Las picas clavadas por el enemigo en los sesos del
pontífice:
ecumenismo, tolerancia, libertad de prensa...
|
De acá
Hubiera sido loable escuchar en boca de las máximas
autoridades de la Iglesia, aun no disipado el olor a pólvora y a sangre derramada
por el imprevisto asalto yihadista, algún comunicado que, pidiendo oraciones
por las víctimas, se sirviese recordar que éstas, con sus repugnantes sátiras
anti-trinitarias, debieron irritar al Dios celoso de su nombre y de su gloria.
Y que estos dementes de la medialuna pudieron ser al cabo el instrumento de Su
cólera, al modo de aquella Asiria que el profeta veía como vara y bastón del
furor divino contra su pueblo apóstata (Is 10,5). Hubiera sido loable escuchar
de boca del Papa la forzosa rectificación de sus recientes melindres para con
el Islam, motejado como una "religión del amor y de la paz": con la
balacera sonando cada vez más cerca, era oportuno repasar esas suras que
hablan con insistencia inequívoca del exterminio implacable de aquellos que el
Islam llama "infieles". El silencio sepulcral de los supuestos
"islamistas moderados" ha sido el más elocuente alegato en contra de
esta superchería irenista y tardo-occidental, la prueba más contundente de que
esa moderación vive sólo en el magín de unos cuantos opinólogos rentados.
Hubiera sido loable levantar la Cruz a una contra el
laicismo iluminista de Occidente y contra las ululantes y arenosas huestes del
Falso Profeta, ambos enemigos irreductibles del nombre cristiano. En su lugar, la Santa Sede se
apresuró a calificar de «abominable» el atentado, tanto por atacar a las
personas que resultaron sus víctimas como por vulnerar la libertad de
prensa. A estas tabarras siempre tributarias del Zeitgeist se
les sumaron las infaltables definiciones de los cagatintas, aquellos
que mercan haciéndole el coro al apocamiento oficial: «desde la óptica
cristiana la violencia es siempre inaceptable, y el asesinato un crimen
diabólico. Sólo Dios es dueño de la vida y de la muerte. Matar en nombre de
Dios nunca es lícito, sino que es una blasfemia contra el mismo Dios, que es
Amor». Toda la osadía de estos escribas, en muy mal trance aplicada, consiste
en recordar que «la fe Católica, a diferencia del Islam, enseña el perdón a los
que nos ofenden».
Cualquier sazón será inoportuna para explicar a tales psitácidos que la vis irascibilis(violencia), obviamente rectificada por la razón, bien puede aplicarse a una causa noble. Que el suponer siempre ilícito el matar en nombre de Dios (y que hacerlo constituya nada menos que una blasfemia) podrá ser, en todo caso, el tópico elegido por las plañideras de ocasión, pero que éste resulta contradicho por toda la doctrina católica, admirablemente ejemplificada en este punto por aquel apotegma de san Bernardo orientado a la justificación moral de la pena capital contra los herejes contumaces que atentaban contra la unidad de la fe: melius est ut pereat unum quam unitas. Y que el perdón de las ofensas se refiere a las dirigidas contra la propia persona, no contra las tres Personas divinas.
Cualquier sazón será inoportuna para explicar a tales psitácidos que la vis irascibilis(violencia), obviamente rectificada por la razón, bien puede aplicarse a una causa noble. Que el suponer siempre ilícito el matar en nombre de Dios (y que hacerlo constituya nada menos que una blasfemia) podrá ser, en todo caso, el tópico elegido por las plañideras de ocasión, pero que éste resulta contradicho por toda la doctrina católica, admirablemente ejemplificada en este punto por aquel apotegma de san Bernardo orientado a la justificación moral de la pena capital contra los herejes contumaces que atentaban contra la unidad de la fe: melius est ut pereat unum quam unitas. Y que el perdón de las ofensas se refiere a las dirigidas contra la propia persona, no contra las tres Personas divinas.
Houellebecq, sin pelos en la lengua:
«el Islam es la más imbécil de las religiones»
|
Es el torpor de los dirigentes civiles y religiosos de la
vieja Europa el que está desarmando anímicamente a la población y
envalentonando, en consecuencia, a los muslimes. Quedará registrada, a todo
esto, una irónica coincidencia: la de la salida, el mismo día del atentado
contra las oficinas del abominable pasquín parisino, de la última
novela del escritor galo Michel Houellebecq, del sugestivo título Soumission, que
sitúa para el año 2022 el triunfo electoral de un partido
llamado «Fraternidad Musulmana« contra el Frente Nacional de Marine Le Pen
en el ballottage presidencial merced a una alianza de socialistas y
conservadores desesperados por evitar el triunfo del cuco ultraderechista. El
resultado inmediato de este triunfo, aparte de la pronta islamización de la
Sorbona, no es el más halagüeño para las veleidades libertario-feministas hasta
entonces en vigor: la exclusión de las mujeres del mundo del trabajo, el uso
generalizado del velo islámico y la prohibición del escote y la minifalda.