“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


lunes, 13 de octubre de 2014

El otro Francisco

Francisco, el prolífico




De acá.

Francisco de Paula Castañeda apeló al periodismo para oponerse en 1822 a las reformas liberales del ministro Rivadavia en la provincia de Buenos Aires que avanzaba sobre bienes y postestades de la Iglesia. Su sátira, la revalorización de la mujer en el periodismo, su estilo confrontativo lo coloca en el mismo nivel en calidad de prosa que Sarmiento, Hernández, Echeverría, Moreno o Rojas. Las “guerras mediáticas”  del pasado. 

¿Qué debería hacer un periodista si -en cualquier tiempo y lugar- la autoridad o gobierno de turno le cerrara el periódico en el cual trabajara?

Debería fundar otro ¿Y si el hecho volviera a ocurrir? Debería abrir otro…

Si en semejante odisea lograra fundar más de once periódicos – o medios- en tan sólo tres años habrá superado la marca que desde 1823 ostenta el padre Francisco De Paula Castañeda.

La historia política de la Argentina no podría entenderse si no se la lee en relación a la del periodismo.

Desde La Gazeta de Buenos Ayres, fundada por la Primera Junta, hasta el conflicto entre el Grupo Clarín y los gobiernos kirchneristas, cada episodio deja en evidencia el complejo entramado entre ambas series.

Pero en el siglo XIX, la escritura y la vida política estuvieron probablemente más entrelazadas que en ningún otro momento de la corta vida de esta Nación: la figura de Domingo Faustino Sarmiento es quizás la más paradigmática (siendo uno de los políticos más influyentes y uno de los escritores más prolíficos: sus obras completas son centenares de tomos) pero de ninguna manera la única.

José Hernández tuvo una viva participación en prácticamente todas las encarnaciones que la política puede tener, otro tanto se podría decir acerca de José María Moreno, o Esteban Echeverría Ricardo Rojas. Como no incluir a Bartolomé Mitre, historiador de la independencia y fundador del todavía influyente diario La Nación. Todos ejercieron el periodismo. Y todos lo hicieron como una herramienta vital para las batallas políticas de época.

Rescantando a Francisco


Hay una figura que ha sido injustamente ignorada por los grandes relatos históricos y que merece ser reivindicada, o por lo menos, puesta en su justo lugar: la del Padre  de Francisco de Paula Castañeda.

Para el historiador Adolfo Saldías, fue éste quien “creó en Buenos Aires ese poder que se llama la prensa, como que por él y contra él, principalmente, se sancionaron las leyes sobre la libertad de imprenta que han prevalecido más de sesenta años” (1).

Nació en Buenos Aires, en 1776, hijo de Ventura Castañeda y María Andrea Romero. Su padre era comerciante mayorista con amplias vinculaciones con su patria, España, y según el propio Fray Francisco “gracias a Dios era cristiano de puño cerrado”: llegó a ser Hermano Mayor de la Archicofradía del Santísimo Sacramento en la Catedral de Buenos Aires.

El hermano de su madre era el presbítero Antonio Romero. Después de estudiar tres años de latinidad en el Colegio de San Carlos, entró Castañeda a la orden franciscana, en 1793.

En 1800 ocupó la cátedra de Teología Moral.

En varios de sus diarios (que aparecerían unos años más tarde), el Carancho (como lo llamaban sus contemporáneos) habla de un libro que supuestamente publicó en 1802, El alma de los brutos, a pesar de que no haber registros que confirmen dicha publicación (la mentira y el alarde, ya vemos, no fue patrimonio exclusivo de Sarmiento, quien aseguraba traducir un libro escrito en inglés por día).

Actuó como capellán durante las invasiones inglesas, y en 1815 empezó su larga vida en el periodismo atendiendo la corresponsalía de un periódico de Montevideo. Ese mismo año, luego del retorno de Fernando VII al trono de España, ningún cura se animaba a dar la Oración Patriótica del 25 de mayo en la Catedral, y la tarea cayó en sus manos, realizándola con astucia e hidalguía.

Pero el gran punto de inflexión en su vida y en la historia del periodismo argentino ocurrió a partir de las reformas liberales que Bernardino Rivadavia realizó en la Provincia de Buenos Aires en 1822, durante el gobierno de Martín Rodríguez. Dichas reformas despertaron la oposición fervorosa y aguda del sacerdote satirista, y precipitaron su activa obra periodístico-política. Para el historiador Ricardo Piccirill “lanzó un periódico por cada enemigo” (2).

El 1 de julio de 1822, Rivadavia publicó una serie de decretos reformistas, que fueron completados seis meses más tarde por la ley de la Cámara de Representantes que dictó, el 21 de diciembre, la "Ley de Reforma General". Algunas de las medidas que se aplicaron incluían:

-El cierre de varios conventos, como los de los Bethlemitas, Recoletos y Mercedarios; al mismo tiempo el gobierno se apoderó de todos los bienes que pertenecían a estas órdenes religiosas.

-El Gobierno incautó los bienes propios del santuario de Luján, de los de la Hermandad de Caridad, del Hospital de Santa Catalina y otros.

-El gobierno tomó sobre sí la responsabilidad de dar permisos para abandonar el estado religioso a quienes así lo deseaban.

-Se declararon suprimidos los diezmos, el impuesto tradicional que servía para el sostenimiento del clero.

-No podía haber conventos con más de 30 asistentes ni con menos de 16, bajo la pena de supresión y confiscación de bienes.

-No se reconocía la existencia de ninguna autoridad religiosa que residiera fuera del país y que pretendiera tener poder sobre el clero secular y regular.

Tales medidas despertaron una guerra mediática. Dentro de los curas seculares, el célebre Deán Funes fue de los principales defensores de las medidas. Y entre los opositores, los que más eco se hicieron, fueron Fray Cayetano Rodríguez (nombrado por Rivadavia como el primer director de la Biblioteca Nacional) y Castañeda. La lucha del primero duró poco pues murió en enero de 1823. Entonces, como dice Fernando J. Ruiz en su libro Guerras mediáticas el principal general de esta batalla fue sin duda Francisco de Paula Castañeda” (3).

De hecho, el historiador Roberto Di Stefano asegura que fue el mayor motivo de preocupación del gobierno en la prensa (4). Ya antes había tenido problemas por sus escritos: en 1819 había sido desterrado por su postura contra la supresión de unos conventos. Marcos Balcarce, uno de sus blancos de aquella afrenta, lo calificó como “ese Judas que se nos ha aparecido entre los apóstoles de la imprenta" (5)

Entre 1820 y 1823 lanzó al menos once periódicos. Los nombres de sus publicaciones dan una muestra clara de su estilo satírico:

“La Verdad Desnuda”, “Vete Portugués que aquí no es”, "Eu no me meto con ninguem", "ven portugués que aquí es", "Buenos Aires cautiva", "Nación Argentina decapitada por el nuevo catilina Juan Lavalle.", “El Doña María Retazos”, “El despertador Teofilantrópico Misticopolítico”, “El Doña Matrona Comendadora de los cuatro periodistas”, “El desengañador gauchi-político, federimontonero, chacuacoriental, chotiprotector, putipublicador de todos los hombres que viven y mueren descuidados en el siglo diez y nueve de nuestra era cristiana”. 

En un artículo de El desengañador gauchi-político define su tono: “Aunque el estilo sea caritativo, no por eso me excusaré de manejar el arma empozoñada del ridículo, siempre que se ofrezca de atacar la falsa filosofía del siglo XIX”.

En los albores de las reformas, Rivadavia propuso redactar una oración para los chicos de las escuelas públicas. Castañeda participó del desafío: “la época de Rivadavia es la de un loco furioso, cruel, hereje, inmoral, déspota, traidor, consuetudinario y reincidente, fiado no más que en la impunidad, que le resulta de la constelación de sabios, a quien pertenece, y que lo necesita para biombo y testaferro. Rivadavia ha repetido en grande los hechos que Alvear trazó y dibujó en pequeño”.

Más adelante: “De la trompa marina – libera nos Domine. / Del sapo del diluvio – libera nos Domine. / Del ombú empapado de aguardiente – libera nos Domine. / Del armado de la lengua – libera nos Domine. / Del anglo – gálico – libera nos Domine. / Del barrenador de la tierra – libera nos Domine. / Del que manda de frente contra el Papa – libera nos Domine. / De Rivadavia – libera nos Domine. / De Bernardino Rivadavia – libera nos Domine / Del porvenir maravilloso – libera nos Domine / De la reforma jacobina – libera nos Domine (…) Creo en el perdón de los pecados que no tendrá Rivadavia mientras niegue la resurrección de la carne, y la vida perdurable, amen” (6).

Y en el mismo ejemplar, más adelante, le dedica los siguientes versos:

“No hay porvenir maravilloso
ni otro contenido más delicado
que librarse del Sapo del Diluvio
El Sapo es Rivadavia o Rivaduvio
o el Robespierre el renegado”.

Luego de esta publicación, Castañeda recibió una caricatura anónima de un cura franciscano ahorcado.

Se presume que fue enviada por el entorno de Rivadavia. Y Francisco, el franciscano, desafió a sus perseguidores publicando dicha caricatura en la portada del siguiente número de El desengañador gauchi-político

Rivadavia, hastiado por la oposición sistemática, cerró sucesivamente sus periódicos y terminó por desterrar a Castañeda de la Provincia de Buenos Aires, con una prohibición de escribir por cuatro años.

El tribunal, bajo el amparo de la ley de imprenta, determinó que “(sus escritos) atacan fundamentalmente la representación soberana de la Provincia y se los declara criminales y abusivos de la libertad de escribir, condenando a su autor P. Fr. Francisco Castañeda a cuatro años de destierro, contados desde su aprehensión (…) quedando entretanto suspenso del uso de la prensa y haciendo saber al impresor que no venda sus periódicos” (7).

Pero en lugar de acatar, el padre se fugó a Montevideo, desde donde publicó La verdad desnuda, luego se mudó a Santa Fe, para refugiarse en Entre Ríos donde murió en 1832.

En otro episodio, su ataque fue hacia otro hombre religioso, el sacerdote Valentín Gómez: en vísperas de la revolución, los emisarios de Buenos Aires, Rivadavia y Valentín Gómez recorrían las cortes de Europa en busca un príncipe para coronar en el Río de la Plata.

Pueyrredón procuraba que le ofrecieran el cargo a la familia de Borbón-Orleans. Pero tal elección iba contra los intereses ingleses, que por cuestiones comerciales preferían la dependencia de España a tener un rey francés que minara sus intereses. Frente a estas dificultades, a Valentín Gómez le ofrecieron que corone a Carlos Luis de Borbón, Príncipe de Luca: “un joven, casi un niño, del que solo puede enterarse que tocaba el violín y era soberano de un pequeño Estado Italiano”...Se negoció en forma reservada y se aprobó en forma secreta por el Congreso.

Valentín Gómez, que era pelado, trajo para la ceremonia de coronación un peluquín, y se ganó los siguientes versos de Castañeda:

 “Mama Valentina.
se puso peluca,
cuando fue a traernos,
al duque de Luca”

Además de la virulencia de su palabra, y a pesar de su oposición a las reformas liberales, Castañeda demostraba tener una postura eminentemente moderna:

“Solamente entre 1820 y 1821 lanzó ocho periódicos, cuatro supuestamente dirigidos por mujeres y los otros cuatro por hombres.

Armó un congreso imaginario sólo formado por mujeres – a diferencia de la Legislatura real que tenía sólo hombres- e incluso redactó las actas de esas reuniones. Entendía el poder social y político de las mujeres y quiso ganarlas para su causa, intentando buscar apoyo fuera de la cerrada elite masculina e ilustrada de Buenos Aires (…) Incluso el propio padre Castañeda enviaba cartas de lectores firmadas con nombres falsos a su propio diario” (8).

La inversión de personajes que discutían entre sí es de una modernidad digna de Fernando Pessoa. Pero además, la importancia que da a la mujer dentro de la vida social es casi un anacronismo para su época.

Para el historiador Néstor Auza, “este juego de aparentar el ejercicio de la escritura femenina es algo más que un recurso risueño. En su enfoque cívico y social, Castañeda considera que ha llegado la hora de que las mujeres intervengan en la vida pública en razón del altruismo, buen sentido y criterio con que juzgan los sucesos” (9).

Dicha postura puede notarse en su predilección por los heterónimos o seudónimos con “Doña”.

En el “Desengañador Gauchipolitico” del 5 de agosto de 1820 firmaba un Comunicado como “Doña viuda de la Patria” y en otras oportunidades lo hizo con “Doña Aburrida de
Ingratos”, “Doña a Veces me Falta la Paciencia”, “Doña Detesta Niños”, “Doña Honesta Recreación”, “Doña Lección no Interrumpida”, “Doña Estense los Cristos Quedos” o “Doña Mejor Jugador no Debe Quedar sin Cartas”.

Pero su influencia no se limitó a la prensa, al defender sus posturas con la virulencia de la pluma.

Luego de su exilio en Montevideo, como ya se mencionó, se mudó a Santa Fe. Allí, con el apoyo del gobernador Estanislao López, fundó una iglesia junto a una escuela donde concedía educación gratuita primaria y avanzada a los habitantes de la época, haciendo una destacada tarea con los indios mocobíes que por allí residían.

Por la prensa manual que pudo armar, publicó una serie de trabajos, hoy imposibles de hallar, como “Población y engrandecimiento del Chaco”, “El Santafecino a las otras provincias de la Antigua Unión”, y “Obras Póstumas de nueve sabios que murieron por retención de palabras”.

El rescate de Francisco de Paula Castañeda pone a la luz una manera de entender al periodismo como una forma de vivir. Su vastísima producción es recordada por su efecto transformador de la historia, usando la palabra como principal herramienta. De su trabajo literario se encuentran referencias y menciones, pero poco ha sobrevivido al paso del tiempo.

Aun cuando fue prolífico.

Fuentes:
[1] Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación ArgentinaRozas y su época, vol. 1, Librería de la Facultad, Buenos Aires, 1911, p. 93.
[2] Piccirilli, Ricardo. Rivadavia y su tiempo. Peuser, Buenos Aires, 1943, p. 176.
[3 Ruiz, Fernando J. Guerras mediáticas: las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad. Buenos Aires, Sudamericana, 2014, p. 69.
[4] Di Stefano, Roberto, El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política: de la monarquía católica a la república rosista. Buenos aires, Siglo XXI, 2004, p. 206.
[5] Ruiz, Fernando. Idem, p. 69.
[6] Ruiz, Fernando J. Ídem, p. 73.
[7] Ruiz, Fernando J. Ídem, p. 74.
[8] Ruiz, Fernando J. Idem, pp 69-70.
[9] Auza, Néstor. Doña María Retazos. Francisco Paula de Castañeda. Taurus, Buenos Aires, 2001, p. 24.


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