Llegó, por fin, el fin
de mi agria suerte.
Mañana tarde moriré.
Estoy cierto.
Hoy ya he sentido el
ala de la muerte
Y ya me siento casi
olor de muerto.
Mi violín hará pausa en
plena fiesta,
Me tirará la manga el
compañero:
¡Tercer violín segunda
fila orquesta!–
Caerá el violín, el
arco y el arquero.
Ridi, pagliaccio!
Piccola tragedia!
Ignora el vulgo vil
nuestros cadalsos.
Dirán algunos que morí
de inedia
Y he muerto a fuerza de
oír acordes falsos.
El que una nota falsa
pueda herir
De muerte a un pobre
músico... Eso es loco.
¿A quién podré
escribiendo persuadir
que un hombre cuerdo
muera por tan poco?
Empezó hace tres meses.
Un chirrido
Oí feroz, que no era la
ni sí.
Miré atrás. El Doctor
no había oído,
No había oído y me
miraba a mí.
Entonces empezó la
zarabanda
O no tocaba yo o tocaba
bien
Estaba solo en medio de
una banda
Y a todo había que
decir Amén.
Todo esto es ¡ay! de la
ambición el fruto.
Valses y tangos para
gente joven
Hacíamos. El Director, que
es bruto,
Va y se mete con Bach y
con Beethoven.
Metidos a hacer música
de cámara
Creció horrible la
desafinación.
Me hacía mal de una
manera bárbara
Y me empezó a fallar el
corazón.
Conjuré al Director que
se calibre,
Me multó y despidió con
una lata.
El Estatuto del Estado
Libre
Prohíbe en junio cambio
de contrata.
Mis hijos comen de
esto. Por un triste
Año –me dije– bien
podré aguantar...
Me equivoqué. Mi cuerpo
no resiste.
Llegó el momento ¡oh
Dios! de reventar.
Pues con un alfiler,
matar es dable
A un hombre, y no con
mil y mil pinchazos,
Con uno repetido es
peor que un sable
Siempre en el mismo
punto de los brazos.
Se enconan las heridas
y hay un nervio
Que la espera más tenso
cada vez.
Me trataron de indómito
y soberbio
Y a tocar me obligaron
al revés.
«Un músico que no era
un Liszt tampoco
megalómano halló una
muerte cruda.
El hombre era
evidentemente loco
Y que es suya la culpa
¿quién lo duda?».
Se me castiga por tener
talento,
Cosa que es Dios, no
yo, quien ha querido.
Culpa mía no es mi
entendimiento–
Me culpan porque tengo
buen oído.
¿Y quién me enseñó
estilo y armonía?
El mismo Director. Él
la enseñaba.
Él la enseñaba, sí; yo
la vivía
Y en ella el alma se me
ensimismaba.
Ritmo que eres Verdad,
Vida, Belleza,
Justicia y Orden, pocos
te perciben.
Vive por ti toda
naturaleza;
Pero pocos, poquísimos,
te viven.
Todos te ven en el
verano plomo
Cuando a tu sombra
alivian sus congojas.
Aun en invierno yo te
veo, como
Las agujas de un
plátano sin hojas.
Quizá desciendo de esos
hombres viejos
Que en sus cuevas
pintaron animales,
Después ánforas, dioses
y azulejos
Y después construyeron
catedrales.
Hada Armonía, ley de
todo ser,
Que una mañana absorta
de mi infancia
Te vi y te quise más
que a una mujer.
Mi reina, mi alimento y
mi fragancia.
Que desde el astro rey
a los gusanos
Todo gesto acompasas y
modulas.
Mociones mides, órbitas
regulas
Y el mundo riges de un
pulsar de manos.
Batir vital que con
eterna norma
Riges la música del
corazón.
Danzas del escultor la
esbelta forma
Y al sabio brindas la
contemplación.
¿Por qué te conocí?
¿Por qué viniste
a mí, pobre muchacho de
la Pampa,
levantando a tu beso el
alma triste
para hacerme caer en
esta trampa?
Mi sufrir es secreto y
no es decible
Y al no salir del vaso,
rompe el vaso.
Ni mi mujer escucha ya.
Impasible
Se echa a reír y dice:
No hagas caso.
No me es posible ya
nacer de nuevo,
No me es posible ya
volver atrás:
Ponzoña se volvió el
agua que bebo,
Y yo me muero de sed y
bebo más.
Hoy, pues, se desenlaza
el drama humilde
De un músico en el
fondo de la balsa–
Haré mi parte sin
faltar un tilde,
Mi vida no será una
nota falsa.
Se ríe de mi honor el
filisteo.
Un turista no entiende
la nostalgia.
Que un músico se muera
de solfeo
Es como un hombre que
se muera de álgebra.
A la Armonía y al que
la ha creado,
Que no conozco pero sé
que existe,
Hoy en mi última noche
resignado
Brindo la copa de mi
sangre triste.
¿Por qué la vida me
asestó esta herida?
Yo no lo sé. Ya terminé
mi parte.
Algunos hacen arte con
la vida
Pero yo hacía vida con
el arte.
Y me entrego a la noche
escalofriante
Con paso firme y
corazón que llora–
No me arrepiento de
haber ido avante
Aunque caí en la noche
destructora.
Con la vaga esperanza
de una aurora.
Roma-Manresa, 1947.
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