“La
vida del caballero andante no era la vida alborotada de un conquistador de la
tierra, sino la vida ordenada de un conquistador del cielo. Su lucha no era la
lucha de un hombre que peleaba contra un hombre enemigo o contra un animal
enemigo, sino la lucha del hombre que peleaba contra un vicio representado por
su enemigo. Por eso la lucha le fortalecía y por eso Dios le enviaba a las
hadas para que le curaran de sus heridas con el ungüento milagroso".
Ignacio
B. Anzoátegui