El Evangelio de este domingo nos hace pensar en J.C. Cerianidad
y cía. Las actitudes de los fariseos del pasaje bíblico, tienen su paralelo en
la actitud cerianesca hacia Mons. Williamson. No porque este último realice
milagros, obviamente, sino en cuanto a la acusación de los fariseos. Éstos
acusan a Cristo de hacer “obras del demonio”, porque hace milagros y ellos no.
Los de la Radio acusan a Mons. Williamson de reunir la Resistencia “por obra
del demonio”, al acusarlo de masón rosacruz y encubierto acuerdista; y esto porque
Ceriani no ha podido reunir en torno a sí a los resistentes. En ambos fariseos hay
envidia, porque quieren que los sigan a ellos. Entonces no les queda otra que
difamar. De allí que Cerianidad escudriñe cada palabra del “obispo de Kent”
para encontrarle siempre el mal sentido, pues toda declaración suya será usada
en su contra. Hay un juicio de intención previo que determina luego la crítica
feroz sobre el mismo. ¿No hay un juicio de intención nuestro en este aserto? No
nos engañemos: lo que mueve a Cerianidad es el odio, por eso en sus artículos ni
siquiera lo nombra a Williamson y lo llama de otras formas. Por eso sus
artículos se centran una y otra vez en atacarlo a aquel y no tiene otro tema
sobre el cual discurrir.
Por supuesto: no se trata de aprobar o rechazar todo
en unos u otros. Pero claramente el que usa anteojos rosados –al gusto de Mons.
Felé- verá todo magnífico; y el que los usa opacos, como el cura Cerianidad, lo
verá todo negro. Como ha decidido hacer este último con Mons. Williamson,
trayendo citas traídas de los pelos que pretenden ser coincidentes, con el
único afán de destruir a su enemigo.
Hoy por hoy, meterse a tirarle piedras a Rusia, cuando
es el único dique en el mundo que detiene la inmunda avalancha anticristiana,
sodomítica y sionista occidental, es estúpido. Porque por supuesto que es
verdad lo que afirma el cura Ceriani:
Rusia debe convertirse
a la verdadera religión, volver a la verdadera Iglesia de Cristo, que es la
Católica, Apostólica y Romana, allí donde se encuentre, tal como Nuestro Señor
la instituyó y conforme a las conocidas cuatro notas de unidad, santidad,
catolicidad y apostolicidad. (Me parece que no hacen falta aclaraciones). (acá)
Pero también parece claro que en Rusia están mucho más
cerca del catolicismo que en el Vaticano y todo el Occidente que se proclama
católico, por lo tanto no es descabellado que lo que esté ocurriendo en Rusia
pueda estar preparándola para llevarla a abrazar la fe católica, tras la prometida
por la Sma. Virgen consagración, hecha por un papa que venga tras el actual, quizás mediando un gran castigo mundial. Hacer
esta especulación no es soñar con restauraciones maritainianas, es atisbar una
posibilidad o no, de acuerdo a los hechos que vemos a diario. Y nada más.
Cristo da a entender en el pasaje que se lee este
Domingo, enseña Castellani, que los demonios no están divididos. Y así son
coincidentes unos (la NeoFSSPX) y otros (Radio y afines) en sus ataques a la Resistencia
y Mons. W.
Dice también Castellani: “En el infierno hay pura
tiranía; y aquí hay un poco de tiranía y un poco de anarquía, mitá y mitá”. Y
es cierto, porque hay por un lado la tiranía fellanesca, que luego conduce a la
anarquía radial. Por un lado se exige una obediencia absoluta, y por el otro
una autonomía absoluta. Ambos hacen la obra del demonio, ambos desparraman
lejos del buen camino.
Termina el
cura Ceriani su filípica así:
"El
Obispo que no se retracta todavía está a tiempo…
Pero los lisonjeadores que lo entornan le dificultan esta tarea…"
Pero los lisonjeadores que lo entornan le dificultan esta tarea…"
Quizás podría haberse
dicho al revés: “El locutor radial que difamaba, calumniaba, yerraba y no se
retractaba todavía estaba a tiempo…Pero los cerianis que lo entornaban en la
Radio lo lisonjeaban y animaban a seguir por esa senda desenfrenada y le
dificultaban la tarea…”. Ojalá no haya sido demasiado tarde y Ceriani no tenga
que cargar con ese fardo. Mejor que el implacable cura radial empiece a mirar
un poco hacia dentro, porque de no puede repetir lo que en la novela realiza el
obsesionado Capitán Ahab: su fantasmal y odiado Moby Dick arrastrará hacia el
abismo no sólo a él mismo, sino a los que lo sigan por ese desquiciado camino. Y
entonces colarán el mosquito, y se tragarán el camello.