EL MUCHACHO Y EL
BICHO
Iván Krilov
Un
bichito pidió a un hortelano que le permitiera habitar en su huerta. Le
prometía portarse bien y sólo comer una que otra hojita que se cayera de seca,
sin tocar ninguna fruta.
El
buen hortelano, pensó que no era gran gasto alimentar a un bichito y conmovido
con la súplica le permitió vivir en su jardín.
El
bicho contento, trepó un árbol y se acomodó debajo de una ramita.
Así
vivió tranquilo sin que nadie le molestara; y él, a su vez, trataba de que lo
vieran lo menos posible.
Llegó
el otoño y el dorado rey de la naturaleza acarició las frutas con sus rayos
divinos, dándoles tanta belleza y esplendor que todo el mundo se detenía a
admirarlas. Especialmente un manzano en el jardín del hortelano llamaba la
atención de los transeúntes, y había un muchachito que todos los días se pasaba
contemplándolo y eligiendo una manzana enorme, que lo fascinaba. Él no sabía
cómo conseguirla porque no se animaba a trepar al árbol, y para sacudirlo le
faltaban fuerzas. El bicho comprendiendo el deseo del muchacho y olvidando el
agradecimiento que debía a su protector, le propuso al rapaz un arreglo:
Oye
-le dijo—. Yo te ayudaré a conseguir la manzana, pero me tienes que dar un
pedacito de ella, aunque fuera la décima parte, que con ello me bastará.
El
chico, encantado, le prometió todo lo pedido, apurado por conseguir la soñada
manzana.
El
bicho se puso a trabajar; en contados minutos royó el tronquito que la adhería
al árbol y la manzana se cayó pesadamente al suelo. El muchacho la recogió al
instante y en un decir amén la devoró íntegramente; y cuando el bicho bajó del
árbol a reclamar su parte, despreocupadamente lo aplastó con el pie...
Los traidores
son despreciados hasta por la gente que los utiliza y generalmente caen como
primeras víctimas de sus traiciones.