mayor agrado acciones
perjudiciales acompañadas de humildad, que obras buenas, llenas de soberbia”. Y
San Gregorio de Nisa: “Un carro lleno de buenas obras, conducido por la soberbia,
lleva al infierno; conducido por la humildad, aunque esté lleno de pecados,
lleva al paraíso”. Y San Bernardo: “El pecador que elige la senda de la
humildad, para seguir los pasos del Cordero, ha tomado un camino más seguro que
el hombre que, siendo virgen, sigue los caminos del orgullo. Porque al primero, su humildad lo purificará
de sus manchas; mientras que al segundo, su soberbia le manchará la pureza”.
Finalmente, como dijo el Apóstol Santiago: “Dios resiste a los soberbios”.