Francisco, el prolífico
Francisco de Paula Castañeda apeló al
periodismo para oponerse en 1822 a las reformas liberales del ministro
Rivadavia en la provincia de Buenos Aires que avanzaba sobre bienes y
postestades de la Iglesia. Su sátira, la revalorización de la mujer en el periodismo,
su estilo confrontativo lo coloca en el mismo nivel en calidad de prosa que
Sarmiento, Hernández, Echeverría, Moreno o Rojas. Las “guerras
mediáticas” del pasado.
¿Qué debería hacer un periodista si -en
cualquier tiempo y lugar- la autoridad o gobierno de turno le cerrara el
periódico en el cual trabajara?
Debería fundar otro ¿Y si el hecho
volviera a ocurrir? Debería abrir otro…
Si en semejante odisea lograra fundar
más de once periódicos – o medios- en tan sólo tres años habrá
superado la marca que desde 1823 ostenta el padre Francisco De Paula
Castañeda.
La historia política de la Argentina no
podría entenderse si no se la lee en relación a la del periodismo.
Desde La Gazeta de Buenos Ayres,
fundada por la Primera Junta, hasta el conflicto entre el Grupo Clarín y
los gobiernos kirchneristas, cada episodio deja en evidencia el complejo
entramado entre ambas series.
Pero en el siglo XIX, la escritura y la
vida política estuvieron probablemente más entrelazadas que en ningún otro
momento de la corta vida de esta Nación: la figura de Domingo Faustino
Sarmiento es quizás la más paradigmática (siendo uno de los políticos más
influyentes y uno de los escritores más prolíficos: sus obras completas son
centenares de tomos) pero de ninguna manera la única.
José Hernández tuvo una viva participación en
prácticamente todas las encarnaciones que la política puede tener, otro tanto
se podría decir acerca de José María Moreno, o Esteban
Echeverría o Ricardo Rojas. Como no incluir a Bartolomé
Mitre, historiador de la independencia y fundador del todavía influyente
diario La Nación. Todos ejercieron el periodismo. Y todos lo
hicieron como una herramienta vital para las batallas políticas de época.
Rescantando a Francisco
Hay una figura que ha sido injustamente
ignorada por los grandes relatos históricos y que merece ser reivindicada, o
por lo menos, puesta en su justo lugar: la del Padre de Francisco
de Paula Castañeda.
Para el historiador Adolfo
Saldías, fue éste quien “creó en Buenos Aires ese poder que se llama la
prensa, como que por él y contra él, principalmente, se sancionaron las leyes
sobre la libertad de imprenta que han prevalecido más de sesenta años” (1).
Nació en Buenos Aires, en 1776, hijo de Ventura
Castañeda y María Andrea Romero. Su padre era comerciante
mayorista con amplias vinculaciones con su patria, España, y según el propio
Fray Francisco “gracias a Dios era cristiano de puño cerrado”: llegó a ser
Hermano Mayor de la Archicofradía del Santísimo Sacramento en la Catedral de
Buenos Aires.
El hermano de su madre era el
presbítero Antonio Romero. Después de estudiar tres años de latinidad en el
Colegio de San Carlos, entró Castañeda a la orden franciscana,
en 1793.
En 1800 ocupó la cátedra de Teología
Moral.
En varios de sus diarios (que
aparecerían unos años más tarde), el Carancho (como lo llamaban sus contemporáneos)
habla de un libro que supuestamente publicó en 1802, El alma de los brutos, a
pesar de que no haber registros que confirmen dicha publicación (la mentira y
el alarde, ya vemos, no fue patrimonio exclusivo de Sarmiento, quien aseguraba
traducir un libro escrito en inglés por día).
Actuó como capellán durante las
invasiones inglesas, y en 1815 empezó su larga vida en el periodismo atendiendo
la corresponsalía de un periódico de Montevideo. Ese mismo año, luego del
retorno de Fernando VII al trono de España, ningún cura se animaba a dar la
Oración Patriótica del 25 de mayo en la Catedral, y la tarea cayó en sus manos,
realizándola con astucia e hidalguía.
Pero el gran punto de inflexión en su
vida y en la historia del periodismo argentino ocurrió a partir de las reformas
liberales que Bernardino Rivadavia realizó en la Provincia de
Buenos Aires en 1822, durante el gobierno de Martín Rodríguez.
Dichas reformas despertaron la oposición fervorosa y aguda del sacerdote
satirista, y precipitaron su activa obra periodístico-política. Para el
historiador Ricardo Piccirill “lanzó un periódico por cada
enemigo” (2).
El 1 de julio de 1822, Rivadavia
publicó una serie de decretos reformistas, que fueron completados seis meses
más tarde por la ley de la Cámara de Representantes que dictó, el 21 de
diciembre, la "Ley de Reforma General". Algunas de las medidas que se
aplicaron incluían:
-El cierre de varios conventos, como
los de los Bethlemitas, Recoletos y Mercedarios; al mismo tiempo el gobierno se
apoderó de todos los bienes que pertenecían a estas órdenes religiosas.
-El Gobierno incautó los bienes propios
del santuario de Luján, de los de la Hermandad de Caridad, del Hospital de
Santa Catalina y otros.
-El gobierno tomó sobre sí la
responsabilidad de dar permisos para abandonar el estado religioso a quienes
así lo deseaban.
-Se declararon suprimidos los diezmos,
el impuesto tradicional que servía para el sostenimiento del clero.
-No podía haber conventos con más de 30
asistentes ni con menos de 16, bajo la pena de supresión y confiscación de
bienes.
-No se reconocía la existencia de
ninguna autoridad religiosa que residiera fuera del país y que pretendiera
tener poder sobre el clero secular y regular.
Tales medidas despertaron una guerra
mediática. Dentro de los curas seculares, el célebre Deán Funes fue
de los principales defensores de las medidas. Y entre los opositores, los que
más eco se hicieron, fueron Fray Cayetano Rodríguez (nombrado
por Rivadavia como el primer director de la Biblioteca Nacional) y Castañeda. La
lucha del primero duró poco pues murió en enero de 1823. Entonces, como dice Fernando
J. Ruiz en su libro Guerras mediáticas “el
principal general de esta batalla fue sin duda Francisco de Paula Castañeda” (3).
De hecho, el historiador Roberto Di Stefano asegura que fue el mayor motivo de preocupación del gobierno en la prensa (4). Ya antes había tenido problemas por sus escritos: en 1819 había sido desterrado por su postura contra la supresión de unos conventos. Marcos Balcarce, uno de sus blancos de aquella afrenta, lo calificó como “ese Judas que se nos ha aparecido entre los apóstoles de la imprenta" (5).
Entre 1820 y 1823 lanzó al menos once periódicos. Los nombres de sus publicaciones dan una muestra clara de su estilo satírico:
“La Verdad Desnuda”, “Vete Portugués
que aquí no es”, "Eu no me meto con ninguem", "ven portugués que
aquí es", "Buenos Aires cautiva", "Nación Argentina
decapitada por el nuevo catilina Juan Lavalle.", “El Doña María Retazos”,
“El despertador Teofilantrópico Misticopolítico”, “El Doña Matrona Comendadora
de los cuatro periodistas”, “El desengañador gauchi-político, federimontonero,
chacuacoriental, chotiprotector, putipublicador de todos los hombres que viven
y mueren descuidados en el siglo diez y nueve de nuestra era cristiana”.
En un artículo de El desengañador gauchi-político define su tono: “Aunque el estilo sea caritativo, no por eso me excusaré de manejar el arma empozoñada del ridículo, siempre que se ofrezca de atacar la falsa filosofía del siglo XIX”.
En los albores de las reformas,
Rivadavia propuso redactar una oración para los chicos de las escuelas
públicas. Castañeda participó del desafío: “la época de
Rivadavia es la de un loco furioso, cruel, hereje, inmoral, déspota, traidor,
consuetudinario y reincidente, fiado no más que en la impunidad, que le resulta
de la constelación de sabios, a quien pertenece, y que lo necesita para biombo
y testaferro. Rivadavia ha repetido en grande los hechos que Alvear trazó y
dibujó en pequeño”.
Más adelante: “De la trompa marina –
libera nos Domine. / Del sapo del diluvio – libera nos Domine. / Del ombú
empapado de aguardiente – libera nos Domine. / Del armado de la lengua – libera
nos Domine. / Del anglo – gálico – libera nos Domine. / Del barrenador de la
tierra – libera nos Domine. / Del que manda de frente contra el Papa – libera
nos Domine. / De Rivadavia – libera nos Domine. / De Bernardino Rivadavia –
libera nos Domine / Del porvenir maravilloso – libera nos Domine / De la
reforma jacobina – libera nos Domine (…) Creo en el perdón de los pecados que
no tendrá Rivadavia mientras niegue la resurrección de la carne, y la vida
perdurable, amen” (6).
Y en el mismo ejemplar, más adelante,
le dedica los siguientes versos:
“No hay porvenir maravilloso
ni otro contenido más delicado
que librarse del Sapo del Diluvio
El Sapo es Rivadavia o Rivaduvio
o el Robespierre el renegado”.
ni otro contenido más delicado
que librarse del Sapo del Diluvio
El Sapo es Rivadavia o Rivaduvio
o el Robespierre el renegado”.
Luego de esta publicación, Castañeda recibió
una caricatura anónima de un cura franciscano ahorcado.
Se presume que fue enviada por el
entorno de Rivadavia. Y Francisco, el franciscano, desafió a sus
perseguidores publicando dicha caricatura en la portada del siguiente número de El
desengañador gauchi-político.
Rivadavia, hastiado por la oposición
sistemática, cerró sucesivamente sus periódicos y terminó por desterrar a Castañeda de
la Provincia de Buenos Aires, con una prohibición de escribir por cuatro años.
El tribunal, bajo el amparo de la ley
de imprenta, determinó que “(sus escritos) atacan fundamentalmente la
representación soberana de la Provincia y se los declara criminales y abusivos
de la libertad de escribir, condenando a su autor P. Fr. Francisco Castañeda a
cuatro años de destierro, contados desde su aprehensión (…) quedando entretanto
suspenso del uso de la prensa y haciendo saber al impresor que no venda sus
periódicos” (7).
Pero en lugar de acatar, el padre se
fugó a Montevideo, desde donde publicó La verdad desnuda, luego se
mudó a Santa Fe, para refugiarse en Entre Ríos donde murió en 1832.
En otro episodio, su ataque fue hacia otro hombre religioso, el sacerdote Valentín Gómez: en vísperas de la revolución, los emisarios de Buenos Aires, Rivadavia y Valentín Gómez recorrían las cortes de Europa en busca un príncipe para coronar en el Río de la Plata.
Pueyrredón procuraba que le ofrecieran
el cargo a la familia de Borbón-Orleans. Pero tal elección iba contra los
intereses ingleses, que por cuestiones comerciales preferían la dependencia de
España a tener un rey francés que minara sus intereses. Frente a estas
dificultades, a Valentín Gómez le ofrecieron que corone a Carlos Luis de
Borbón, Príncipe de Luca: “un joven, casi un niño, del que solo puede enterarse
que tocaba el violín y era soberano de un pequeño Estado Italiano”...Se negoció
en forma reservada y se aprobó en forma secreta por el Congreso.
Valentín Gómez, que era pelado, trajo
para la ceremonia de coronación un peluquín, y se ganó los siguientes versos de
Castañeda:
“Mama Valentina.
se puso peluca,
cuando fue a traernos,
al duque de Luca”
se puso peluca,
cuando fue a traernos,
al duque de Luca”
Además de la virulencia de su palabra,
y a pesar de su oposición a las reformas liberales, Castañeda demostraba tener
una postura eminentemente moderna:
“Solamente entre 1820 y 1821 lanzó ocho
periódicos, cuatro supuestamente dirigidos por mujeres y los otros cuatro por
hombres.
Armó un congreso imaginario sólo
formado por mujeres – a diferencia de la Legislatura real que tenía sólo
hombres- e incluso redactó las actas de esas reuniones. Entendía el poder
social y político de las mujeres y quiso ganarlas para su causa, intentando
buscar apoyo fuera de la cerrada elite masculina e ilustrada de Buenos Aires
(…) Incluso el propio padre Castañeda enviaba cartas de lectores firmadas con
nombres falsos a su propio diario” (8).
La inversión de personajes que
discutían entre sí es de una modernidad digna de Fernando Pessoa. Pero además,
la importancia que da a la mujer dentro de la vida social es casi un
anacronismo para su época.
Para el historiador Néstor Auza,
“este juego de aparentar el ejercicio de la escritura femenina es algo más que
un recurso risueño. En su enfoque cívico y social, Castañeda considera
que ha llegado la hora de que las mujeres intervengan en la vida pública en
razón del altruismo, buen sentido y criterio con que juzgan los sucesos” (9).
Dicha postura puede notarse en su
predilección por los heterónimos o seudónimos con “Doña”.
En el “Desengañador
Gauchipolitico” del 5 de agosto de 1820 firmaba un Comunicado como
“Doña viuda de la Patria” y en otras oportunidades lo hizo con “Doña Aburrida
de
Ingratos”, “Doña a Veces me Falta la Paciencia”, “Doña Detesta Niños”, “Doña Honesta Recreación”, “Doña Lección no Interrumpida”, “Doña Estense los Cristos Quedos” o “Doña Mejor Jugador no Debe Quedar sin Cartas”.
Ingratos”, “Doña a Veces me Falta la Paciencia”, “Doña Detesta Niños”, “Doña Honesta Recreación”, “Doña Lección no Interrumpida”, “Doña Estense los Cristos Quedos” o “Doña Mejor Jugador no Debe Quedar sin Cartas”.
Pero su influencia no se limitó a la
prensa, al defender sus posturas con la virulencia de la pluma.
Luego de su exilio en Montevideo, como
ya se mencionó, se mudó a Santa Fe. Allí, con el apoyo del gobernador Estanislao
López, fundó una iglesia junto a una escuela donde concedía educación
gratuita primaria y avanzada a los habitantes de la época, haciendo una
destacada tarea con los indios mocobíes que por allí residían.
Por la prensa manual que pudo armar,
publicó una serie de trabajos, hoy imposibles de hallar, como “Población y
engrandecimiento del Chaco”, “El Santafecino a las otras provincias de la
Antigua Unión”, y “Obras Póstumas de nueve sabios que murieron por retención de
palabras”.
El rescate de Francisco de Paula Castañeda pone a la luz una manera de entender al periodismo como una forma de vivir. Su vastísima producción es recordada por su efecto transformador de la historia, usando la palabra como principal herramienta. De su trabajo literario se encuentran referencias y menciones, pero poco ha sobrevivido al paso del tiempo.
Aun cuando fue prolífico.
Fuentes:
[1] Saldías, Adolfo. Historia
de la Confederación Argentina. Rozas y su época, vol. 1,
Librería de la Facultad, Buenos Aires, 1911, p. 93.
[2] Piccirilli, Ricardo. Rivadavia
y su tiempo. Peuser, Buenos Aires, 1943, p. 176.
[3 Ruiz, Fernando J. Guerras
mediáticas: las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo
hasta la actualidad. Buenos Aires, Sudamericana, 2014, p. 69.
[4] Di Stefano, Roberto, El
púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política: de la monarquía católica a la
república rosista. Buenos aires, Siglo XXI, 2004, p. 206.
[5] Ruiz, Fernando. Idem, p. 69.
[6] Ruiz, Fernando J. Ídem, p. 73.
[7] Ruiz, Fernando J. Ídem, p. 74.
[8] Ruiz, Fernando J. Idem, pp 69-70.
[9] Auza, Néstor. Doña María
Retazos. Francisco Paula de Castañeda. Taurus, Buenos Aires, 2001, p. 24.