Ciegos que, aunque no ven, sin
embargo hablan y escriben, fuera del cauce de la razón, fuera de la realidad.
Unos acusan al nuevo obispo
de ser “desobediente”, y los otros, de ser “complaciente”.
Unos de ser “rupturista”, y
los otros de ser “acuerdista”.
Unos lo acusan por hacer lo
mismo de que no acusan a Mons. Lefebvre. Y dicen lo mismo que le decían a Mons.
Lefebvre los modernistas.
Los otros acusan de
acuerdista a quien acaba de ser consagrado obispo sin permiso de Roma, es decir
que con ese acto se aleja de buscar y complacer a los modernistas.
¿Pero es que ya no usan la
cabeza? ¿Son incapaces de ver sus propias contradicciones?
Evidentemente, el espíritu
de secta con su fanatismo obnubila la mente. El odio termina por hacerlos atacar lo que es una obra de la Iglesia, a la que sin embargo se jactan de pertenecer.
Pero como de todo se puede
sacar provecho, aquí están perfectamente representados los dos extremos en los
que dijo muy bien Mons. Faure que no había que caer.
Los fariseos se escandalizan.
Y habiendo llamado a sí al pueblo, les dijo: Escuchadme, y entended: No
lo que entra por la boca, es lo que mancha al hombre, sino lo que sale de la
boca, eso es lo que le mancha.
Entonces, arrimándose sus discípulos, le dijeron: ¿No sabes que los
fariseos se han escandalizado al oír este discurso? Mas Jesús respondió: Toda
planta que mi Padre celestial no ha plantado, arrancada será de raíz. Dejadlos:
ciegos son y guías de ciegos; y si un ciego se mete a guiar a otro ciego,
entrambos caen en la hoya.
Mat. 15, 10-14.