“Ante
los males y los problemas de la Iglesia es inútil buscar soluciones en
conservadurismos y fundamentalismos, en la restauración de conductas y formas
superadas que ni siquiera culturalmente tienen capacidad de ser significativas.
La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas,
dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe inquietar, sabe animar. Tiene un
rostro que no es rígido, tiene un cuerpo que se mueve y crece, tiene carne tierna: la doctrina
cristiana se llama Jesucristo”.
(Discurso de Francisco, el 10 de noviembre en Florencia).