“El hombre que está solo y espera”
Por el Prof. Pizzapardo
Roberto era un
hombre extremadamente solitario. Esperó durante mucho tiempo, esperó, y esperó incansablemente hasta que…
…hasta que
encontró un buen prospecto. Se enamoró perdidamente de una señorita llamada
Clara. Amor a primera vista. Se casaron enseguida.
Al principio se
llevaban muy bien…
Roberto: Es estupendo estar contigo, mi vida. Nunca
pensé ser tan feliz…
Pero entonces algo
empezó a separarlos…
Clara: La verdad es que me encanta Monseñor Felé, me gusta
cómo habla. Y esa sonrisa…Está haciendo las cosas muy bien. Me gusta que vaya a Roma. Al fin nos van a
tratar como católicos y no como a bichos raros…¡Qué grande Monseñor Felé!
Y algo finalmente
se rompió en la relación…
Roberto: ¡Me tené podrido vó y ese Felé tuyo! ¡Y
encima me pusiste la foto de Francisco en la pieza, lo que me faltaba! ¡Te voy
a sacar a patadas de acá! ¡Hasta mi casa se mete la traición! ¡Y encima te hacé
la linda conmigo, la sofisticada! ¡Te vuá reventá!
Clara: ¡Ay…!
Concluye el Prof. Pizzapardo:
Hay temas controversiales que es mejor no
tocar en la relación conyugal hasta pasado mucho tiempo de convivencia, digamos
unos 50 años…Por cierto que esto no le hubiera pasado a Roberto si hubiese
tenido a Clara constantemente encantada con su persona, en vez de dejarla ir a buscar
ciertos encantos postizos fuera de casa.
Por eso es que recomiendo mi método infalible para conquistar corazones, el
cual de aplicarse todos los días evitará situaciones embarazosas como la que
hemos presenciado indiscretamente. Debajo incluimos una demostración gratis:
Repita la frase
diariamente, pero sin premeditación y preparando la atmósfera adecuada. Coloque
mísica acorde (sugerimos violines), mire a la depositaria de sus frases a los
ojos (en caso de ser Ud. bizco sugerimos mirar al piso o más allá del
horizonte) y con voz emblemática y esmerilada deje deslizar esas palabras como
quien vierte apaciguadamente champagne en una copa del más fino cristal de
Bohemia. Antes de terminar la frase (ejemplarmente al llegar a la palabra “and”)
es conveniente que su mano (puede ser cualquiera pero si Ud. es diestro se
sentirá más cómodo con la mano derecha) tapice una mano de su amada ya que eso
confirmará el remate de la frase de manera mucho más efectiva y conmovedora.
Importante: no haga esto si su mujer está tejiendo, pues puede traerle algún
inconveniente serio.
Espere entonces
la reacción consiguiente de su mujer. Si ésta le dice que se corra porque
quiere ver su programa favorito de TV o simplemente no le contesta es porque
ella no entiende el inglés. No es necesario, en ese caso, que la envíe a
realizar un curso a la Cultural Inglesa,
basta con que Ud. le traduzca amablemente la frase a un castellano audible y
comprensible, pero sin rebajamientos del lunfardo. Sobre todo damos este consejo:
no le diga nunca a su mujer: “Dejáte misericordear” porque probablemente lo
eche todo a perder. Los casos que hemos conocido en nuestros estudios y
consultas así nos lo indican.
Prof. Pizzapardo