“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


viernes, 24 de octubre de 2014

Cuentos perdidos por ahí


EL MUCHACHO Y EL BICHO

Iván Krilov





Un bichito pidió a un hortelano que le permitiera habitar en su huerta. Le prometía portarse bien y sólo comer una que otra hojita que se cayera de seca, sin tocar ninguna fruta.

El buen hortelano, pensó que no era gran gasto alimentar a un bichito y conmovido con la súplica le permitió vivir en su jardín.

El bicho contento, trepó un árbol y se acomodó debajo de una ramita.
Así vivió tranquilo sin que nadie le molestara; y él, a su vez, trataba de que lo vieran lo menos posible.

Llegó el otoño y el dorado rey de la naturaleza acarició las frutas con sus rayos divinos, dándoles tanta belleza y esplendor que todo el mundo se detenía a admirarlas. Especialmente un manzano en el jardín del hortelano llamaba la atención de los transeúntes, y había un muchachito que todos los días se pasaba contemplándolo y eligiendo una manzana enorme, que lo fascinaba. Él no sabía cómo conseguirla porque no se animaba a trepar al árbol, y para sacudirlo le faltaban fuerzas. El bicho comprendiendo el deseo del muchacho y olvidando el agradecimiento que debía a su protector, le propuso al rapaz un arreglo:

Oye -le dijo—. Yo te ayudaré a conseguir la manzana, pero me tienes que dar un pedacito de ella, aunque fuera la décima parte, que con ello me bastará.

El chico, encantado, le prometió todo lo pedido, apurado por conseguir la soñada manzana.

El bicho se puso a trabajar; en contados minutos royó el tronquito que la adhería al árbol y la manzana se cayó pesadamente al suelo. El muchacho la recogió al instante y en un decir amén la devoró íntegramente; y cuando el bicho bajó del árbol a reclamar su parte, despreocupadamente lo aplastó con el pie...

Los traidores son despreciados hasta por la gente que los utiliza y generalmente caen como primeras víctimas de sus traiciones.



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